Njongal Jigeen: La ablación - Tere Marichal Lugo
Njongal Jigeen: La ablación
135 millones
de mujeres de todo el mundo han sufrido la clitoridectomía. En cualquier caso
la ablación es una agresión que tiene graves consecuencias físicas y
psicológicas y forma parte de los mecanismos de opresión de las mujeres,
ya que está destinada a controlar la sexualidad de las mujeres y a veces a
aumentar el placer de los hombres a costa de ellas. Cada año dos millones de
niñas de entre cuatro y 12 años son víctimas de mutilaciones genitales.
Njongal Jigeen
Solo
escuché un rugido, seguramente inventé un león. Espero ese momento. Ahora me pierdo. Mi madre me encuentra y me
convence y quiero memorizar lo que me dice, sus palabras son como viento que
arranca piedras de la tierra. Quiero creer en lo que ella repite una y otra
vez. Madre teje mi vestido. Tiene los colores de la ceremonia de la oscura
cueva donde me encerrarán. El vestido se incendia y se deshace rápidamente,
debe ser porque no he dado nada a cambio y ella espera. Quisiera darle mi dedo
o mi oreja. Madre ya sabe cómo es. En esta espera tienes que dar algo a cambio.
Pero yo no tengo nada. Yo sólo tengo mi
carne y tampoco la tengo porque no me pertenezco. Hace calor en este risco
desde donde puedo ver la inmensidad vestida de calma. Me siento poderosa porque
veo todo chiquitito. Son los poros de la tierra lo que veo más allá. Esta tierra rojiza que respira de forma
acelerada, salpicando de polvo la memoria. Una vez más escucho ese rugido que
me persigue. Madre aparece con su peinado de reina maltrecha.
-Pierdes
un trozo de carne y ganas dignidad, dice ella mientras teje en la cima de este
risco. Ya hemos pagado un kilo de jabón
negro y 5,000 francos; las ceremonias tienen su precio. Todo tiene un precio.
-
¿Cuanto cuesta un rugido? le pregunto pero ella no contesta. Me ignora porque los misterios de la vida se
callan para no despertar a los espíritus curiosos. Los buitres vuelan a lo lejos. Esperan, al
igual que todos por la carne fresca de mi cuerpo tan flacucho.
Juego
entre los baobab. Me escondo entre
ellos. De momento soy una rama. Soy parte del tronco. Soy un animal de mirada
audaz. Me plantaré al revés, como los baobab. Me convertiré en leyenda. Dejaré
que la tejedora viva en mí. Seré miembro de los Kikuyu y exhibiré mis collares
y brazaletes como los Samburu, seré una Masai y moriré de pena si me encierran
para siempre. Pero soy camaleón trepando este baobab que me abraza y me protege
de las hienas que acechan. Mis
antepasados pasan corriendo con sus escudos y lanzas.
Pierdo
solamente carne y podré ser seleccionada
entre otras y no más miseria y tal vez no más llanto. La familia gana
estima. Perder carne no significa nada. Es sólo una parte de mi cuerpo que
siempre ha estado esperando. No la puedes ver, así que olvídala. Veo sangre por
todas partes, pero no importa. Ya estoy convencida.
-
El día de tu boda, desplegaré una sabana bañada en sangre y todos sabrán que te
has casado virgen. El honor salpicara la lengua de tu padre y nadie podrá
dedicarse a darle cuerda suelta a comentarios que puedan avergonzar a tu
marido. Caminará erguido con la frente en alto como guerrero invencible. Nunca
tendrá sed. Parirás los hijos que desee y el honor estará sembrado sobre tu
pecho con sus raíces fuertes y anchas, como mis tatuajes,- dice madre mientras
continua con sus labores.
