Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2012

Adán de Maríass

Imagen
foto: Miguel Ángel Colán Ramos El jugador Él le dice a todo el mundo que no es un adicto, (a mí la verdad no me ha dicho nada) y que simplemente juega lo necesario. Así con ese énfasis, que cada día que transcurre se va estirando como el chicle, que tiene cautivado dentro de la boca, juega y vuelve a jugar. Sale de trabajar -es empleado bancario- a las cinco de la tarde, y puntualmente llega al casino media hora después. Entre su centro de trabajo y el casino, hay como cuatro kilómetros y medio de distancia. No quiere que ningún conocido o chismoso lo vea entrar al casino, piensa que le trae mala suerte. De lunes a sábado la vida de Alonso Montt es la misma descrita líneas arriba, sin necesidad de añadir algún vicio más. Mayormente pierde pero él insiste que insiste, y siempre se dice lo mismo: para otra vez será. Hasta que un día de esos, por fin la suerte entró sin resistencias en los bolsillos de su destino, ya le tocaba, ganando repetidamente en el juego del tragamonedas, feliz se

Víctor Montoya

Imagen
Fiebre de salsa en Estocolmo Sábado. Nueve de la noche. Juan puso en el estéreo el disco compacto de boleros que compró la semana pasada. Y, mientras la música ganaba los espacios de su apartamento de soltero, se desvistió y entró en la ducha. Los boleros lo seducían y le despertaban la memoria sentimental, como si los vocalistas cantaran con precisión sus amores y desamores, y recuperaran en un solo instante toda su vida. Dicen que la distancia es el olvido ..., acompañó con voz quebrada y silbosa desde la ducha, consciente de que esa canción siempre le tocó las puertas del corazón y en ocasiones hasta le arrancó lágrimas de nostalgia. Somos un sueño imposible que busca la noche ..., musitó, convencido de que el bolero era la canción más carnal y espiritual que existía, y que los cantantes de esa música ponían su voz al servicio del amor, incluso renunciando al suyo para ir diciendo esas mentiras piadosas o esas palabras que las parejas no llegaban a decirse por pudor mientras bailaba

Araceli Otamendi

Imagen
La babysitter Eduardo y yo pronto vamos a cumplir quince años juntos. Cinco años de novios, cinco de casados sin hijos, casi como novios y cinco años de casados con dos hijos. No me puedo quejar. Eduardo es comprensivo y me ayuda con los chicos. Vivió el embarazo de los dos, como si él mismo hubiera estado embarazado, los mismos dolores, los mismos temores, los mismos sueños. Eduardo cumplía con mis antojos, me mimaba. Estuvo presente en el parto. Me cuidó como una madre, atendió los chicos y a mi. Ahora que ellos van al jardín de infantes, le propongo a Eduardo que quiero sentir que somos nuevamente novios, ir al cine solos, tomar un café, trasnochar un poco. Y por eso he contratado a una babysitter. Es una mujer de unos sesenta y cinco años, me la recomendó una vecina, Alejandra. Ella también quizo hacer lo mismo que yo: salir sola con el marido, recuperar aunque sea por unas horas esa pareja que alguna vez existió. Nos conocimos con Alejandra en el curso de preparto, haciendo los ej