Carlos Cantuarias Lagunas


FILUM

Nadie es sola partícula, fragmento del habla, mónada. Más allá de su borde, de su extremo deslinde, de su obsesa soledad, hilos invisibles le inclinan, destellos que hacia lo arcano se hunden.

Desde el fondo de una calle, me consumen el mismo instinto; tras ese muro se frotan dos cuerpos. Latas ruidosas patea transeúnte.

Los hilos, inclinando el deseo de los hombres, con el mito se enhebran. Prometeo, oculto de Zeus y su corte deseante, nos regala una flama de fuego. Hacia el fondo inescrutable, urdiendo destinos las Parcas.

Son las 12 de otra noche de ciudad. Pocas naves transitan por sus calles. Suave llovizna brilla sobre el pavimento. Afiches de sitios lejanos.

Desde Egipto desciende el hilo filigrana de un culto funerario. Los artesanos despiden a una bella. Sólo el que ignora lo sabe; sobre el ataúd el anillo gravado con la alianza.

En ese funeral no estuvo Osiris ni sus descendientes. No más vértice divino entre fecundidad y muerte. No río de Thea Philopator de la dinastía tolemaica, nacida en Alejandría y suicidada por un áspid.

Sólo hondas golpeando el navegar de una trireme, mientras, en el suave limo de su orilla, una divagación se acaricia los pies.

Fascinó a Heródoto la religiosidad de los Egipcios. La comunión entre lo social y lo sagrado. La eternidad del alma en que la muerte es otro estado.

De Grecia, el aplomo de asumirse mortal en la metáfora de sus Dioses; el talón de sus héroes.

El horizonte de guerras controladas permite el momento griego del pensar. En la ciudad, lugar del hombre, Epicuro funda su jardín. Más allá la hirsuta naturaleza y sus feroces acechanzas.

Aquello fue un amanecer. El sol de una joven razón comenzaba a alumbrar los mecanismos. El hombre se hizo una arquitectura moral. Nunca estuvo tan desnuda la inteligencia.

De Roma, la Pax Imperial. El orden coercitivo de la ley. Nuevo entramado que anuncia un ámbito distinto. Entre varillas de mandatos sostiene el transparente paraguas de una nueva dimensión.

Sí, Roma es el poder. Esa fuerza abstracta que impone el trazo de conducta. El último metal de las legiones. Sus Escipiones y el extramuro de los bárbaros, germanos, galos o sudacas, fragmentos de violencia, tribus urbanas o marat.

El poder tuvo su sueño. En su dorada juventud se vistió de hexámetros. Eneas lo funda en la piedad, en el destino deshilado por Virgilio.

Escuchen. Desde aquella periferia se alza el polvo de una agitación, multitud de andrajosos siguen a un hombre, le llaman Cristo. El mismo flaco INRI que nombra el vagabundo, amar a los pobres, desgraciados, moribundos, no importa, cualquier chispa humana donde quiera que se halle.

Tres siglos tardó aquel sacrificio en hilar su significado.

Adherido a su promesa la semilla de un hombre germinó en España. Se huele el roble a través de la lluvia, más allá, la piedra de Vigo, la antigua chimenea y su fuego, mismos elementos, agua, aire, técnica, amor de olores, frío, muerte, deseo.

Sus dedos rozaron el muro de la catedral de Santiago. Sintieron la tibieza de aquella tarde, el espesor de la puerta rechinando en sus goznes.

Amó lo que se suele amar, al Dios hecho hombre, a la mujer más diversa, a su inmediata descendencia.

El hombre y su semilla, cruzaron el Atlántico, fue llamado Indalicio. Dicen que era rubio, alto y que viajaba de a pié. Cruzó valles, pueblos, ríos, hasta San Lorenzo, tierra ya chilena y de tomates, donde una morena se obstinó en anclarlo para siempre.

La genealogía sabe que la primera hebra indígena le entró por aquella mujer. La madre conocía esa lengua, creía en las Huichan Alhue, almas de los muertos, algunas enganchadas por las poderosas Machis para su servicio.

- ¡ Huesha huinka ¡ - oyó que le gritaban desde un barrial. - Los blancos mataron a nuestro Dios Chau-Elchefe, desde entonces nadie protege a nuestra raza..:
- Y ustedes son los bárbaros que devoraron el corazón de mi hijo.2-.
- ¡Caupolicán!

