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Mostrando entradas de julio, 2010

Alberto Ramponelli

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Ellos Ni siquiera hace falta esperarlos. Uno detrás de otro, llegan. Sin pausa, sin descanso. Llegan. ¿Quién dijo que la espera sin concreción es mala? Esto es mucho peor. Preferible estar al borde del desierto esperando a los tártaros y que estos se demoren infinitamente. Mil veces preferible. Porque acá sí llegan. Uno detrás de otro, llegan. No nos dan tregua, nos dejan vacíos, sin tiempo para pensar, sin un remanso de quietud donde cultivar un conflicto hecho de tedio. Ni siquiera podemos aburrirnos. ¿Quién puede vivir así? Llega la noche, y ellos. Llega el día, y ellos. Ellos, ellos. ¿Rendirnos, quizás? No podemos. Nadie sabe por qué, pero no podemos. Desearíamos lavarnos en viejos fuentones, aunque más no sea, criar un perro, demorarnos un poco en la sobremesa. Pero no. Ellos. A veces incluso nos encerramos en el baño a fumar un cigarrillo, pero enseguida una mano golpea imperiosa la puerta. No hacen falta palabras, el tac, tac, tac, impaciente, dice: vienen, vienen, ellos vie

Magda Lago Russo

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Lluvia de estrellas ...                              Todos los días al caer la tarde, se sienta en el zaguán de la casa abandonada con el mismo cachorro, dos o tres bolsas nauseabundas que va dejando a un lado y acomoda unos trapos para recostar la espalda, cansada de andar todo el día, recorriendo sin rumbo las calles. El rostro curtido y sucio, el pelo enmarañado, que no sabe de peines ni lavados, sostenido por un moño desgreñado. Apartados a un lado, apenas una frazada, un paraguas, una botella de vino medio vacía y una cajilla donde guarda los pedazos de cigarros recogidos por las veredas, bajo los cordones o  en las plazas... Vestida para todas las estaciones, igual en invierno que en verano,  aclimatada de tal manera que no siente ni frío ni calor. Cubre sus manos en invierno con guantes de medios dedos por donde aparecen uñas negras escamadas. A ratos bebe de la botella, enciende  un medio cigarro que acomoda al costado de los labios. Con la mirada brumosa y lejana, no

Juan Sebastián Ferrón

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Comunicándonos   Ayer hablamos del deseo. Anunciamos que ambos nos deseamos, pero además deseamos a solas. Ella dijo que le encanta jugar con su mirada, con la mirada del Otro. Jugando se encuentra, se atreve y va en busca de la mirada. En cambio yo, no puedo jugar. Ese juego me resulta fatídico, suicida. Colgarme de una mirada, implica entrar en la locura. Y la locura es silencio, y yo espero el silencio a la hora de mi muerte, silenciosamente me mantengo y espero.   Regresión En sueños puedo ver claro. Los dos tirados en la cama observándonos. Yo sé que ella me observa, pero no ve. Sin embargo, puedo sentir que desde un rincón de la habitación sedada, alguien me ve. Yo no quiero ver, pero puedo observar que la mirada proviene del placard. La puerta entreabierta deja escapar un halo de luz roja. Yo no quiero ver, pero sin embargo voy a su encuentro y entonces abro la puerta de par en par y puedo encontrar mis ropas, y las ropas de ella. Cuelgan prendas límpidas, algunas

Carlos Meneses

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                                                        EL  VIAJERO         Viajaba sin darse pausa. De un avión a otro. Igual  con trenes y autobuses. Siempre al llegar al nuevo destino se preguntaba: ¿de quién estoy huyendo? Sus respuestas eran oscuras o no las había. Cuando llegó a Roma se sorprendió preguntándose: ¿soy un fugitivo? Procuró borrar esa pregunta de su memoria. Estando en Alexandría , la interrogación fue otra: ¿quién soy? Hubo respuesta, lo hizo temblar.                                                    EN EL  CIRCO    Ladraba a la perfección. Rugía como el rey de la selva. Relinchaba como un caballo de pura sangre. Su domadora, sin soltar el látigo, lo premiaba con un beso. Cuando terminaba el trabajo se iban  a casa. El zurriago pasaba a manos masculinas. El trabajo del hogar a las femeninas.                                                 SOLO EL  MAR     Le tenía miedo al mar. Lo veía siempre como un dios enfurecido. Le suplicó calma. L