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Mostrando entradas de marzo, 2011

Cecilia Vetti

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Eugenio Daneri - Paisaje suburbano                                               Un mundo compartido      Hace frío, los vidrios de la ventanilla del tren no lo dejan ver el paisaje, ese paisaje inerte de todos los días. Juan toca con su  mirada la muralla que lo separa del camino. Los otros pasan por su lado llevando un bagaje de absurda felicidad. Quizás llevan en sus mochilas gastadas, tanta infidelidad, tanto tedio. Deberían sacarse las caretas para poder llorar por sus vidas. Los otros...      Tiene la cara demacrada y los ojos brillantes Ni siquiera sabe por qué vuelve a la casa de ella, qué pueden decirse después de tanto abandono, tanto querer llegar a ninguna parte. Siempre con Matías entre los dos, negándole una vida que él no les había pedido. Haciéndole sufrir al muchacho los malos tratos y el escape diario a una dignidad que le pertenecía por derecho. No le habían hecho fácil la vida, por eso se fue tan lejos, para poder rescatar algo, cuando todavía estaba a tiempo

José María Pallaoro

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28 DE MARZO DE 1968 Habrá sido un viernes o un sábado. No lo sé. Ayer hablé con Emilia. En realidad antes lo había hecho con Juan. No se acordaba. Ni siquiera el año se acordaba. Yo pensaba que fue en 1970. Pero no. ¿Había llegado el hombre a la luna? “No lo sé, che. Tengo 73” (y no hablaba de una fugaz primavera). La calle 15 seguía de tierra. Al Gordini lo pintaron con cal y palabras y buenos deseos y anudaron latas a hilos de algodón que ataron al paragolpe trasero. Emilia prometió que iba a mostrarme las fotos. Y me confirmó el día: 28 de marzo de 1968. No le pregunté si fue viernes o sábado. Ellos se casaban. Hoy se cumple cuarenta y tres años. En esos días yo andaba por los nueve y un mes exactos. Y esa noche me enamoré por primera vez. Jamás lo había contado. Tal vez no me lo hayan preguntado (y eso que es una buena pregunta), aunque sé que el asunto sólo a mí puede interesarme. "No se dio la oportunidad" posiblemente hubiese dicho mi vieja antes del ACV. El ti

Kim Bertran Canut

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La era atómica* Es fiesta nacional y la feria abre sus puertas y atracciones entre nubes de humo de alquitrán de las fábricas petroleras…veo la sombra del hombre oscuro que acecha y convierte el día en negritud… doy pasos confusos por idéntico territorio que tantos pisaron… Grietas en la piel… manos que tiemblan. Ostentosos criminales sin escrúpulos, venden manzanas de azúcar inyectadas de aceite epidérmico…hay armas para todos los muñones… Pantallas gigantes proyectan tsunamis, inundaciones, guerras de 6 días o de 100 años,…proyectiles atómicos, Respiraremos experimentos nucleares. visitaremos los países pobres, fotografiaremos a sus gentes tullidas y contaremos después de la cena como viven, creyendo convencidos de que en una semana estival somos capaces de conocer los milenios de tradición de un pueblo, traeremos souvenirs para colgar de las paredes, mezclados entre la porcelana y fotos de papi y mami, boomerangs que no volverán, se venden balas y granadas en e

Mario Quiroga Fernández

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Fantasía           Como dos amigos, tomamos un café. La cita de las 12:30 fue una hora después, a modo de excusa, justifiqué bromeando que ésta era la diferencia entre el DF y mi ciudad... ¡Tantos sueños de vivir allí, acariciados durante tan largo tiempo, me tenían como trasladado al lugar equivocado!            Gracias al aroma de tres inciensos de pino y del café humeante, puse de nuevo los pies sobre la tierra.            Mi amiga Maribel tiene un defecto muy grande: es capaz de leer el pensamiento. ¿Se imaginan? Sabe lo que tramas, pero en son de amistad es muy bueno, por los consejos útiles que puede dar sin siquiera plantearle los problemas... Pero, ¿se la imaginan de novia?            En fin, habíamos quedado en almorzar en su casa, espaguetis con parmesano. Al parecer, los planes habían cambiado, ya que Maribel no mencionaba el tema. Yo me extrañé, dada su formalidad, pero ella callaba y miraba el humo del incienso elevarse lentamente.            Al rato, ella se levant

