Mariano Catoni





Anecdotario de Rolando Q


     Por allá va el camalote, es como el nadador que se pierde en el tiempo. Ahora pasa cerca de un remanso loco y gira más de treinta veces. Los remansos tienen eso, se enamoran muy pronto de todo e insisten sobre lo mismo hasta que se olvidan. No obstante, jamás se vuelven serenos. Al primer día una rama, al día siguiente el cadáver del carpincho prófugo, y luego quizás una hoja, una botella, una canoa, o un barquito de papel librado desde esa canoa por el nene de don Hilario Menéndez, si existiera tal persona, si existiera tal barquito, por supuesto. 
     Rolando Q. piensa y sueña con los días de los que habitan más allá, al cruce del canal, al intersticio de los brazos y panamericanas que se forman entre medio de las islas viejas en donde los caballos son mansos y las casas se levantan a la altura de la prudencia, no es cuestión de arriesgarse: el Río Paraná a veces no puede contenerse y aunque pide perdón, igual destruye, ya que así como el árbol recibe al rayo, el río también inunda. Y bastante. 
     A las doce de la noche en La Florida va quedado casi nadie, mañana se trabaja y la mayor parte del tráfico vuelve hacia el centro de la ciudad. A estas alturas la madre del nene que soñara con la figura del hombre de arena sobre la playa caminando y metiéndose al río, debe estar dormida, recostada, o tal vez golpeando las zapatillas de su hijito con todo el fragor de la madre que es cuidadosa y preocupada. 
     Y bien, piensa Rolando, que esta vez no sea taxi, que esta vez sea colectivo, pues ahora me falta la naranja y no tengo nada qué ofrecer más que la conversación o el rato de compañía. 
     Ya en la esquina, y en el silencio de las estrellas que por aquellos rumbos siempre se ven con algo más de exactitud o de precaria tranquilidad,  Rolando nota que alguien está por acercarse: 
         —Buenas noches —le dicen.
         —Buenas noches.
         —Perdóneme que le pregunte esto, señor, pero ¿no tendría un peso como para el colectivo? Necesito viajar sí o sí y no tengo plata.
         — ¿Qué colectivo toma?
         —El ciento dos.
         —Tiene suerte. Yo trabajo en esa línea, en un rato hago el cambio con mi compañero. Yo lo llevo y no le cobro —dice Rolando.
         —Cuánto le agradezco.
         —No hay problema. 
    Treinta minutos después 
         —Allá, allá viene —dice Rolando y hace señas. 
     El colectivo frena. Los dos se suben, el coche está  casi vacío, van tres personas: una anciana durmiendo, un muchacho mirando por la ventanilla y una mujer cincuentona leyendo un libro. 
         —Hola —dice Rolando y después se acerca al chofer y le susurra algo.  
     Este último asiente con la cabeza. El muchacho espera inquieto, algo no le está gustando. Él no sabe que está  por ser protagonista de un momento socialmente mágico. 
     Rolando se para en el medio del pasillo, con la vista hacia el fondo. Entonces se lanza: 
    Perdón, vida de mi vida, perdón, si es que te he faltado, perdón, cariñito amado ángel adorado, dame tu perdón… 
     El colectivo sigue y de vez en cuando el chofer observa al muchacho:
      
     — ¿Vos no cantás?
    —Sí, sí. 
     Incómodo y con una vergüenza hermética, debe sumarse y lo hace entonando algunas estrofas, por instinto, por sentido común, incluso a veces tararea porque se queda sin nada y no sabe qué hacer. No sabe si seguir el ritmo con las manos o silbar o. Hacer algo, lo que sea con tal de no quedarse parado y que la gente empiece a sospechar. Este viejo chiflado, ay, como me hizo entrar, piensa. 
     En determinado momento llegan al centro y los dos se bajan en la misma esquina: 
     —Usted está loco, viejo.
    —Y usted cantaría mejor si supiera la letra. Los Panchos ¿cómo puede ser que no conozca al trío Los Panchos? 
     El joven se va, pero al otro día, mientras se ducha, modula algunas estrofas sencillas de una canción que no sabe cómo se llama; dos semanas después, toma clases de canto, tres meses más tarde le escribe algunas letras al río. Tal parece ser que todo concluye para él y su familia, cuando el remanso loco se enamora de esa voz, y sus canciones empiezan a sonar en todos lados, incluso en la noche, en las distintas radios que llevan los choferes de colectivos para hacerse un poco de compañía. 
     El tres de enero nace un éxito: Viejo en la noche. 
      Cada vez que Rolando escucha esa melodía se acuerda de aquel momento y siente la necesidad de bailar muy despacio, con alguien, con una escoba, con una mujer, con el aire, con lo que sea. 

(c) Mariano Catoni

Rosario - Provincia de Santa Fe


Mariano Catoni es periodista graduado del ISET N° XVIII; ha escrito notas en el Semanario 30 Noticias de la ciudad de Rosario y colaborado como corresponsal político para la radio AM 1010 de la ciudad de Buenos Aires; en el 2004 recibió el 2° premio nacional Eugenio Zagarzazu por su cuento El infante imaginario y en el 2005 publicó su primer libro de relatos titulado El acróbata de plastilina; fue finalista del Concurso de Cuento Corto Álvaro Cepeda Samudio en Colombia con el texto Felipe y el graffiti, obtuvo el 3° premio internacional de la academia de tango de Montevideo en el Concurso Alberto “Pocho” Domínguez, Uruguay, por su texto Felipe y los besos, Mención en el premio internacional Adolfo Bioy Casares organizado por la Municipalidad de Las Flores; y Mención en la categoría Obras Inéditas en el Concurso Provincial de Narrativa “Alcides Greca“ año 2007, por su libro Felipe Flap, organizado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe.Primera mencion en el concurso”5 de julio de 1807.Un pueblo en armas”por Espacio Y: lugar cultural,  del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires”(2008), finalista en el concurso Art Nalon letras de cuento corto en Asturias –España (2008),cuento Las ranas; ha obtenido el segundo premio de relato breve de la Noble Villa de Portugalete año 2008, ha participado en diversas antologías junto a otros autores de Argentina y ha escrito ensayos sociales y guiones para cortometrajes animados, como así también para teatro y cine. En febrero del 2008 fue contratado por la agencia literaria italiana Eulama. Actualmente trabaja en su sexto libro. El autor nació en Buenos Aires en 1981, vive en Rosario, Santa Fe.


imagen: Alfredo Volpi, Fachada con sirena (de la muestra de Alfredo Volpi en el Malba)

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