Hacia qué extraño mundo se inclinaron los hilos de que pendía este hombre, atravesar tempestuosos y extensos mares, internase entre nieves eternas, mezclarse con otras concepciones inauditas del mundo.

El erizado filo de las cumbres azules y blancas pertenece a los Dioses. La Pire Mahuida3 está sobre los fuegos del centro de la tierra. La mahuida de Trompül vigila el aire para que los volcanes Lanín y Tromen puedan respirar.

Sobre el cerro Trompül vive un Lonko4, tiene una hija llamada Paneimilla. En el país del Pehuén caen lágrimas del cielo. Un koná5 ama a Paneimilla, pero, se halla impedido de pedirla a causa de su pobreza y enemistad entre sus tribus.

Aquel koná tiene un poderoso rival, vidente y brujo, amigo y consejero del lonko. Conociendo las intenciones del koná sólo desea su muerte.

El brujo ha vivido muchos años, su piel está enferma, ora se desprende en blancas escamas, ora está roja y supura, lo llaman cuervo negro. El lonko le teme, le vendería su hija con tal de no tenerlo de enemigo.

El brujo le impone al koná una prueba de amor por Paneimilla:

- “No tienes gente en tu sombra6, eres pobre, haz lo que te ordeno, baja a ese abismo a buscar la riqueza que te falta, sólo así tendrás a Paneimilla.

El abismo que se abre es la terrible cavidad de la montaña Tropül, tan honda que nadie ha sabido jamás de su fondo. Allí moran los espíritus de los antepasados que causaron daño. Las pendientes de rocas se llaman Foro-lil7 de tan blancas que son.

Paneimilla, que corresponde el amor del koná, escucha la trampa y le advierte: - te arrojarán piedras y lava candentes, escóndete en las grutas.

El koná siguiendo los ruegos de su amada, se salva y vuelve por su premio. Los viejos embusteros después de lamentar la suerte del muchacho, le imponen otra prueba: “sube desnudo al árbol desde donde se oye el chir chiri chiñ y tráenos del nido los huevos o los pichones”.

Paneimilla le advierte al koná: - han untado con un poderoso veneno la corteza del árbol para que te emponzoñes la piel. Protege tu cuerpo con esta pomada de arcilla roja y grasa de avestruz. El koná unta su piel con la milagrosa mezcla y cumple la prueba sin grandes daños.

Los viejos embusteros exigen más. Frente a un inmenso árbol, hueco por un lado, cuyas poderosas raíces parecen hundirse en el mundo de los antepasados, Cuervo Negro dijo: “siempre guardé allí mis papas para que se pudrieran8, dentro de ese tronco ahuecado y lleno de agua. Pero ahora no las encuentro, o me las come una alimaña o el mismo árbol. Córtalo, luego baja a sus entrañas con esa hacha y tráeme mis papas, solo así obtendrás a Paneimilla.

El árbol era tan grande que seis hombres no podían ceñirlo. El koná trabaja muchos días hasta que el hacha se quiebra. Pide otra hacha desde allí, la pide cuatro veces y después de derribar el árbol baja a sus entrañas.

Ya de vuelta le dice al brujo – “he aquí tus papas podridas, hay muchas abajo y son muy sabrosas, mi abuelo decía que el agua de un árbol hueco, en especial el mañío, cura todos los achaques, limpia y rejuvenece la piel”.

El vidente no resistió la ilusión y bajó a las profundidades del árbol hasta desaparecer. El koná cierra el árbol para siempre. Alegre el lonko le entrega su hija.


2 Alfonso González de Najera. Desengaño y reparo de la Guerra del Reino de Chile. Pág. 57. Ed. Andrés Bello. Año 1971.
3 País, cerros de nieve.
4 Cabeza, cacique, jefe
5 Mocetón araucano
6 No eres jefe, no tienes séquito ni familiares nobles
7 huesos petrificados
8 Las papas podridas eran un manjar muy apetecido por los araucanos.

(c)Carlos Cantuarias Lagunas

Chile

imagen: Coutaret (de la muestra Quinquela entre Fader y Berni, en la colección del Museo de Bellas Artes de la Boca, Muntref)

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