Héctor Cediel Guzmán



Ansío redescubrir el sabor de la vida


¿Será lo nuestro un Arco Iris?. Nunca sabré cual fué el principio, ni cual será el final. A veces comenzamos por el final y perdemos el reloj del tiempo. Cuantificar el amor no tiene sentido, porque un instante puede ser toda una vida y un segundo, la eternidad. Los enamorados siempre perderemos la noción del tiempo, estremecidos por las olas de los arpegios, de ese mar que nos devora poco a poco. Para nosotros todo es hermoso y fantástico como la bandera del viento, los focos de la noche o la pupila del sol de plata. Vive con la intensidad de las atmósferas rojas el amor, antes que desaparezca como la crin de una cometa fugaz; si crees que tu amor es muy grande, vive cada momento como si fuese el último. Lo bello evoluciona como todo en la vida y nada puede detener su carrera hacia el dejar de ser. ¿Quién soy yo? ¿Un perro vagabundo o un árbol caminante?. Me extasiaré contemplando y viviendo cada momento, para grabar los más hermosos momentos en mi corazón; así todo desaparezca o se esfume en un sueño, siempre recordaré en el invierno nuestra escarchada primavera. Nada hay como morir con el corazón curado.

Si algún día a llegará a nosotros, ese momento en que todo deja de ser; por última vez te propondría que te vinieras, en vez de irte, que es muchísimo mejor. En los colores de la juventud, siempre se respirará un aire diferente. Aún no comprendo el por qué nos cuestionamos sobre las posibilidades de lo nuestro. La muerte siempre se paseará con la ironía de un cuervo por nuestras vidas. Todo tiene un principio y un fin; nada es ocasional ni fortuito. ¿Para qué perder el tiempo, comprendiendo el relativismo y los absurdos de la vida?. Llegará el día de los labios muertos y las manos tampoco encontrarán respuestas en las pieles que araron un día; porque un cuerpo sin sentimientos, no es más que un cuerpo muerto, o seco por el desencanto. La vida tiene que ser un caballo de húmedos ijares, donde no vuelva a perder la fé el lenguaje de las flores, ni los silencios del alma. Nadie conoce, ni puede garantizar una respuesta totalmente cierta, a nuestros grandes interrogantes.

Te esperé, ¡te esperé mucho!, ¡demasiado quizás!. ¡Te añoré cantidades! Me desvelé una y otra vez, noche tras noche, por meses, por años. Estaba seguro que existías y que algún día, después de tantos desvelos, llegarías a mi vida. ¡Jamás olvidaré tu geografía!. Paso a paso lo hermoso desaparece como por encanto; como si despertáramos de un sueño, para vivir nuestra pesadilla. Mi amor jamás murió, aunque quedó muy mal herido. De los recuerdos solo hay que conservar lo bello; dejemos que el mar o el viento se encarguen de borrar algunas imágenes o algunos nombres. Prepara la barca para navegar al boreal cielo. Huyamos del amargo como los luceros cuando amanece. Vives el dolor del conjuro del amante, cuando invado las arenas de tus playas; una inmensa ola de fuego, desvariando pasa quemando tú piel. Me siento pleno, taladrando y succionando los tejidos de tu cuerpo, en volandas por los sueños; cuando le abriste a la intimidad, las compuertas de la floresta, me entregaste el cofre del tesoro con tus sentimientos en comodato. Cabalgué sobre el ensueño del piélago sobre tú piel, descubriendo el anverso y el reverso de los sentidos; hasta que el ensueño aventurero adormiló mi pasión, y uno a uno, los faroles fuimos apagando. Quedamos como caracoles exhaustos a merced del sueño de su sirena o de esa ninfa arrullada por el reflujo amoroso de las aguas sobre su cuerpo; siempre amanecimos como aprendices deshojados sobre el Jardín de las Pasiones.

