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Mostrando entradas de enero, 2012

Constanza Belén Oyarzún Morales

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¿Por qué la vida es así de injusta? Muchas veces yo me pregunto por qué mi vida es tan agradable, sin ninguna dificultad. Mi familia es de una clase socioeconómica muy alta, mi mamá es una persona egoísta que solo piensa en ella, a veces yo creo que ella necesita ayuda psicológica, porque todo lo que ella piensa se basa en ella, compras y muchos viajes. A veces me gustaría que ella fuese como son todas las madres, es decir que se preocupan por sus hijos si les pasa algo, en la parte emocional como en la salud, pero lamentablemente mi madre no es una madre preocupada por mí. Mi papá es ese tipo de hombre trabajador que nunca pasa en la casa porque según él quiere lo mejor para mi madre y para mí. Yo encuentro que lo principal en la vida de un ser humano no es el dinero, lo más importante es tener el cariño familiar que sólo tus padres te pueden dar. En la casa cuando mis padres no están yo me quedo con los empleados de la casa, ellos parecen una verdadera familia porque siempre están pr

Jorge Pérez Ruz

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El potrillo salvaje Había una vez un potrillo que era muy salvaje que lo habían encontrado en la carretera de la fruta. Un día fui con mi abuelito a vender melones al mercado de Rancagua, como nosotros llevamos pocos melones, no íbamos tan cargados. Cuando íbamos a mitad de camino nos encontramos un potrillo abandonado, nos bajamos y le pusimos una frazada encima, lo tapamos muy bien y lo llevamos a la casa. Pasaron los días y le hicimos una pesebrera para que allí durmiera el potrillo. Él era muy salvaje y no le gustaba que le hicieran cariño, lo que más le gustaba era correr y saltar. Un día fui a darle comida y vi que estaba muy triste porque se sentía muy solo, le faltaba amor de mamá. Ese día lo vi tan triste que me dieron ganas de llorar, fui hacia allá y me senté a su lado, le di leche en su mamadera y se durmió hasta el otro día. Al día siguiente en la mañana desperté, lo fui a ver y no estaba. Yo estaba muy preocupado, no sabía qué hacer, llame a los carabineros. Como había do

Isidora Magdalena Azúa Lizana

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El deseo eterno Los años pasan pero jamás olvidaré este día, o mejor dicho estos meses, este año en especial. Mi deseo más grande era tener un hermano que ahuyentara mis momentos de aburrimiento, calmara mi temor y me acompañara hasta el resto de mi vida. Sin embargo ese deseo parecía inalcanzable ya que año a año se hacía eterno sin esa personita a mi lado. Mis 6, mis 7, mis 8, mis 9, mis 10 y finalmente mis 11, mis dulces 11 años. Jamás pensé que este año se cumpliría mi deseo eterno y tampoco me imaginé que iba a ocurrir la pesadilla más maldita de mi vida ... ahora iré al grano, comenzaré a relatar lo ocurrido comenzando del principio del 2011 y un poquito del 2010. Mayo 2010: a cada paso una hoja caída de los árboles. Iba de regreso a casa tras un extenso día de estudios, agotada y casi sin ánimos abrí la puerta de mi casa, tiré la mochila y me senté en el sillón. Mi mamá me aguardaba sonriente y me dijo: tendrás un hermano o una hermana. Con esa frase recuperé los ánimos y empecé

Araceli Otamendi

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Cuando baja el sol Dicen que el crepúsculo, cuando baja el sol, cuando se va ocultando y el cielo se torna de color rosado, es la peor hora del día. Nos desconectamos, nuestra atención disminuye, debemos aflojarnos y es mejor no hacer nada. Puede ser, al menos eso lo decían cuando aprendí a manejar. No salgan a la ruta a la hora del crepúsculo cuando el sol baja, repetía el profesor una y otra vez. Y si están viajando paren, estacionen el auto en alguna estación de servicio y esperen a que se haga la noche, que haya oscuridad. Será por eso que muchas veces, a esa hora, que también llaman la hora del llanto cuando se trata de bebés, salgo a caminar. Es que debe ser la hora en que llorábamos cuando éramos chicos, la incipiente oscuridad, el cielo rosa nos va avisando que el día se va a terminar. Es también la hora en que lloraban mis hijos sin motivo, hasta que el médico me lo enseñó, como el profesor que me enseñó a manejar: a esa hora nos desconectamos, es la hora de la angustia en los

