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Cuentos breves - Krzysztof T. Dabrowski

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  imagen: Raquel Forner, El encuentro Los dilemas cósmicos   Dos Xerrans, en la nave espacial intergaláctica XC705:   - ¿Se los contamos? - preguntó Ghu   - ¿Para qué? - Dijo Ghi.   - Bueno, deberían saberlo.   - ¿Que no existen? ¿Por qué sabrían eso?   - ¿No te gustaría saber?   - No, no lo haría.   - Por cierto, es curioso que hayan pasado cinco años desde 2012 y ninguno de ellos haya sospechado nada.   - Es bueno que subimos las mentes de todos los humanos al sistema antes del fin del planeta.   - Qué espléndido que hayamos hecho la simulación de la Tierra. Dos Meenaans en la nave interdimensional Naamaaste:   - ¿Vamos a decirles a los Xerrans que se fueron?   --- Viviendo una muerte lenta   Su vida miserable fue una confirmación de que uno muere desde el momento del nacimiento. A lo largo de su vida, se quemó lentamente. Ese maravilloso resplandor de la juventud se desvaneció gradualmente. Sabía que en su lugar vendría otro, otro y otro. Sa

Las calles de estraperlo por Kim Bertran Canut

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      Puertas, ventanas, miradas...todo va a dar a las calles, allí nace la vida, las infancias juegan, pelean, se enamoran...Los adultos sacan sus sillas y sus mascotas y ven  transcurrir  el tiempo, conversando, riendo...casi siempre soñando. Las calles son el patio  de recreo y  la sala de estar, se venden periódicos, discuten de deportes, fuman sus  cigarrillos sin filtro...  fueron calles humanas, hasta que la superpoblación y la industria  automovilística las convirtió  en ardiente asfalto, en peligrosas cuchillas afiladas...y  tuvieron que ocultarse bajo las alcantarillas,  con la oscuridad, la humedad y las ratas. (c) Kim Bertran Canut  Barcelona texto y fotografía: Kim Bertran Canut    Kim Bertran Canut. (Pont de Suert, Lleida, 1960)   Vive en Barcelona ciudad, cuna del Modernismo.   *En 1993, publica la novela corta: “Imaginación atrapada.”   *En 2002, publica la segunda novela: “El reflejo de los sueños en lunas rotas     (Perdido en la eterna oportunidad)”.   *1996

Una visita singular - Cecilia Vetti

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                                                 Detrás de la ventana de ese comedor antiguo, escuchó un ruido seco sobre el cantero del jardín. Un ruido que no era un alboroto de grillos, ni de un gato travieso. Era un ruido tembloroso como si alguien estuviera acercándose. Dejó sobre la mesa el libro de Borges. Se había aficionado a Borges como a una droga diaria, una suerte de manía literaria. Esas lecturas le llenaban el alma, voces tan antiguas como reales. Los libros de su biblioteca se quedaban quietos añorando una mano que los sacara de tanto abandono. Cada vez que terminaba un cuento, se decía: ¿cómo lo escribió? Yo nunca podría hacerlo, y dejaba su cuaderno de notas sobre la mesa. Soñaba con Borges, quería intentar sus pasos lentos ayudados por el bastón. No podía imaginar el porqué estaba enterrado en Ginebra, si el pertenecía a   acá, un país distinto que siempre sabía a pena o a esperanza. Sabía que Borges no quería irse, se lo dijo a su amigo Bioy al despe