Desde siempre cuando nace una estrella, un halo de tristeza me cabalga. La resaca me arranca a pedazos, la piel de tus recuerdos. Nuestros sueños se diseminan por el suelo, cual fatalidades fatigadas. Montes de esperanzas, cerezas al viento, el éter embriagador, demencia besos y caricias. Exploramos nuevos espacios, descubriendo la sicodélia de las sensaciones de ocurrencias atrevidas y novedosas; borramos de la memoria, todas las imágenes que nos apesadumbran con sus tormentas y que nos abatían. Solo inmortalizamos las remembranzas, que no terminaron reducidas a un triste espectáculo; ni que abandonaron nuestro cuerpo, como un árbol caído o una hoja de otoño que nunca volverá a sentir el sol. ¿Serán nuestros recuerdos, solo huellas fatigadas con historia; o un paso seguro, hacia ese Quasar de exóticos luceros?. Amanecí con tu fragancia pegada a mis labios; aún conservo parte de la noche, enredada entre mis pestañas. Nace una ilusión, que ilumina mi esperanza con la demencia de las tonalidades de los pasos y el encanto mágico de un vitral. Nunca podría imaginarte apolillada en una poltrona, pegada a un soñoliento cuerpo sin alma.

Escribimos una historia a base de lengüetazas de fuego. Descubrimos la magia como Dafnis y Cloe. Nos abandonamos a la suerte de nuestra imaginación. ¿Qué se hizo la pasión que sentía? ¿Cómo pude borrar imágenes que creía inmortales, por algunos favores recibidos de las manos del demonio?. Se derrumban las paredes del reino de la fantasía; ahora soplan otros vientos en los sueños de los corazones de humo. Siento el latir de un sentimiento que se despierta y que canta como un tren que desea ser caballo. Lo aposté todo a cambio de una  última oportunidad. Me aleje de las tentaciones del viejo hombre, para entregarme sin prevenciones, sin enmendar las fantasías, a los brazos de tus insaciables e irreverentes pasiones. Echaron al vuelo las rosas, las de pétalos color amor, las campanas del holocausto. Nos olvidamos del tiempo, de tabúes y prevenciones. Dejamos en manos del azar el destino. Cerramos los ojos sin hacer preguntas y nos dejamos llevar por la ardida brisa, hacia las borrascosas cumbres del placer. Deslumbramos la memoria de nuestros ojos, con los desnudos que el fuego de las acuarelas, pintó sobre  la desnudez de la luna argenta. Siempre le temí a la censura despiadada de las miradas envidiosas; al terminar arruinados o en el olvido, en un rincón oscuro de esa ciudad o de esa vida que agoniza como un barco viejo. Siempre me enamoraba de mujeres más maduras, hasta que apareciste en mi vida; y te pusiste a escribir despiadadamente, con una pasión que rayaba con lo maníaco, versos en las páginas en blanco de mi vivencidiario. Anduve bajo la lluvia con los pies descalzos. Recogí flores silvestres en la montaña, para coronarte como la Reina de la Primavera. Jamás intenté cuantificar la medida de nuestro sentimiento. Ha arrastrado tantas hojas el rio, que a veces pienso que se enredaron las manecillas del tiempo o las manos que le esculpen a los recuerdos, cabellos de viento. Todas las épocas fueron benévolas conmigo. ¡Cuántas veces quisé conocer con un morral y una bolsa de dormir a Australia!.¡Hacer auto stop por las carreteras alternas de Norteamérica como Bob Dylan! ¡Embriagarme con los paisajes y las estaciones por los países europeos! El tiempo del amor, pasó desbocado como el suspiro de un dragón. Leí tanto temor en tú mirada, que me retiré con tu recuerdo, a beberme una botella de vino a tú nombre; mientras pasaban a la deriva sombras de enamorados, bajo el Puente de los Suspiros.

Ansío redescubrir la sal de la vida en el arpa de los silencios; para humedecernos en un mar de trementinas  caricias, en la concha azul de los sueños. Lentamente se desdoblan los temores y prevenciones, mientras escudriñamos poco a poco nuestros espacios con curiosidad de confesor. Descubro un océano en tú mirada; deseo descifrar su mensaje y el significado de las sensaciones, sentidas como pisadas de fuego. Quiero decirte tantas cosas, con palabras inventadas o versos totalmente desconocidos, hasta hacerte sentir ígnea como una mujer-hembra, con imágenes escandalosas que te ayudan a saltar sin temor y con los pies descalzos, el umbral del Arco Iris.

Con todo el afecto de mi amor perruno

EL PERRO VAGABUNDO.

(c) Héctor Cediel Guzmán

Bogotá

Colombia

imagen:

UFINO TAMAYO
Sandías, 1968
Óleo s/tela, 130,3 x 196,5 cm.
Col. Museo Tamayo Arte Contemporáneo




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