Tomás Juárez Beltrán

Chicles eran los de antes Mi abuela Rita decía que mascar chicles era bueno para los dientes, que ella jamás había tenido caries, que no usaba cepillo ni pasta dentífrica. Recuerdo que compraba sus gomas de mascar en una distribuidora del Mercado Sur y las escondía en su dormitorio, a resguardo de manos traviesas. Tenía un hábito curioso. Cuando terminaba de almorzar se sentaba en una vieja poltrona de madera y, durante un buen rato, mascaba un chicle doble “Zambomba” que luego guardaba adentro de un pañuelito para volver a usarlo a la noche. De esa manera, un chicle le duraba una semana. A veces me convidaba uno; otras veces yo los robaba. Así, durante años, me especialicé en inflar globos inmensos que explotaban en mi cara, siendo imposible quitarlos de la nariz sin recurrir al agua caliente. Debo reconocer que mi abuela era una persona muy buena. Yo era un mocoso insoportable. Sin embargo, ella me colmaba de privilegios: preparaba mi merienda para el colegio, mantenía mi ropa p...