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Adán de Maríass - El condenado

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El condenado Salió de su casa sin mucho apuro. -Tengo todo el tiempo del mundo -se dijo. Dio una media vuelta por la plaza Dos de Mayo, y continuó por la avenida La Colmena. El maletín casi nuevo, la camisa bien planchada, la corbata de colores diversos, el saco y el pantalón a medio camino entre el uso exagerado y el descuido. Venía como pensándose. La noche entraba en él. Recién ayer se enteró de su despido. Para aparentar una realidad que ya no le corresponde, decidió entrar y salir de su casa como lo hacía antes, para que ningún vecino se diera por advertido, siente una comprensible vergüenza. Si bien es cierto queda como un desempleado más en la larga lista de una estadística confiable, eso no le quita el sueño ni lo posterga, tarde o temprano tendrá que pagar los recibos por gastos domésticos, y eso es de carácter inevitable. A no ser que por injustificada necesidad se ponga como asaltante, dato de registro criminalístico que no debe estar en el perfil de s...

Adán de Maríass

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foto: Miguel Ángel Colán Ramos El jugador Él le dice a todo el mundo que no es un adicto, (a mí la verdad no me ha dicho nada) y que simplemente juega lo necesario. Así con ese énfasis, que cada día que transcurre se va estirando como el chicle, que tiene cautivado dentro de la boca, juega y vuelve a jugar. Sale de trabajar -es empleado bancario- a las cinco de la tarde, y puntualmente llega al casino media hora después. Entre su centro de trabajo y el casino, hay como cuatro kilómetros y medio de distancia. No quiere que ningún conocido o chismoso lo vea entrar al casino, piensa que le trae mala suerte. De lunes a sábado la vida de Alonso Montt es la misma descrita líneas arriba, sin necesidad de añadir algún vicio más. Mayormente pierde pero él insiste que insiste, y siempre se dice lo mismo: para otra vez será. Hasta que un día de esos, por fin la suerte entró sin resistencias en los bolsillos de su destino, ya le tocaba, ganando repetidamente en el juego del tragamonedas, feliz se ...