Me
detengo, hay fango a mi alrededor, comienzo a sumergirme en él como si fuera un
lago majestuoso esperando para convertirme en sirena, pero madre aparece y
nuevamente me susurra en el oído algo que no entiendo. Luego madre grita con furia: ¡castidad! Y comienza una danza frenética que
nunca antes había visto. Está poseída por uno de mis antepasados que reclama
honor. Ahora Madre es casi una diosa. Madre tiene dos vidas, dos conciencias,
dos memorias, dos personalidades que transitan bailando violentamente,
arrasando todo a su paso. Sólo un rugido, eso fue lo que escuché. Me escondo
detrás de una máscara y me convierto en una Bambudya. Soy invisible. Me
concentro. Ella me huele y a pesar de que no me ve, me toma de la mano y mueve
sus labios carnosos y la escucho porque he aprendido a guardar silencio. Soy un
pedazo de carne sobre la mesa. Carne roja que se desangra. Vuelan las moscas y me rodean como si yo
fuera un panal único, dulce, exquisito.
-
Te ofrezco este pedazo de mi carne. La más sagrada. La que nadie más verá. Esa
carne de olores intensos y oscuros susurros incoherentes que pueden
enloquecerte, lo digo mirándolo a los ojos y el me lame los pies como si fuera
un cachorro amoroso. Soy su reina
intacta. Reina de cuarzo y diamante. En mis cuevas profundas de ríos
cristalinos que sacian la sed del que busca. En mi la larga espera del pesado
sueño empapado en agua de mar y escamas de pez dorado.
El
rugido interrumpe el deseo y mi madre espanta el temor con aquella raíz larga y
poderosa que guarda como trofeo de guerra.
Todos
esperan. Todos sabrán que nadie ha penetrado en mis sueños más intensos y
podrán ofrecerle a mi padre vacas, lana y collares de cuentas y mi cuerpo
costará más que este fino pedazo de carne que se abre como flor cuando mi
cuerpo me pide cantazos de luna roja. Eso es, seré como las demás. Como debe
ser. Atemorizaré a todos con mi mirada protegida por la oración y el honor.
Tendré buen juicio, lo juro. Todo a cambio de este pedazo de mi cuerpo y
llegará el filoso cuchillo de esa mujer anciana que ya sabe cuando es hora de
parir. Seré la más fértil. Pariré todos los años y mi familia será la más
fuerte y digna.
-
Déjame darte la carne fresca que arrancaron de mi cuerpo, anda sáciate con
ella, le digo porque así lo escuché. Embárrate las manos con mi sangre y déjame
saber que no tiene mancha alguna. Camino entre las garzas. Soy un leopardo que
espera, un manto de arena donde te acuestas sin temor y que seduce tu
piel, la luna hinchada empapada en miel,
una naranja jugosa que saciará tu sed.
Me
enloquece ese rugido, dime de dónde viene. Seré dedicada, jamás me quejaré. Es
mi madre la que me aleja, pero ese rugido salvaje me persigue. Acecha, está
esperando. Ambos esperamos. He aquí mi carne, sin mancha alguna. Huélela, saboréala. Es carne fresca para el
sacrificio. Llévame a lo alto de la montaña y déjame caer. Deja que mi cuerpo
vaya cayendo y mi piel vaya pintando esa montaña de piedra y tiempo con esta
sangre que parece culebra danzarina. Mi
madre me levanta y me carga en brazos y va rezando. Entona ese cántico que
parece lluvia rabiosa.
-
Si yo fuera de sal, también seria inalcanzable. Todo mi ser desperdigado y sin ataduras. No me
podrían atar. Me disolvería una y otra vez. Mi tatarabuela me regala los huesos
de sus dedos para que me sirvan de amuleto. Ya estoy protegida.
Es
temprano y ya los ancianos del clan han seleccionado a mi madrina. No seré la
única y me morderé los labios hasta sangrar para no gritar. Eso es, dejaré el
miedo aquí acostado. Entre estas cuentas
de cristal y mi sueño pesado. ¿En qué espacio del cuerpo habitará el miedo? ¿En
qué espacio se esconderá? Si lo supiera me lo arrancaría antes que llegue el
amanecer. ¿Donde se esconderán la tristeza y el dolor? En algún rincón de esta
piel que suda y brilla como piel de pantera
cautiva...
