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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Ana María Manceda

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                  Un concierto en la bahía                        Estaba la Bahía , el mar   viajaba calmo arribando a la playa en suaves olas, llegando quién sabe desde que puntos lejanos del océano. Las montañas coronaban el paisaje, los barcos pesqueros iban en sentido contrario a las olas en busca de los frutos del mar. En la playa, una mujer con un niño en brazos saludaba a uno de los pescadores   que partía a su trabajo.   Juan sacó la luna   del paisaje, tomó un medio sol color herrumbre y lo colocó hacia el este, de tal manera que asomara entre la cima de las montañas. Ahora sí tenía sentido la escenografía, era un perfeccionista. Para él tocar el violín era un acto religioso, tenía que existir un equilibrio entre su estado espiritual y la armonía   en los colores y disposición de los objetos que estaban en el   ambiente que lo rodeaba. Todo estaba en orden en el escenario, podía comenzar a ensayar la obra con la que próximamente debutaría.                      La bella música

Araceli Otamendi

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Alighiero Boetti                                                             La salina Llegué a la salina como por casualidad, todavía no sé. Es como un paisaje muy blanco y desértico, tal vez… El suelo se parece a un desierto, hay lomas y bajadas, hay laberintos. Me imaginaba que estaba dentro de un cuadro de Xul Solar que alguna vez vi. Me gusta la pintura de Xul, me gustan sus paisajes llenos de fantasía y al mismo tiempo  reales. Hace tiempo que camino por la salina – he decidido llamarla así – porque parece estar hecha de sal. Sin embargo, miro hacia lo alto y veo  ahí algunos transeúntes. Lo bueno es que el suelo no es fijo, es de sal o de arena. Se puede caminar, subir y bajar, entrar a los laberintos. Siempre que entro a uno de esos laberintos busco la salida y la encuentro. Lo bueno y tal vez lo malo de esto es que nunca sé en qué lugar está la salida. Voy a tientas. Cuando llego a algún lugar, siempre dentro de la salina, si estoy en un nivel alto, se acercan transeúnt

Magda Lago Russo

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La tierra del  demonio                                                                              A Burton, aún en las épocas de vida sedentaria, le basta ver un mapa para estudiarlo con ahínco y  proyectar un nuevo viaje a veces casi imposible,  su entusiasmo y su afán de conocer lugares, que parecen imposibles de existir, los hace realidad. Así cuando Ítalo le propone un viaje casi fantástico, acepta,  tiene ganas de volver a recorrer aquellas tierras que en su momento admiró y no pudo apartar de su retina. Así le explica a Ítalo:  -Vas a conocer lugares tan fantásticos que parece imposible que existan en la tierra, iremos primero a Tasmania, la tierra del  demonio  que sin embargo se parece a un paraíso, es una contradicción que vamos a comprobar. -Me encuentro tan excitado por tus relatos, le contesta Ítalo, que mi impaciencia a veces no me deja conciliar el sueño Siguiendo la ruta indicada, llegan a la isla al suroeste  de Australia.  Burton le comenta: - Es una tierra  record

Martha Minteguía

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Enzo Cucchi                        Sobre   un    Monólogo interior Siento que algo me persigue. Me esconda donde me esconda, siempre está ahí . Vengo con una peregrinación infinita , con un cansancio   quejumbroso que envuelve y disipa mi vida en forma aberrante . Lejos quedaron los sueños y las risas , los paseos   despreocupados por la ciudad sin rumbo fijo mirando los carteles de neón y silbando por lo bajo . Algún teatro o cine que me provocaban con su invitación a su oscuridad llena de voces y personajes. Tengo en mi bolsillo mi nuevo documento (falsificado por supuesto por mi amigo Roberto , que los hace perfectos y sin fallas). Tuve que hacerlo . Debo huir cuanto antes , para que “ la sombra “ no me haga suyo , para desaparecer sin dejar rastro . Ya abandoné la pensión pero dejé allí todas mis pertenencias ( no sea cosa que se den cuenta ), pagué la luz , el gas y…¡Listo!. Sólo saqué la plata del banco porque no conozco mi rumbo , pero debo apresurarme antes que “ la sombr

Magda Lago Russo

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Jesús Rafael Soto, Ambivalencia 37, Colección F.P. Allegro (de la muestra en la Fundación Proa) La primera noche                                                                       La primera noche sin Franco. Me siento en la mecedora que hasta hace unos días fue ocupada por él, puedo sentir el aroma a colonia, que aun desprenden las ropas que asoman por la puerta entreabierta del placard. Miro  la cama y siento miedo de acostarme entre la frialdad de sus sábanas, no sentir el calor de su cuerpo a mi lado, extender mi brazo y no encontrar nada del otro lado. Cierro los ojos y me parece verlo caminar por la habitación recorrerla de un extremo al otro, cuando un problema lo preocupaba o sentarnos uno al lado del otro sobre la cama para contarnos lo sucedido en el día. En la semipenumbra de la habitación, iluminada sólo por una lámpara de pie, todo parece diferente, como si las mismas cosas  de siempre se hayan transformado en objetos desconocidos para mí. Es un truco de mi ment

Elena Ortiz Muñiz

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Alighiero Boetti                                                 Elena Ortiz Muñiz EL TEJEDOR DE PALABRAS* Jamás olvidaré aquel día en el que el tsunami se llevó todo cuanto poseía. Cuando la ola gigantesca apareció alcancé a abrazarme de un árbol aunque la marejada me abatió sin piedad arrastrándome con una fuerza increíble. No sé cómo hice para mantenerme aferrada al tronco a pesar de que con su cruel y salado latigazo el mar lo había arrancado de la tierra y nos golpeaba sin misericordia ni compasión. En cuestión de segundos me quedé sin  hogar, fui testigo de cómo el agua se tragaba –literalmente- a mi madre y a mi hermanito que estaban tendiendo la ropa recién lavada frente a la casa. De mi padre, jamás tuve noticias otra vez. ¿Cómo puede nadie seguir existiendo después de una experiencia semejante? ¡Tenía tan solo 8 años de edad! Hasta entonces, todo mi mundo estaba lleno de sueños y fantasías, de princesas aprisionadas en sus castillos y príncipes galantes que l

Araceli Otamendi

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Graciela Sacco, Tierra Prometida Mi odiado Magritte                                                                                                                                                               "...Un niño me preguntó: ¿Qué es la hierba?,   trayéndola a manos llenas, ¿Cómo podría contestarle? Yo tampoco lo sé..."                                                                                                         Walt Whitman        T al vez haya muchas maneras de contarlo. No es tan difícil entrar en el mundo de un artista. Porque se puede construir un universo tal vez un poco o mucho, depende de la forma, hay tantas explicaciones innecesarias y aburridas. Si recordara los versos de Walt Whitman: Caramba, a quién sorprenden los milagros? Por mi parte no conozco otra cosa que milagros/ya camine por las calles de Manhattan o alce la vista por sobre los tejados del cielo o nade descalzo por la playa sobre el borde del agua o me yerga bajo ramas en lo