Ángel Brichs
Castillos y leyendas Vagando un día por un bosque hallé un castillo. Las madreselvas y zarzales lo envestían de pleno y la piedra, casi destruida por los años pasados pictográficamente, la ceñían de un rojo violeta oscuro. Entré en el patio, el cual, lleno de escombros era donde se había derramado sangre de guerreros y mortales indefensos en saqueos y sitios. Pero ese castillo no; estaba conservado como si un vulgar fregón estuviese limpiándolo día y noche (pero sólo la parte de la antecámara). Candelabros había por todos lados, y no normales sino con una incrustación de marfil y bronce tallado a la piedra y en cuanto a las almenas, estaban cubiertas por una serie de nidos de aves que qué se yo cómo eran... Mirando el castillo se me hizo de noche y aún el ocaso solar ni había la luna alcanzado su cenit cuando una columna de murciélagos surcó el aire con impetuosa algarabía. Iba sólo y me había perdido. Naturalmente me refugié en la torre más alta; lo que me encontré era increíb...