Juan Carlos Gómez
Joaquín Torres García - Teatro La pluma del oso Dicen que había una vez una niña a la que le gustaba escuchar cuentos, cada día su padre le contaba uno antes de dormir y los fines de semana cuando salían a pasear. Ella se divertía con cada narración pero había una que le parecía la más tierna y desopilante. Tenía sus dudas acerca de si se la había leído o se la había improvisado, como tantos juegos que hacían, como por ejemplo la niña le hablaba en catalán y el padre le respondía en portugués acerca de una palabra que escribía una vez cada uno en castellano, así se entretenían aprendiendo. Un día sábado cuando la niña esperaba a su padre, muy especial por cierto, ya que le había prometido un regalo. Abordó en Barcelona el bus ochenta y uno en la Plaza España, como era su costumbre iba leyendo en el camino unos cuentos cortos de Juan Arreola el mejicano y del tucumano Anderson Imbert, soñoliento en un estado de sopor se despertó en la última parada, lo había vencido el sueño, ba