La rutina de Henry Patrick - Claudio Corvalán



La rutina de Henry Patrick

El 29 de marzo de 1964 era un día gris y lluvioso, la gente caminaba apurada escapando de la lluvia, aunque ésta siempre los alcanzaba; en el montón de gente, pasando desapercibido iba Henry Patrick, un señor alto y corpulento con buenos modales, que siempre se vestía con trajes de color negro que solía comprar en las temporadas de ofertas.
Caminaba por largas y angostas veredas de la gran ciudad, camino a su departamento. Este recorrido lo hacía casi todos los días, tardaba prácticamente lo mismo desde su departamento al trabajo por las mañanas y del trabajo a su departamento por las tardes.
Los fines de semana no tenía la obligación de hacer este camino, por lo tanto, elegía otro trayecto que lo llevaba a la casa de su padre, que vivía solo desde la muerte de la madre de Henry en 1942, cuando este último tenía 27 años de edad.
Su rutina se repetía sin cesar días tras día, semana tras semana, año tras año. Ahí se encontraba, con sus 49 años de edad y soltero, viviendo en un departamento pequeño que podía pagar ajustadamente, debido a que su sueldo de administrativo en la biblioteca no le permitía tener demasiados gastos.
Era un hombre especial, le gustaba la soledad y disfrutar del tiempo, reflexionando sobre la vida, como una manera de vivirla; distinto al común de la gente que primero actúa y luego reflexiona, solía cavilar. A su vez, le apasionaba disfrutar de la compañía de un buen libro y de una radio vieja, que le había regalado su madre cuando había cumplido 15 años de edad, y lo hacía recordar nostálgicamente a ella.
Se podría pensar que con su trabajo en la biblioteca vería todos los días mucha gente, sin embargo, esto no era así, porque había optado por un trabajo administrativo para ordenar los diferentes títulos de libros muy antiguos que ya nadie leía. A pesar de que este trabajo era el menos remunerado, no se preocupaba por ello, dado que le daba tranquilidad y con ese mínimo ingreso le permitía pagar el alquiler y llevar adelante sus pocas actividades semanales.
Sus actividades no variaban demasiado, se levantaba a las 7:30 de la mañana, desayunaba un té con galletitas secas, junto a la compañía de su radio, y luego emprendía a las 8:30 de la mañana el viaje a su trabajo. Este viaje era siempre el mismo, las cuadras por donde caminaba eran siempre las mismas, y la hora en que las hacía era siempre la misma, entre las 8:30 y las 9 de la mañana. Por el contrario de molestarle, le daba seguridad hacer el mismo recorrido, hasta tal punto, que calculaba el cambio de semáforos para que su viaje no se viera envuelto en irregularidades.
A diferencia de sus compañeros de trabajo, no faltaba nunca a sus obligaciones, ya que creía que la falta de disciplina era la culpable de los problemas que surgían en la vida de las personas. Con este mismo razonamiento es que llevaba adelante su trabajo diario; jamás dejaba para el otro día las tareas que se había propuesto hacer.
Regularmente almorzaba durante 15 minutos a las 12 del medio día. Su comida variaba, entre ensaladas, pollo y pescados. Si bien nunca dejaba trabajo sin hacer, jamás dejó de irse puntualmente a las 5 de la tarde a su departamento. El recorrido de vuelta a su vivienda transcurría entre las 5 y 5:30 de la tarde.
A las 5:30 de la tarde, cuando llegaba a su departamento, prendía un rato la radio, para luego, una vez cómodo en su sillón viejo, que había comprado a su vecino hace unos 10 años, pudiera ponerse a leer un libro sobre la antigüedad, que sacaba semanalmente de la biblioteca, siempre con el recaudo de que no perjudicaría a otro lector con tal adquisición.
Luego de la cena, que al igual que el almuerzo no variaba demasiado, entre las 10 y 10:30 de la noche, se iba a la cama a dormir; ya que pensaba que un buen descanso era más importante que las actividades llevadas adelante durante el día.
Los amigos deben contarse con los dedos de una mano acostumbraba a decir, sin embargo, él no tenía amigos. Durante la semana, antes de emprender el viaje hacia la biblioteca, solía hablar con su vecino, pero siempre y cuando la charla no llevara mucho tiempo, dado que de la salida de su departamento hasta la biblioteca no podía tardar más de 30 minutos.
Si bien, llegado el fin de semana, las actividades eran diferentes, no cambiaban demasiado debido a que se levantaba temprano, y luego de desayunar, iba camino a la casa de su padre en donde entablaba una mutua compañía prácticamente silenciosa, sin perder el hábito de la radio y el libro que en ocasión lo acompañaba.
Pasado unos meses de aquel día lluvioso, seguía con sus actividades habituales pensando que de él dependía que la vida transcurriera de esa forma y no de otra. Constantemente pensaba, que la gente sufre porque vive la vida de los demás como si fuera propia, en vez de vivir su propia vida.
El segundo jueves de julio, más allá de ser un día más frio que de lo habitual, parecía ser un día más en su vida; luego de desayunar había emprendido el frecuente viaje a su trabajo entre las 8:30 y 9 de la mañana. Sin embargo, a la vuelta de este, se encontró con un vecino de su padre, que titubeando y de manera no del todo clara le comunicó unas de las peores noticias de su vida, su padre había muerto por causa de un paro cardíaco, luego de visitar la tumba de su esposa.
Al igual que este jueves a la tarde, los días que continuarían en la vida de Henry habían cambiado, la vida ya no sería la misma y sus propias actividades tampoco serían las mismas.
A pesar de todo, se levantó al otro día a desayunar a las 7:30 de la mañana; no obstante, el ya no era el mismo.

(c) Carlos Corvalán

Buenos Aires
Argentina
                                                                                       
                                                                                     
Carlos  Corvalán (Ayacucho, Provincia de Buenos Aires, 1985)

Es Licenciado en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Carrera llevada adelante desde el 2005 hasta el 2011. Actualmente cursa el Profesorado de Enseñanza Media y Superior en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires.
Estudios universitarios año 2003 y 2004, en la carrera de Historia en la Universidad Nacional del Centro, Tandil.
Estudios secundarios completos en la Escuela de Educación Media Nº 1 Domingo Faustino Sarmiento en la ciudad de Ayacucho, prov. de Bs. As, en un bachiller con orientación en Administración de Empresas.                                            

                                                                                                   

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