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Mostrando entradas de febrero, 2012

Araceli Otamendi

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La familia disparate * Las dos mujeres están reunidas en una habitación mientras los dos niños juegan. Mientras una de las mujeres, Diana, anota algo en un papel, la otra, Patricia, ensaya una música en el yamaha y tararea "a mi me vuelve loca tu forma de seeerrrrrr, a mi me vuelve loca tu forma de seerrrrrr" (1). —Pará aquí —dice Diana. —¿Por qué? —Porque ahora tiene que aparecer la tía, la tía gorda. —¿Y quién va a hacer de tía? —No sé, todavía nadie quiso el papel, cualquiera, cualquiera que quiera hacerlo. Hace más de dos horas que ensayan la obra que representarán en la escuela de los niños. Ya han escrito los diálogos, diseñado la escenografía y el vestuario y han elegido la música de Los Decadentes. Patricia está entusiasmada con el yamaha, hace tiempo que aprendió a tocar música ahí pero el hombre con el que estaba casada, un médico, no era justamente un hombre alegre y no le gustaba que su mujer se dedicara a las artes. Patricia también estudia cine, tiene una cámara

Guillermo Tedio

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Tras el antifaz hay un aroma* Mis relaciones con Susana caían inevitablemente al piso. Era un final sin el alboroto de las recriminaciones gritadas y quizás por eso mismo doloroso, porque un escándalo de maldiciones y golpes como el zafarrancho que a diario vivían nuestros vecinos de piso —el gordo Cepeda y su mujer—, quebrándose platos en la cabeza, arañándose la cara y mandándose al infierno, daba la posibilidad de enmascarar con el ruido los remordimientos y esa molesta y doble percepción de sentirse agresor y agredido pero en cambio, aquel naufragio silencioso —la cobarde fuga de nuestras caras— hacía más duro el porrazo de la caída. Unas veces era el hombre —otras la mujer— quien metía a la carrera varias mudas de ropa en la maleta y salía del apartamento, tirando la puerta y gritando que se largaba para siempre jamás. Y al día siguiente ya estaba el muchacho del Jardín Americano trayendo el proverbial ramo de gladiolos con una tarjeta en la que el gordo arrepentido pedía perdón y

Ernesto Escobar Ulloa

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El héroe Sonugla Sonugla, no sé del mundo. ¿Del futuro que sé? ¿Del espacio si abandonara el tiempo? ¿Quedaría renco, sin curva? ¿Caminaría sin cabeza como el gallo que mi abuela mató en el jardin? El día irrepetible de su muerte hizo irrepetible su vida. El cortejo fúnebre prendió la llama que los alumbró en la caverna. Por aquello que sintieron, al espíritu que los alentó lo llamaron "aire", porque solo el aire hacía hablar las ramas con las que forjaban pinceles. A la roca la llamaron "abertura", como llamaban a la ventana que cada amanecer cruzaban rumbo al bosque, habían conseguido mirar a través de ella. A la tinta le pusieron "río", por deslizarse gracias a una corriente interna superior a sus fuerzas. Entonces alguien dijo: "el río trae pero también lleva el río". Nadie se opuso a la facultad de nombrar ni supieron localizar el sentimiento que a todos pesó, por entrar en el campo del "saber oscuro". Un "saber claro" er

Araceli Otamendi

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Origen de los pájaros Ella lloró mucho hasta quedar seca. El especialista la decepcionó, le quitó toda esperanza. Entonces todo dio vueltas y giró mil veces a su alrededor hasta que se quedó dormida, casi muerta. Nunca podría tener hijos. Iba a escapar del tiempo, a vivir fuera de él. Se fue a vivir a un bosque donde siempre era otoño, a una pequeña casa de madera y techo de vidrio. A través del cristal se podían ver las estrellas titilantes, burbujeantes, todo estaba tan cerca. Se podía alcanzar una estrella estirando la mano. Le pareció escuchar una respuesta y como si alguien le dictara al oido buscó arcilla del río y la trajo a su casa. Esperaba que se fuera el sol y cuando se encendían los grillos iniciaba su paciente tarea. Primero la cabeza, luego las manos, el torso, los pies, las piernas, los brazos. Los niños de barro nunca tenían sexo. Hizo miles y miles. Los cocía en un horno de barro y los apilaba dentro de la casa. Así durante años. Hasta que fue casi vieja y sus manos se

Araceli Otamendi

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Flores rojas para Sebastián "Soy, en gran medida, la misma prosa que escribo. Me desarrollo en fragmentos y párrafos, me convierto en puntuaciones y, en la distribución desencadenada de las imágenes, me visto, como los niños, de rey con papel de diario, o, en el modo como creo el ritmo de una serie de palabras me corono, como los locos, de flores secas que siguen vivas en mis sueños ". "Jamás desembarcamos de nosotros. Nunca arribamos a otro, a no ser convirtiéndonos en otros a través de la imaginación sensible de nosotros mismos ". Fernando Pessoa Flores rojas para Sebastián. Lindo título para un cuento pero ¿quién es Sebastián? ¿por qué flores rojas?. La cara de Almodóvar viene a la memoria. Tal vez una película, un guión, no sé. Y para colmo no conozco a ningún Sebastián. El nombre me gusta. Ahora, ¿cómo unir el nombre, a Sebastián, el barco donde estoy y el director de cine? Navego a la deriva, me dejo llevar por la corriente más profunda, más impetuosa, donde s

Rodolfo Modern

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De serpentibus e mulieribus ¿Quieren datos, quieren precisiones? ¿Datos y precisiones, precisiones y datos? En nombre de mis congéneres yo, hembra emancipada entre las serpientes de coral (¿no poseemos una piel adorable, que resalta en carteras y zapatos de mujer?), asumo la responsabilidad de mis dichos. Que me compete también como miembro fundador y presidente vitalicio de la SOCDERCOMUNISER (Sociedad por los derechos de la comunidad universal serpentaria), cuya personería jurídica se encuentra actualmente en trámite. Pero ya se sabe lo que es la burocracia. Hasta entre nosotras. Calumniadas, difamadas, vilipendiadas, odiadas, despreciadas, sojuzgadas, torturadas, perseguidas, postergadas, pisoteadas, tal es nuestro presente. Datos, precisiones, mil veces sí. Porque no fuimos nosotras quienes iniciamos las hostilidades, quienes creamos los mitos, vale decir, las mentiras, difíciles de sostener por una mente medianamente racional y normal. Como ocurre en un libro gordo, me contaron, d