La casa de los colibríes - Araceli Otamendi

La abertura apareció al alba, un vacío repentino en la pared como si la realidad hubiera olvidado completar el dibujo. El anochecer llegó sin transición. Nada se veía. La oscuridad lo cubría todo. Ya en la calle, allí estaba ella, la mujer caminando a mi lado, escalaba el desmoronamiento, el montículo de tierra que impedía cruzar al otro lado. Era una mujer con unos cuantos años encima, sin embargo caminaba con la seguridad de quien sabe atravesar zonas difíciles, a veces imposibles de escalar y no caer. Al alcanzar el suelo, la mujer siguió caminando. La luz volvió, las calles habían rehecho sus pactos. La vitrina, que exhibía flores ahora también exhibía herramientas inmaculadas, afiladas, como palabras antes del discurso. Encontré una construcción casi familiar, la casa, ¿de quién? Y entré. Dentro, un hombre y una mujer preparaban vegetales, casi con ritmo. Ninguno de los d...