Mario Quiroga Fernández



Fantasía


        Como dos amigos, tomamos un café. La cita de las 12:30 fue una hora después, a modo de excusa, justifiqué bromeando que ésta era la diferencia entre el DF y mi ciudad... ¡Tantos sueños de vivir allí, acariciados durante tan largo tiempo, me tenían como trasladado al lugar equivocado!

         Gracias al aroma de tres inciensos de pino y del café humeante, puse de nuevo los pies sobre la tierra.

         Mi amiga Maribel tiene un defecto muy grande: es capaz de leer el pensamiento. ¿Se imaginan? Sabe lo que tramas, pero en son de amistad es muy bueno, por los consejos útiles que puede dar sin siquiera plantearle los problemas... Pero, ¿se la imaginan de novia?

         En fin, habíamos quedado en almorzar en su casa, espaguetis con parmesano. Al parecer, los planes habían cambiado, ya que Maribel no mencionaba el tema. Yo me extrañé, dada su formalidad, pero ella callaba y miraba el humo del incienso elevarse lentamente.

         Al rato, ella se levantó, dispuesta, y expresó:

-         Te invito a navegar en las nubes.
-         ¿Como? – pregunté sorprendido.
-          No te asustes, aunque es sin paracaídas, será agradable... Además, el lugar me trae recuerdos inolvidables, y quiero hacer realidad aquel sueño que me contaste: anhelabas “subirte a una nube y tocar el sol, aunque fuera por un instante”.

         Además de las nubes, deseo otras cosas en mi vida, pero no estoy seguro de si mi amiga, que todo lo adivina, desea también que suceda,  porque nunca toca el tema... Lo cierto es que sus detalles siempre me transportan más allá de la realidad... Acepté.

         ¿Se imaginan mi curiosidad? Avanzando por la avenida, no pude más y le pregunté.

-         ¿No me vas a decir la dirección?
-         Es en 1ra y 18, justo a la orilla del mar.

Pensé que sí, que el mar estaba ahí, tocando el cielo, pero la nube... ¿tendría una parada en el lugar? Y después de todo, ¿cómo subir a ella? Sin duda, Maribel sabía.

         Al llegar, encontré un restaurante de gusto refinado, una construcción de estilo. Había sido el hogar de dos seres especiales, escuché algo de su historia de labios de Maribel.

         Nos dirigimos al interior por un pasillo ancho, lleno de aire fresco que nos renovaba del calor del camino. Al fondo de la casa, encontramos una vista fenomenal. Nos sentamos en una mesita frente al océano.

         Miré a la lejanía y vi solo tres nubes, una con imagen de llave, la otra decía “sí”, y una allá lejos, que cambiaba de repente, como para no la pudieran dibujar, ¿cual será la del viaje?

         Ella, con sonrisa de niña, disfrutaba la fantasía de estar de regreso en el lugar donde tantas cosas recordaba. Parte de su diario estaba impreso en ese espacio de costa, y su futuro, en letras muy pequeñas, se adivinaba en el horizonte... Desafortunadamente, mi vista no es muy buena, hubo muchas cosas que no pude leer.

         Comencé a divagar, disfrutando de la llave, el sí, la nube misteriosa, el exquisito plato de camarones que estábamos saboreando y, de pronto, sin saber cómo, estaba encima de la segunda nube, mirando todo el litoral.

         Pensé que estaba soñando; desde lejos, la voz de Maribel me decía: “¿Te gusta?”... Pero mi voz no le llegaba, ella intentó hablarme en lenguaje de señas, y yo decidí mandarle un mensaje dentro de mi botella. Tomé el último sorbo de mi cerveza, un pequeño papel y una pluma llegaron a mis manos, y yo me pellizqué, era increíble.

         Tiré la botella al mar y seguí navegando, podía escoger a donde ir, si quisiera iría a México, lugar de mis sueños; sin embargo, era tanta la realidad que dejaba atrás...

         La nube me dijo: “Pide tres deseos y serán cumplidos”. Quedé pensando, reaccioné y le pregunté si realmente me llevaría a donde yo quisiera. “Sí”, respondió ella…

         “Llévame con mi amiga, junto a sus sueños de infancia; después quiero ver a mi hijo, oír su voz, y algo más, dime qué figura tiene la nube que se ve a lo lejos”.

         “Cumpliré tus deseos”, afirmó la nube, “el último, que es más bien una pregunta, la responderás tú en un rato”.

         Cuando miré a mi lado, estaba Maribel, con el mensaje en la mano, sonreía y le dije: “Gracias”.

         “No tienes que agradecerme, solo quería que vieras cómo se puede vagar en una nube”... La miré y comprendí... Ella, como siempre, leía mis pensamientos.
  Todo lo que quise se cumplió. Pasado un tiempo fui a México, pero ese día conocí la infancia de mi amiga; mi hijo  me abrazó y me dijo: “Papá, cómo te quiero”... Pero aún faltaba algo, la imagen de la otra nube. Comencé a formar un mapa en mis pensamientos mientras manejaba hacia su casa y solo me llegaban colores en fuga.

         Maribel me dio su diminuto pañuelo para que me secara el sudor de la frente. Al tomarlo en mis manos, contemplé aquellas flores y hojitas de colores, formando guirnaldas… ¡No era posible! Al llegar a su casa, ella se bajó y extendió su mano: “Quédate con él, te lo regalo”.

         Me marché y comprendí que ella me había obsequiado la tercera nube, llena de colores y fantasías. Avanzaba en el camino de regreso cuando me pregunté: “¿Por qué me regaló una nube que, como ella, es una flor?”.

(c) Mario Quiroga Fernández
Mario Quiroga Fernández nació en  Ciudad Habana, 12 de septiembre de 1962. Actualmente reside en México. Aficionado a la fotografía. Ha publicado sus cuentos y poemas en revistas internacionales como: “La casa de Asterión” y “Gente con talento”, Colombia; “Poemas en añil”, “Inventiva Social”, Argentina, “Mundoculturalhispano”, “Yoescribo” y “Arena y Cal”, España; “Archivo cubano”, Italia; “Somos jóvenes”, Cuba, entre otras. Participa en varios foros y listas de poesía.



Ilustración: Ray Respall Rojas (dibujos a plumilla)



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