La casa de los colibríes - Araceli Otamendi
La abertura apareció al alba, un vacío repentino en la pared
como si la realidad hubiera olvidado completar el dibujo.
El anochecer llegó sin
transición. Nada se veía.
La oscuridad lo cubría
todo.
Ya en la calle, allí
estaba ella, la mujer caminando a mi lado,
escalaba el desmoronamiento, el montículo de tierra que impedía
cruzar al otro lado.
Era una mujer con unos cuantos años encima, sin embargo caminaba
con la seguridad de quien sabe atravesar zonas difíciles, a veces
imposibles de escalar y no caer.
Al alcanzar el suelo, la mujer siguió caminando.
La luz volvió, las calles habían rehecho sus pactos.
La vitrina, que exhibía flores ahora
también exhibía herramientas
inmaculadas, afiladas, como palabras antes del
discurso.
Encontré una construcción casi familiar, la casa,
¿de quién? Y entré.
Dentro, un hombre y una mujer preparaban vegetales, casi con
ritmo.
Ninguno de los dos levantó la mirada cuando los colibríes llegaron.
Los pájaros eran muchos, los colores vibraban y revoloteaban en la
cocina, producían un zumbido, el ritmo del aleteo
era música.
viejo.
Cada aleteo nombraba
una parte de mí que creía muda.
A través del ventanal, la mujer que había escalado la montaña de
tierra, se convertía en parte del paisaje nuevo. Sus pasos quedaron
como señales luminosas sobre el pavimento.
En la pared
creo ver la abertura, sigue susurrando.
Y en algún lugar que no es este, los colibríes trazan el mapa secreto
del vuelo.
© Araceli Otamendi
Ciudad de Buenos Aires
https://revistaarchivosdelsur.blogspot.com/p/araceli-otamendi-escritora-y-periodista.html
imágenes creadas con IA
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