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Mostrando entradas de marzo, 2016

Recaló en Buenos Aires - Araceli Otamendi

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                                  "Hay que ayudar al poeta"                                         Armando Buscarini La tarde de un bochornoso 12 de febrero, de un año del siglo XXI, entré a un bar de la Avenida Paseo Colón. Había un sol rojo en el cielo y nubes blancas con formas de animales, hacía demasiado calor para andar por la calle. Me senté cerca de una ventana, y puse los tres libros que traía, en la mesa. Uno de ellos, era de Armando Buscarini, el poeta bohemio y pobre que había sido concebido en Buenos Aires, hijo de una mujer española que había venido a buscar suerte a esta ciudad y un marinero italiano de apellido Buscarini, al que jamás había vuelto a ver. La camarera que atendía las mesas, una mujer joven, bonita, de pelo y ojos oscuros, vestida con pantalones negros, remera y un delantal rojo y negro, se acercó a la mesa. Pedí un café cortado y una jarra de agua con hielo. Ella miró los libros y sonrió. Hablaba con acento castizo,

El velorio del angelito - Dolores González Opazo

El velorio del angelito   A Laurita     Tenía siete años cuando a mi familia llegó un nuevo integrante. Pequeñito con un mechón de cabello que caía sobre su frente, ojitos muy negros como dos brillantes aceitunas y de largos deditos que sacaba por entre los orificios de su blanco chal, tejido delicadamente por las manos de mi madre. Siempre estaba muy calentito y yo me pasaba las horas contemplándolo arrodillada al costado de la cama, tocándole con la punta de mis dedos sus manitas, y mirando esas margaritas que se hacían en sus mejillas al sonreír. Yo vivía con mi abuela algo alejada de la casa de mi madre , por esa razón contaba los días con ansias marcando el calendario, para que llegara el fin de semana pa partir y contemplar a la guagüita nueva, esa que había alegrado la gran casona con su llanto desde su llegada. Su olorcito a esa crema de guagua y su piel suavecita y tibia, me llenaban de un gozo inexplicable y podía estar a su lado contemplándolo , sin apenas respirar,