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Mostrando las entradas etiquetadas como concurso Leyendas de mi lugar

Lorgio Ángel González Dalmau

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Roberto Matta, La composición con tonos verdes Cayajabos* “Hay su misterio en  lo que un ser humano necesitado puede llegar a creer. Es el caso de Cayajabo.” Guido volvió a recorrer con la mirada su auditorio. Calculó que sería cerca de la medianoche aunque el velorio aún se mantenía nutrido porque el suicidio de Moncho, profesor  joven y simpática persona, lo había sentido todo el pueblo. Además, según Manuel, todavía Navaja estaba investigando en un video la causa del suicidio y la gente quería saber. Tendría tiempo y auditorio para otro relato si lograba que  Ruly y Bartolo, el aspirante a poeta, no le desviaran el asunto. “...Por estos rumbos las creencias en la santería, paleros y  babalaos, no son muy fuertes, dice el Historiador que predominó el Espiritismo de Cordón,  por la composición étnica, que la influencia del vodú haitiano es más al Este, para mí es como decir que había pocos negros en la zona. Pues eso de la brujería tiene sus cosas. Aqu...

Ricardo Raúl Biglieri

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    Club Sportivo Barracas - Serie Los clubes (c) Alejandro Lypszyc  El club del barrio*           Para quienes peinan blancas canas o en algunos casos éstas ya se han marchado, cuantos recuerdos gratos nos trae este tema.           Mi club era el todos los habitantes que en un radio de cinco kilómetros circundantes, concurríamos a él porque enclavado en la llanura bonaerense era un “club de campo”, donde sus habitué era esos agricultores, toscas sus manos, pero amplias para dar en un apretón sincero, todo su afecto y la seguridad de que lo que se pactaba no había necesidad  de firmar un documento.           Producto de mi generación anterior que no escatimó esfuerzos para tener un lugar de reunión, luego de sus rudas tareas diarias, donde expresar sus recuerdos de una Europa que se debatía en guerras, de la cual habían huid...

Julio Picón Ponce

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Taba Cué Tendría 7 u 8 años, no recuerdo bien la fecha, solamente los hechos, las circunstancias y el misterio. Frecuentemente acompañaba a mi abuelo hasta una chacra usufructuada en un paraje llamado Yvyra`i, donde tenía una pequeña huerta de batatas y mandiocas. Yo ayudaba, a pesar de mi corta edad, removiendo la tierra adyacente a los tallos y tubérculos. Mi abuelo, mucho más fuerte y vigoroso, se encargaba de arrancar de raíz las plantas de mandioca, lo que demandaba un esfuerzo importante. Siempre salíamos temprano, como a las 7, más o menos. Previamente nos devorábamos un majestuoso desayuno hipercalórico, con mate cocido y un revuelto de huevos y carne. Ese día, tomamos el arenoso camino que se extiende hacia el oeste, continuando la calle San Luís del Palmar sobre la que estaba mi casa. Yo iba montado sobre un caballo, viejo y manso, al que llamábamos “Moro”. Pasamos por el frente de la escuelita Bolaños y seguimos hacia nuestro destino, primero por otro camino arenoso y lue...

Susana Irene Astellanos

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Fernando Fader, La mazamorra Los ojos de la sierra*    Martina llegó con sus abuelos a San Luis, viviría con ellos en las afueras de una pequeña villa turística dedicándose a la elaboración artesanal, bien artesanal, de aceite de oliva, conservas de aceitunas y algún dulce que completara la oferta a los visitantes. La niña había quedado sola después de la muerte de sus padres y sus abuelos decidieron volver a sus pagos para criar mejor a su nieta, lejos de recuerdos tristes.    La villa, con vocación de gran destino turístico, tenía por entonces muy pocos habitantes, la mayoría aborígenes muy ajustados a sus costumbres y creencias ancestrales. Supo ser tierra de comechingones, dueños absolutos del terruño, compartiendo su riqueza sólo con los animales, algunos de ellos intimidantes y generadores de respeto. Juan era descendiente de esos primeros pobladores, conoció a Martina en una de sus largas caminatas en aquel verano donde el tiempo sobraba más que en otr...

Carolina Pérez

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Garganta del diablo - (c) de la fotografía Araceli Otamendi El viaje de Isabella* El diablo enfurecido hace gárgaras con las piedras y expulsa su aliento fresco en forma de vapor. El agua estalla contra las rocas y brama. En el horizonte, el cielo descarga relámpagos sobre el Iguazú. Entrar en la Garganta del diablo con el farol de la luna llena, tiene el vértigo de la alucinación. “El calor es inmenso. Hace meses que no llueve,” dijo la mujer y dejó un juego de toallas. La más nueva, todavía conservaba los hilos que dibujaban “ Hotel Buen Día ”.  Me acosté vencida por el sopor del mediodía. El último pensamiento que recuerdo, antes de abandonar la vigilia, fue “no sé cómo será Macondo, pero seguramente debe tener algo de este lugar... más allá de la soledad, claro”. El sonido del viejo teléfono a disco me despertó. “Tiene una llamada desde Buenos Aires señora, es de parte de Carlos. Bueno señora, sí señora,  le digo eso. No, el ventilador funciona, lo que pasa es q...

Rafael Ángel Valladares Ríos

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Joan Massanet, Visión surreal Rafael Ángel Valladares Ríos El sobresaltado amanecer de la Señora Nuila* Poco a poco despuntaba el día, y pasmosamente todo aparecía transfigurado por la tenue luz del alba. El horizonte comenzaba a alumbrarse, en su lejanía mística e inalcanzable, con tintes de anaranjado añejo; tonos evocadores del fuego en redención. La brisa soplaba tímidamente, sin estorbar, cargada de hálitos agradables y perfumes que encontraban su nacimiento en las entrañas de las húmedas y cercanas cordilleras, en las diáfanas aguas de los ríos cantores, o del más lejano y ansiado mar. Se escuchaban rumores apacibles, bullicios de numerosos insectos que anunciaban el fin de sus himnos farfulladores y la hora póstuma de la noche. Absolutamente todo abrazaba nuevamente la vida que viajaba, desde el cosmos oscuro y vacío, hasta el nuevo sol ardiente de aquella mañana profusa. En la más grande y extensa hacienda del pueblo de San Francisco de Yojoa, nadie despertaba aú...