Magda Lago Russo
Con la miseria a cuestas Alejo había llegado al Pueblo de la Caridad cuando la muerte de sus padres y el abandono de sus hermanos lo hundieron en la soledad. Su vida no fue nada fácil, la vida en su casa se tornaba imposible el padre no entendía que sus quince años afloraban plenos, deseando salir de ese entorno que lo asfixiaba. Veía pasar los días iguales salir a la madrugada en el carro, recoger la basura. Regresar. Clasificar durante cuatro o cinco horas. Por un lado el papel, por otro los plásticos, los vidrios más allá y la comida para el caballo. Ellos comían lo que le dejaban los panaderos o la verdura de los puesteros de las ferias. Alejo rechazó siempre el olor a la basura que se le metía por las manos y le impregnaba la piel. Desde los ocho años, el mismo trabajo, levantarse...