Magda Lago Russo

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tapa del libro Almafuerte, Obras completas Entreteniendo a la soledad                                                                        Cuando se encuentra acongojada busca refugio en la biblioteca  para descargar su  alma, pues los libros son por ahora los únicos que tranquilizan su espíritu y le quitan los pensamientos tristes Al entrar la envuelve el olor tan particular a papel antiguo, junto con el aroma de la madera que por años ha mantenido su fuerte estructura. La biblioteca construida por su padre junto a la casa es un amplio salón, cuyas paredes  están recubiertas con vastos estantes con libros dispuestos en dos filas de forma prolija. El orden es el alfabético, por autor y numerado, todo registrado a su vez en gruesos cuadernos  forrados de cuero. El escritorio con un portarretrato donde se destaca una joven mamá, con la infaltable flor de todos los días, varios sillones y  por doquier fotos autografiadas de los personajes que  pasaron  por  una de las editoriales m

Nélida Piñon

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Nélida Piñon y María Bethania El calor de las cosas* Los vecinos lo llamaban Pastel. Y la madre, enternecida, repetía, mi Pastel amado. El remoquete se debía a la gordura que Óscar nunca pudo vencer, a pesar de rigurosos regímenes. Cierta vez vivió de agua cinco días, sin que su cuerpo respondiera al sacrificio. Tras lo cual aceptó la tiranía del apetito y olvidó su verdadero nombre.        Desde muy temprano se habituó a medir la edad por los centímetros de la cintura, siempre en acelerada dilatación, borrando los años festejados con torta, “feijoadas” y bandejas de macarrón. Por eso, pronto se sintió viejo entre los jóvenes. Sobre todo porque ninguna ropa disfrazaba sus protuberancias. Si al menos usara trajes plisados, podría esconder aquellas partes del cuerpo que le daban forma de Pastel.        Se rebelaba constantemente contra un destino que le había impuesto un cuerpo en flagrante contraste con el alma delicada y fina. Especialmente cuando los

Fernando Clemot

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Fernando Clemot Terrazas de otoño " ...y si no me quejo del dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella..." El Quijote; parte primera, capítulo VIII Prefería recorrer las avenidas del centro en octubre o noviembre, lejos del fragor insoportable del verano, cuando ya podía embutirme tras la coraza de un jersey de cuello alto, o colocarme el pullover pardo, rescatar tal vez aquella chaqueta de pana beige que decían me favorecía tanto... Sólo tras aquella armadura de ropa me sentía aliviado, así protegido recorría las terrazas semidesiertas, famélicas ya de calor y turistas, era entonces paladín preparado para entablar combate, aguerrido y orgulloso, abierto a la aventura o a lo que el azar deparara. No se me olvida el año, el mes, el día, soplaba fuerte aquella mañana, se llevaba el viento las últimas simientes de estío, el polvo, las hojas, los plásticos se arracimaban en el nacien

Héctor Cediel Guzmán

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Gachi Hasper Hablando con los recuerdos Escucha en silencio, escucha, es mi alma la que te habla; deseo que sientas, lo que siento; que rías o llores en silencio, escucha que esto es para ti. Soy un falso viajero de luz, pero sueño con la desnudez de tu paraíso. Roja es la tinta del impetuoso hielo. Arde la lengua de la estrella del relámpago, que improvisa una lluvia incesante de cantos. La blancura insondable de los misterios de tú piel, se tiende ebria sobre el fuego de los vértigos que te coronan. Estoy enfermo por los cándidos colores de tú belleza, sol de las tormentas que se devoran al sensual verano. La luna se levanta impetuosa, salpicada de rosas; estremecida por las lágrimas que suspiran, los secretos de tus recuerdos. No quiero sentirme como un muñeco de trapo, a merced de tus labios. Creí querer de nuevo, buen comienzo para volver a amar. Creí en tus besos, en tus caricias, pero, poco a poco tu piel esponja, me hacía percibirla marchita; un cuerpo agotado, un esp