Araceli Otamendi - La confesión

La confesión Me pidió pista y lo dejé aterrizar. A Octavio. Ya estaba un poco cansada del paternalismo, de los sabios e interesados consejos de Bruno. Tal vez por eso nunca entendió por qué me puse a trabajar como secretaria de una revista. ¿Con qué necesidad? había dicho. Con la mía, dije. Si lo tenés todo: casa, comida, auto, ropa, vacaciones, entretenimientos... Y algo de eso era cierto, pero no bastaba. No me alcanzaba para llenar los días, las horas vacías, sin nada o casi. Bruno era productor de cine y yo nada más que una actriz en potencia. Tal vez por eso tuve tiempo, o tal vez la oportunidad, nunca supe cuál fue el motivo o el azar por el que me encontré con Octavio. Tal vez haya sido nada más que casualidad. Como si las casualidades existieran, hubiera dicho Julio... Fue así que un día, sola, casi como siempre, porque Bruno se ausentaba días y días por negocios, o tal vez, no sé por qué, conocí a Octavio. Rubio, un metro ochenta de alto, joven, buen mo...