Estoy aquí - José Respaldiza Rojas

A un cuarto para las ocho, Elvira bajó del segundo piso y se dirigió, como todas las mañanas, al cuarto de la tía Georgina, le extrañó no oír los gritos de levántenme que a diario se pronunciaba. Grande fue su sorpresa al ver el cuarto vacío, parpadeó varias veces, efectivamente no había ninguna persona, entonces corrió a la sala-comedor y su sillón también estaba vacío, fue al baño, en la creencia que hubiera ido para hacer sus necesidades, pero también permanecía desocupado. Llamó a gritos a sus hijas Alionca y Cinia, quienes acudieron con presteza y preguntaron: -Mamá ¿qué pasa? -La tía no está – les respondió. -Eso es imposible mamá, seguro no has mirado bien. -Vayan, vayan a ver. Fueron y se quedaron impresionadas, la tía se había esfumado, desapareció como por arte de bilibirloque. ¿A dónde se fue? La emoción fue tan grande que no hablaban entre ellas, más bien gritaban por efecto de los nervios, en eso una voz habló y no fue escuchada...