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Mostrando las entradas etiquetadas como cuentos breves

La mirada de Delon - Araceli Otamendi

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        Esa noche, Juan me invitó a ver un film de Alain Delon. Dejamos los apuntes de la facultad, compañeros agotados por los exámenes, y nos refugiamos en un cine de la calle Lavalle. El film, puro magnetismo, nos hipnotizó. Al salir, bajo un cielo bordado de estrellas, Juan me tomó la mano y, con el corazón al descubierto, se declaró. Estuvimos juntos cincuenta años. Construimos una vida: hijos, nietos, recuerdos cosidos con amor. Pero Juan se fue, apagado por un amanecer frío. Ahora, en la soledad de mi casa, miro nuestra foto y siento que la mirada de Delon, intensa y eterna, me lleva de vuelta a esa noche donde todo empezó. © Araceli Otamendi Ciudad de Buenos Aires Foto de Alain Delon: de la tapa del libro A pleno sol (El talento de Ripley, de Patricia Highsmith, editorial Anagrama, foto de Alain Delon en el film A pleno sol de René Clement Araceli Otamendi (Quilmes, Provincia de Buenos Aires) vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde los ...

Cuentos breves - Krzysztof T. Dabrowski

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  imagen: Raquel Forner, El encuentro Los dilemas cósmicos   Dos Xerrans, en la nave espacial intergaláctica XC705:   - ¿Se los contamos? - preguntó Ghu   - ¿Para qué? - Dijo Ghi.   - Bueno, deberían saberlo.   - ¿Que no existen? ¿Por qué sabrían eso?   - ¿No te gustaría saber?   - No, no lo haría.   - Por cierto, es curioso que hayan pasado cinco años desde 2012 y ninguno de ellos haya sospechado nada.   - Es bueno que subimos las mentes de todos los humanos al sistema antes del fin del planeta.   - Qué espléndido que hayamos hecho la simulación de la Tierra. Dos Meenaans en la nave interdimensional Naamaaste:   - ¿Vamos a decirles a los Xerrans que se fueron?   --- Viviendo una muerte lenta   Su vida miserable fue una confirmación de que uno muere desde el momento del nacimiento. A lo largo de su vida, se quemó lentamente. Ese maravilloso resplandor de la juventud se desvaneció ...

Cuentos breves - Krzysztof T. Dabrowski

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  "El destino del perro" Fafik se acerca a su dueño moviendo la cola. Su dueño no se fija en él. Como siempre. Solía ser una buena persona, jugaba con él pero ya no. Fafik escucha su nombre. El hombre se lleva algo a la oreja, dice al aire:  - Extraño a Fafik. Tienes razón, el fin del luto. Es hora de una nueva mascota. Va al refugio. Fafik entra en el cuerpo de un perro de refugio y saluda a su antiguo dueño.  - Tomaré esta. Volviendo, el hombre le dijo al nuevo perro:  - Sabes, realmente me recuerdas a alguien. "El último viaje de Adam Ogorek" Adam Ogorek cumplió 30 años ayer. Tenía un doble motivo para celebrar. ¿Por qué? Porque también terminó de trabajar en una máquina para viajar en el tiempo. Al día siguiente, diez años en el futuro, se encontró con un espectáculo dedicado a la memoria de un científico que inventó la máquina del tiempo. El genio murió de un ataque al corazón poco después de que se completara la invención. Adam sintió un ...

Recaló en Buenos Aires - Araceli Otamendi

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                                  "Hay que ayudar al poeta"                                         Armando Buscarini La tarde de un bochornoso 12 de febrero, de un año del siglo XXI, entré a un bar de la Avenida Paseo Colón. Había un sol rojo en el cielo y nubes blancas con formas de animales, hacía demasiado calor para andar por la calle. Me senté cerca de una ventana, y puse los tres libros que traía, en la mesa. Uno de ellos, era de Armando Buscarini, el poeta bohemio y pobre que había sido concebido en Buenos Aires, hijo de una mujer española que había venido a buscar suerte a esta ciudad y un mari...

Abel Espil

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La Margarita                        dedicado a Sara Owenn de Pistocchi La conocí de niño a la Tía Sara Owenn--hija de Galeses- . Le compraron a mi madre, una pequeña casa con un extenso parque, pocos árboles y ninguna flor. "Ya llegará el pájaro con una semilla en el pico y elegirá algún lugarcito" Siempre la Tía repetía estas palabras. Llego el día . Al fondo, en el medio del parque,creció lentamente una margarita. Era verano. Algunos de los chicos, asesorados por la Tía Sara, le poníamos -- al no tener sombrilla -- un enorme paraguas negro, que la protegía del fuerte sol. Al llegar el otoño, le cortábamos todos los pétalos, esperando los fuertes vientos. Con la primavera se puso hermosa, grande, erecta y muy blanca. Siempre estuvo en el mismo lugar. La Tía ,con un mate en la mano se acercaba por las mañanas a ella, se secaba la mano izquierda---en un delan...

Amanda Pedrozo Cibils

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Amanda Pedrozo Cibils en las III Jornadas de Mujeres Escritoras en San Pablo, Brasil (2010) Eclipse -El ojo de Dios -dijo, mirando el sol rojo que sorbía las sombras, aún aquellas sedosas de los ojos de ella, su único amor que también sería el último (porque los vaticinios). Era tan fácil subir así los peldaños de piedras, con ella respirando a su lado como los pájaros, iluminada por las antorchas de aceite y él podía ver a refilones la piel rojiza y el sudor de su amada llorando sin sufrimiento entre los arañazos de fuego y la fascinación de los hombres, esa muchacha de caricias adivinadas que duraban más allá de la piel y que, ahora sí, en medio del sopor y el delirio del sagrado brebaje cantaba como una niña estremecida y sexual. Cuando el sol rojo se tragó de un soplo todas las sombras y ya era sólo un anillo de oro en la oscuridad el pueblo suplicó de rodillas al ojo de Dios y el aullido llegó hasta las caderas vírgenes d...