Cuentos breves - Krzysztof T. Dabrowski

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    Al psiquiatra   - Sentí un extraño desmembramiento. Yo era mi padre, mi hijo y un maldito ser intangible. Entonces una parte de mí murió, siendo mi hijo. Entonces renació. Mucha gente quiere algo de mí. Peticiones, quejas, insultos, súplicas, agradecimientos... y las cosas que hicieron por mí. ¡Locura! Siento que esto me supera... Doctor, ¿qué me pasa? - Me temo que eres Dios - dijo el psiquiatra. - ¡De ninguna manera! Si yo fuera Dios, no estaría tan cansado. - ¿Harías que todo desapareciera? - ¡Sí, doctora! ¡Excelente idea! Negro total, fecundado por el vacío. Hemos dejado de existir. ----- Caminata nocturna   África. Noche. Banbe se alejó de su tribu. Era soñadora y le gustaban los paseos. También creía que estaba a salvo, que los espíritus de sus antepasados la protegían. Cuando vio unos ojos hipnóticos empezó a dudar. Ella pensó que era una especie de depredador nocturno, pero a la luz de la luna, vio una criatura parecida a un humano. Los

El conjurado - Araceli Otamendi

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  Elina, que había sabido ser amiga y algo más del hijo fue esa mañana temprano a visitar al viejo.  Un sueño durante la noche anterior le anticipó lo que iba a pasar durante la visita.  Elina deslizó la traba del portón que daba al jardín y entró. Un perro atado ladró varías veces. Era un caserón antiguo en la Provincia de Buenos Aires, de esas casas grandes con jardín, galería y patio, frescas en verano, frías en invierno.  El viejo estaba sentado bajo la parra, medio en la sombra se podía ver la curva de su barriga y un poco el pelo blanco. Sostenía en una mano un libro. Algunos rayos de sol se filtraban entre las hojas. Las facciones de la cara del viejo eran casi las mismas de antes. La cara   era un espejo adelantado en años a la del hijo, un espejo que devolvía en la imagen lo que el tiempo podía hacer.  Hacía calor y las cigarras cantaban.  Sentado en una mecedora antigua, de mimbre, el viejo dormitaba, el calor era pegajoso.  Elina, que había llegado casi en puntas de pie se s

La invasión - Cecilia Vetti

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                                                           Desde mi cama pude ver como pequeñas olas traspasaban los resquicios de la puerta e inundaban el piso encerado. Pude oler ese aroma salado inundándolo todo, pero no me importó, hasta que me di cuenta que el agua llegaba  a la biblioteca. Mis libros elegidos siempre estuvieron en algún lugar del dormitorio, muy cerca del lecho, acompañándome.     Los ingleses, quienes dormían en el último estante, estiraban sus manos de palabras pidiéndome ayuda. Un idioma desconocido llegaba hasta mí. Todo era una babel de palabras, confundiéndome. Traté de memorizar esas hojas amarillas materializadas por algún traductor creíble, traté de divagar con los escritos y llevarlos a zonas más altas. No podía levantarme, mi cuerpo estaba estaqueado al lecho, bordeado de un mar infatigable. El acolchado permanecía seco, como el respaldo tapizado. Me sentí aliviada cuando pude ver todavía a salvo en el primer estante mis libros preferidos. Ello

En los primeros años tenía, cierta precaria noción de tararear “Massachusetts” de los Bee Gees…(Junio 2018)- Kim Bertran Canut

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  Los muchachos se divierten en el Billie’s, jugando a las máquinas del millón, escuchando discos del jukebox, fumando maría y tomando cerveza con grosella…Son los años 60’s. Hace calor, los críos bulliciosos, se mojan en la única fuente del vecindario. En los charcos de agua creados, beben los perros callejeros y crecen las malas hierbas (ésas que nunca mueren)…al mismo  tiempo cruza un viejo Moskvitch del 63…Un joven negro les mira desde la ventanilla de cristal, acribillada el sábado a la noche, cuando salieron a divertirse un poco por el barrio…llegaron de improviso los “Killers boys” con armas blancas y de fuego...y todo se disparó. El padre está tumbado en la cama fumando un cigarrillo, se quita la camisa…hace calor y la mujer observa desde la ventana abierta, con mirada resignada, viendo el guetto en el que habitan tantas familias inmigrantes como la suya, hacinadas en los suburbios de las grandes capitales… Familias cuantiosas de Harlem, Detroit (Ciudad del Estrecho) o del B