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Mostrando entradas de enero, 2010

Ángel Olgoso

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Relatos breves del libro "La máquina de languidecer" de Ángel Olgoso, publicado por la editorial Páginas de Espuma   PERSPECTIVA       En la habitación del hospital el padre contempla, por primera vez y con infinita dulzura, a su hijo recién nacido. Es hermoso, de una inocencia irradiadora, rozagante. El padre nota cómo una corriente de júbilo asciende desde algún lugar de su interior y amenaza con desbordarse y reventar cada grieta hasta que levanta un poco los ojos y ve, bajo el techo, levitando pacientemente, con esos acerados destellos de sus filos, cientos de espadas de Damocles que cuelgan justo sobre el cuerpecito de su hijo. Vuelve la cabeza hacia su mujer y sabe al instante que ella lo sabe, pero ninguno dice nada.                          EN  UNA  EXPOSICIÓN        El desconocido, como los que saben que pronto volverán al cauce mudo de la soledad, no dejó de hablar durante toda la tarde. Coincidimos en la valoración de los di

Aldo Novelli

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  Reyes magos Cortamos un manojo de pasto verde llenamos una lata con agua y colocamos todo cerca de la puerta después nos sentamos a escribir la carta: - ¿qué le vas a pedir a los reyes?- - justicia papá - me dijo - no, pero eso es muy difícil - - cómo, ¿no son magos? - - sí, pero... - - no me dijiste que pasan por el ojo de la cerradura porque es más fácil eso a que un rico entre al reino de los cielos - - tenés razón Manu, le pediremos justicia - y cerré la carta con un "que así sea". A la mañana siguiente el padre de Carlitos consiguió trabajo en la fábrica de papel.- NOTA : hace poco me enteré que mi hijo menor, sabía la “verdad” sobre los Reyes Magos hacía mucho tiempo, cuando le pregunté porqué no me lo había dicho, me dijo: “no quería romper tu ilusión”. (c) Aldo Novelli Neuquén Argentina imagen: Barradas, Calle vibracionista, (de la muestra Papeles latinoamericanos en el Malba)

Iván Medina Castro

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El coco   Entré entusiasmado para gozar de mi primer espectáculo circense como todos aquellos chavalos sonrientes y bulliciosos. Fascinado ante aquella novedad de exquisita luz, tenue y multicolor, entre animales salvajes y valientes trapecistas dando maromas mortales por los aires al verse seducidos ante la comparsa de aplausos infinitos. Impetuoso. Mis ojos especulativos se clavaron en el payaso cuando el telón principal se corrió tan despacio como sólo él sabe hacerlo. Quedé estupefacto, sin aliento, con el semblante completamente pálido, mis padres preocupados trataron de darme ánimo explicándome las funciones graciosas e inofensivas de aquel artista de la carpa. No quería escuchar o quizá simplemente no escuchaba. Al incrementarse mi conmoción, tras sentir próxima la presencia de ese bufón con risa mezquina, comencé a tiritar hasta quebrar la frágil vara del algodón de azúcar color rosa, sostenida con firmeza por mi mano izquierda, al saber mis dedos libres, ce

Gustavo Appignanesi

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  El Acompañante   Para Cintia, Fran, Tommy y Manu.                                                                                                             Gracias por Acompañarme . Intensos relámpagos iluminaban el perfilado contorno del pequeño avión motoplaneador mientras surcaba, cual rabiosa saeta, el tormentoso firmamento nocturno. En ese instante el piloto apagó el motor, el cual se retrajo e introdujo en el fuselaje. Así, el delgado pájaro blanco de alas interminables se convirtió en un ingrávido planeador apto para deslizarse sin ruido ni esfuerzo y capaz, por tanto, de proveer a su piloto una sensación de paz inenarrable. Pero hoy era justamente lo contrario a la placidez lo que caracterizaba al momento que vivía la pequeña aeronave, sometida a tan intensa furia elemental. Sin embargo, el hombre no sentía miedo alguno pues su tempestad interna, espiritual, era quizá superior a la de la naturaleza. Y si bien casi nunca volaba de noche ni lo h