Araceli Otamendi

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(c) Araceli Otamendi El perfume Adriana se había despedido, ya, del cuarto marido. El último. Dijo que no quería casarse más. Cuando la conocí, integraba un taller literario. Era mucho mayor que yo. Esa mujer, Adriana, me intrigaba. Escribía, sí, escribía, pero escribía sus historias. Me divertía escucharla. Yo tenía otra opinión de la literatura. Una de las historias que más me divirtió, al escucharla, fue la del cuarto marido. Tenía tanta experiencia, Adriana, para una mujer joven, como era yo, cuando la conocí. Parecía que se las sabía todas. De la a a la z. Se conocía todo el diccionario. Pasaron los años y nos hicimos amigas. Ya ninguna iba a un taller literario. Yo los había recorrido a casi todos. Ella, los había abandonado. Las circunstancias de la vida o la vocación, hicieron que yo siguiera escribiendo y ella siguiera contando sus historias pero ahora, en confidencia de amigas. Una de las historias de Adriana que más me divertía era la del cuarto marido. Y sí, tal vez, ...

Araceli Otamendi

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Película Mientras desde el televisor sale la frase contundente: - si te hubieras casado con Gustavo Rodríguez (la pronuncia una suegra bigotuda dirigiéndose a la hija todavía joven y casada con un poco querido yerno), es una película blanco y negro, cine nacional, no sabe la fecha.  Laura mira la calle a través del vidrio de la ventana. ¿Qué puedo decirle? El discurso es interminable. Dijo Gustavo Rodríguez pero podría haber sido Pedro Pérez, Raúl López, Eduardo Martínez, Ignacio García, cualquiera. Porque nadie le venía bien. -          ¿No es cierto? – pregunta la vieja mientras Laura asiente ¿asiente? Mientras camina por el living, va hacia la cocina a poner el agua para el mate. -          ¡Nenaaaa! -          Síiiii, mamá – asiente pero sin ganas porque las palabras la hacen pensar y piensa en Gustavo, en Pedro, en Raúl, en Eduardo, en Ignacio…en cualqui...

Magda Lago Russo

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Antonio Berni, La muerte acecha en cada esquina, óleo sobre lienzo, (de la muestra en el Malba Antonio Berni y sus contemporáneos) Miedo                                                                     Camino ligero, por una calle solitaria, los altos árboles, con sus ramas desvalidas de hojas se alzan hacia el cielo plomizo, como brazos pidiendo ayuda. La noche está completa, envuelta en una manta oscura, nadie camina por esa  calle, trato de correr, mis piernas no me responden, pegadas a las baldosas que por momentos  parecen moverse agitadas por un ser subterráneo. Un viento helado corta mi cara y no me permite adelantar, lento, logro dirigir mis pies para dar pasos largos, no lo logro, avanzan poco.  Estoy en medio de la noche, sola, con ...

Cristina de la Concha Ortiz

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Miradas* Al ir de regreso a casa miré, ya se había hecho inevitable, tenía que hacerlo. Allí estaba, en su esquina acostumbrada. Me detuve para pasar el tope sin quitarle los ojos de encima. Atraía enormemente mi atención. Me miró indiferente con sus ojitos maltratados, su cara parecía enrojecida por la vestimenta o acaso por la displicencia que le causaba esa forma de vivir en medio de cajas y papeles, de latas y botellas, todo en perfecto orden colocado en su recoveco de la esquina de esa calle.       En un principio, cuando descubrí su existencia, trataba de no verla, después lo hacía de reojo, pues no podía evitarlo, escondiéndome del alcance de su vista, disimulando. Un día, me percaté de que a ella no le importaba.       Ahora, la veo cada vez que paso y eso es casi todos los días. Cruzamos las miradas y continúo mi camino. (c) Cristina de la Concha Ortiz Tulancingo - México *Miradas está publicado en el libro Historia de un...

Alberto Ramponelli

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Ellos Ni siquiera hace falta esperarlos. Uno detrás de otro, llegan. Sin pausa, sin descanso. Llegan. ¿Quién dijo que la espera sin concreción es mala? Esto es mucho peor. Preferible estar al borde del desierto esperando a los tártaros y que estos se demoren infinitamente. Mil veces preferible. Porque acá sí llegan. Uno detrás de otro, llegan. No nos dan tregua, nos dejan vacíos, sin tiempo para pensar, sin un remanso de quietud donde cultivar un conflicto hecho de tedio. Ni siquiera podemos aburrirnos. ¿Quién puede vivir así? Llega la noche, y ellos. Llega el día, y ellos. Ellos, ellos. ¿Rendirnos, quizás? No podemos. Nadie sabe por qué, pero no podemos. Desearíamos lavarnos en viejos fuentones, aunque más no sea, criar un perro, demorarnos un poco en la sobremesa. Pero no. Ellos. A veces incluso nos encerramos en el baño a fumar un cigarrillo, pero enseguida una mano golpea imperiosa la puerta. No hacen falta palabras, el tac, tac, tac, impaciente, dice: vienen, vienen, ellos vie...