Liliana Díaz Mindurry
Liliana Díaz Mindurry Último tango en Malos Ayres No me venga con que ya no se acuerda de la Francisca, usted justamente, si usted fue el primero que me habló de ella, el primero que me trajo al café Segundo, en la zona más vil del sur de Malos Ayres (ese café bailable con orquesta de tango y puterío propio, ese café que parece redondo y que tiene un número cinco en la pared escrito con carbonilla por algún borracho sarnoso), el de las fotografías recortadas en forma de círculos –fotografías que debe haber tomado algún loco que ni siquiera sabe fotografiar ni para un álbum casero- ese café adonde usted me llevó precisamente, para que la conociera . Esa mujer absurda , me dijo. Rubia de nacimiento y no por opción, fea, con algo de bebida ordinaria. Algo torcido se le movía en las caderas con el tango, o la fatiga que trataban de disimular los labios, o la mueca de triste. Ahora creo que el encanto le venía de los dientes