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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Alberto Bellido García - Microrrelato de la calabaza ardiente

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Alberto Bellido García  Medianoche en el pueblo. Alberto, un niño de ocho años, no podía conciliar el sueño. Escuchó, procedente de la Iglesia, las doce campanadas y se sobresaltó. La puerta de la habitación chirrió y se movió casi imperceptiblemente. Aquella tarde había ido al cementerio con sus padres para visitar a los familiares difuntos. A la salida, varios chicos, con calabazas en las cabezas, rodearon a Alberto, riéndose y asustándole. Su padre le dijo: -Oye, Alberto, ¿Por qué no les dices que te dejen una calabaza?-. Pero el niño, lejos de tranquilizarse, salió corriendo hacia su casa. Era demasiado miedoso. Esa noche de difuntos, Alberto estaba solo en casa. Bueno, en realidad, sus padres no se hallaban muy lejos. Estaban tomando el fresco con los vecinos pues, extrañamente para esas fechas, la noche era apacible y carente de frío. La puerta siguió abriéndose hasta que Alberto pudo contemplar con nitidez la oscuridad del pasillo. Comenzó a temblar de forma comp

Araceli Otamendi -Una conversación cerca de Navidad

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Una conversación cerca de Navidad El agua seguía saliendo a cántaros ¿sería por eso que llamaba? Siempre tuvo intuición. Sonó el teléfono y atendí. La voz se oía lejana, era una voz diáfana, y a la vez parecía que contenía una risa. Hola, dijo. Hola ¿sos vos? ¿tanto tiempo? Sí, soy yo y estoy en París. Hace frío ¿no? Sí, hace mucho frío pero tengo encendida la calefacción. ¿Y vos cómo estás? En el balcón, pintando, digo, entre las plantas. ¿Por qué no me avisaste? ¿Por qué? ¿Ibas a venir? Estoy en París, pronto viajo a Buenos Aires, voy a estar en esa fiesta junto a vos, vos también vas a ir.  ¿De qué fiesta habla? Ah, ¿no sabías nada? lo dejo hablar, tal vez me entere de algo, tal vez haya alguna verdad en todo lo que me está contando. Mañana es Navidad, digo, ¿con quién lo pasás? No digas a nadie, dice casi en voz baja. Me quedo en casa solo pero ya armé el árbol. Ajá, digo. ¿Y cómo es ese árbol? Lleno de luces, con adornos plata y rojos como flores. Lo imagino con su soledad,

La mujer que está sola y espera*- Marcos Rodrigo Ramos

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El tren llegó puntual como nunca. Amalia miró su rostro en el reflejo de la ventanilla antes de descender y por un momento le costó reconocerse. Siempre le ocurría lo mismo cuando de un día para otro cambiaba su peinado. Es sólo cuestión de acostumbrarme, ¿un nuevo color, otra forma, alcanzan para ser otra? Era ingenuo creerlo pero cada cuarenta y cinco días exactos lo volvía a intentar. El cielo estaba a tono con su mirada, caían algunas gotas sobre el asfalto y ella sin paraguas. Logró subir al ómnibus antes que la lluvia cayera con todo su poder sobre la ciudad. Lloró por un momento breve sin entender muy bien porqué. Bien abrigada, su problema era el calzado; otro día trabajando con los pies mojados y a la noche resfrío seguro. Entró a la oficina, todavía no había llegado nadie. Dejó el sobretodo y se secó un poco en el baño, volvió a no reconocerse frente al espejo, le habían cortado demasiado el pelo. Sin embargo  se notó un aire distinguido, como de artista de pelí