Araceli Otamendi

Oscar Bony



El cielo - Heaven

¿Cómo habría sido la caída? ¿Y a quién le importa? Descender sin tiempo ni cálculo, siguiendo una estrella o una flor, en principio, circulando despacio, después más rápido, en una cinta blanca, brillante y veloz, seguir el camino hasta el punto más alto donde la estrella o tal vez la flor estarían. El cielo. Heaven.  ¿Estarían? ¿Estarían, esa estrella y esa flor? ¿Y a quién le importa?
La caída, el descenso fue en cámara lenta, todo se precipitaba y me veía caer, desde abajo, alguien miraba y corría, desesperándose.  Imprevistamente, abrí los ojos.
Si me asomo a la ventana hay pájaros, pájaros enormes. Tengo la niña en mis brazos, es de noche. Noche sin estrellas, sin tiempo. Los buitres entran por la ventana, se precipitan, le pido a él a los gritos que mate a esos pájaros, buitres, y lo hace. Entonces me libero hasta …
Viajo en tren, el camino es largo. Viajan tantas personas en los vagones. Una mujer indígena me pide ayuda. Me intereso en su necesidad.  Hay tanta indiferencia, casi todos miran hacia el terraplén, las estaciones van pasando y la mujer se duerme. No hay cantos. El ruido del tren es monótono, el olor a encierro,  también. Y luego la lluvia, las gotas van mojando los vidrios. Se va haciendo de noche. Las luces de las casas van encendiéndose como luciérnagas a la distancia. Es verano y los grillos no están…
Llego a la fiesta, tarde, pero llego … no hay nada que comer ahí salvo los postres… Es una buena mesa la que me ha tocado, los lados son iguales, todos contentos. ¿Qué otra alegría podría tener? Todos se ríen y los acompaño, me encantan. Comemos postres y brindamos. ¿Podría haber mayor felicidad, entonces? Ese tiempo sin tiempo, túnel oscuro, sin cantos, sin estrellas, vuelve a mí transformado ahora en esta fiesta, en esta mesa dulce de la amistad y de la fiesta desinteresada donde me reciben y me acompañan y yo también estoy con ellos,  los  acompaño.
Dura poco, la fiesta. Parece un sueño de ayer. Hoy es mañana de ayer. Hoy es hoy. La playa es inmensa y está desierta. El mar, infinitamente lejos, afuera hay tormenta. El mar está embravecido y me cansa mirarlo. Las olas vienen trayendo la arena, el cielo se oscurece. No tengo ganas de estar más ahí, me voy yendo.
Volver a la casa en el tiempo sin tiempo me da temor y sin embargo…estoy ahí, desde hace mucho tiempo, infinito tiempo de memoria y de olvido. No puedo seguir ahí. ¿Tomaría el tren? ¿quién sabe? El viaje en tren puede durar años, necesito salir de ahí enseguida. Pienso en la manera de hacerlo. El silencio y la quietud no duran mucho. Ladridos de perros, la gente que habita la calle es solidaria. La indiferencia puede estar entre cuatro paredes, en los departamentos, en las casas y no en la gente donde los extraños no son tan extraños. En la calle, la gente sale a ver qué pasa, por qué esos perros ladran, por qué es de noche y todavía no amanece. La noche dura horas. Tengo que volver. La niña juega, está ahí jugando. Llego y me siento a jugar yo también. Desparramamos juntas los juegos, hasta ir a dormir. Por hoy, no más.

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imagen:

Oscar Bony, Cielo

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