Araceli Otamendi

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La Cruz del Sur " Oh, Cruz del Sur, oh trébol de fósforo fragante, con cuatro besos hoy penetro tu hermosura [...] luciérnaga a la unidad del cielo condenada, descansa en mí, cerremos tus ojos y los míos. Por un minuto, duerme con la noche de los hombres. Enciende en mí tus cuatro números constelados [...]" Oda a la Cruz del Sur, Pablo Neruda. Una lluvia fina, insistente, lo va empañando todo. Hoy es la noche del fin del mundo, como lo fue alguna vez para mí cuando me fuí del pueblo donde había nacido a vivir a la gran ciudad. Voy a enterrar una porción de noche en la tierra redonda de una maceta, donde enterré a mi gata blanca alguna vez y donde ahora renacen plantas y flores en lugar de los huesos del dulce animal. Ahora voy a enterrar una porción de noche, pero no de una noche cualquiera, sino de una porción de noche de Navidad. Nunca fuí a Mau-Mau, era demasiado chica para ir ahí. Nadie quería llevarme, los grandes se divertían, yo observaba. Me preguntaron en esa época q

Araceli Otamendi

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El Día de San Valentín (II) El redoble de los tambores ahi en la playa, las fogatas cercanas que los adolescentes han iniciado en la noche, el sonido de alguna guitarra, el canto de los pájaros van anunciando el alba. Salgo a caminar por la arena, Horacio duerme. Cuántas cosas pueden hacer que el dolor de cabeza me parta en dos, cuando las fieras que yacen dormidas en el inconsciente empiezan a golpear como el sonido de esos tambores. Fieras, preparadas para salir en cualquier momento. ¡Malditos animales! Se enroscan en el fondo del alma, un descuido y saltan. Será por eso que camino ahora cerca del mar, miro el horizonte, lavo mis pensamientos con el verde y el azul del agua. Horas atrás, apenas algunos días hace, se ha casado Laura. Fue hace poco, el 14 de febrero, Día de San Valentín, que según dicen, es el día de los enamorados. Debe ser una de las últimas deudas que había que pagar. Recién empieza el año y estoy en la arena, bordeando el agua, haciendo el primer balance, el debe y

María Alicia del Rosario Gómez de Balbuena

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¿Cómo no buscar a Jesús? Hacía mucho tiempo que ya nada lograba emocionarme, hasta ese día. Caminaba descalza por las arenas blandas de aquella orilla correntina- mezcla de tierra y ladrillo picado- mientras desataba recuerdos y cansancios apilados en algún rincón del corazón, tratando de encontrar la magia de una sonrisa que lavara las heridas del alma, cuando el horizonte me devolvió otra imagen: La de un pequeño que jugaba más allá... Acerqué mis pasos hasta él, que ni siquiera los advirtió –o al menos eso me pareció- y me acuclillé a su lado. Los dos mirando al frente. Los dos atrapando las luces que cabalgaban en la cresta de las aguas, cedidas por la redonda luna del Taragüi... Ambos en silencio por bastante tiempo. De pronto sentí necesidad de saber y hablé, aún mirando las aguas que ya me devolvían luces y sombras… -¿De dónde sos amiguito?- -No tengo amigos yo- , me respondió con voz transparente, casi vacía. Vengo a buscarlo -¿Al río? ¿A estas horas y solo? -Sí. A estas horas

Oscar Armando Bidabehere

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No lo sabes " El tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante" Octavio Paz El aromo está en flor. Dueño y señor. Semeja un pavo real, verde pálido, agitando su plumaje, orlado con guirnaldas amarillas. Es invierno. Julio. Los árboles de hojas caducas, en su muda desnudez, llevan la desolación de la intemperie sin fin. Desarraigado, atravesando vaivenes laborales donde la monotonía ha estado ausente, después del naufragio, mi cansado cuerpo ha encontrado refugio en las inmediaciones del arroyo Tapalqué, al pie de suaves elevaciones que prologan las Sierras Bayas, de donde emana una energía telúrica que imanta a quienes deambulan entre su bosque de fresnos y las estribaciones rocosas, a pesar de las heridas, que en su roja cresta, le propinan los mazazos del hombre. Me hallo transitando, quizás, la curva final, viendo crecer lo que he plantado, dándole guarida a los pájaros, lejos de caza