Madre
dice que podré caminar mirando a todos con orgullo. Eso es, un trozo de carne a
cambio de...en ese momento despertó. Comenzaba a correr y un grupo de cazadores
la perseguía, por eso despertó. No había amanecido, pero escuchaba el sonido de
los tarros de barro y la voz de su madre. Recordó ese rugido que se sueña
cuando hay luna llena. Sólo eso recordaba.
Este
día hay silencio en la casa de barro y paja. Este día de sol que ruge y todos
esperan.
Madre
sabía que ya había despertado. Ella huele miradas y silencios. Nuevamente
comenzó a susurrarme en el oído aquellas oraciones que parecían olas rabiosas,
entrando por mis tímpanos y limpiando todo lo que pudiera confundir.
-
-Tienes que querer creer. ¿Entiendes?
Te muerdes los labios y te aguantas los gritos. Gritar denota cobardía y no
permitiré que nos avergüences. Yo
también lo hice a los doce años, me dice ella agarrando con fuerza mis delgados
brazos. Madre era más joven que yo, por eso se volvió tan poderosa.
-
-En la espera las mujeres nos volvemos
poderosas, porque vamos tejiendo en silencio y armando nuestros tapices, decía
ella mientras me miraba intensamente regalándome su sabiduría.
Luciré
un vestido nuevo que se manchará. Caminaré descalza y no sentiré frío. Cerraré
los ojos como lo hizo madre. Hemos esperado demasiado tiempo, pero demasiado
tiempo es como ese rugido que no se marcha nunca. Respiras con fuerza. Te
tiemblan las piernas. Sabes todo y no sabes nada. Tus músculos se tensan.
Quieres llorar, tal vez otras lo hagan, pero tú no. Tu estirpe es de mujeres
que saben callar y doblarse y que esperan todo el tiempo que sea necesario. Que
deshacen y nuevamente comienzan. Que cargan y buscan porque alguien lo tiene que
hacer.
Masticas
la nuez de cola. Te atan con fuerza. Te abren las piernas y viene la vieja
matrona, la que sabe cortar la cantidad exacta de carne que tienes que dar a
cambio y con el filoso cuchillo o con un trozo de vidrio te deja la marca y te
cose y te cose y sangras, pero no gritas, porque solo escuchas el rugido. En
ese momento estás lejos, corriendo con la gacela, huyendo de los cazadores.
Todos observan, hay que estar bien seguros que se cierra con fuerza ese
pasadizo que nació abierto y te lleva a los arrecifes donde se esconden las
sirenas de la noche y la obsesión.
Ya
no estas aquí. Te llevan en brazos. Tu cuerpo parece un pedazo de tela liviana
como la seda. Un día, luego de esta espera cubierta de caparazones vendrá ese
hombre guerrero y ofrecerá vacas, vasijas y tal vez algunas cabras y romperá
tus hilos. Nuevamente la sangre será tu perfume y solo escucharas ese rugido,
que no se separa de ti.
Es
sólo un trozo de carne. Sólo eso tienes que dar a cambio. Ahora siéntate a
esperar. Ve tejiendo el vestido de tu hija. Ve memorizando todo lo que tendrás
que decirle para que defienda su honor. Será Intocable como tú. Como tu madre y
tu abuela. Como todas las mujeres de tu aldea que dieron a cambio solo un trozo
de carne insignificante. Tejedoras incansables que transitan por la vida
conociendo lo que es el dolor constante, ese que llega a enloquecer, porque lo
cargas tú sola, donde nadie más lo puede ver. Ese que late y late y no se
detiene. Ese que te quieres arrancar porque te debilita y de momento sabes que
sólo muriéndote podrás sacártelo de
encima.
No
pudo caminar durante mucho tiempo. Cuando llega el amanecer vestido de sol
desnudo, el silencio se sienta a su lado. Tal vez está olvidando. Su mirada es
de miel que va creciendo en panal. No permite que su madre se le acerque. Se la
pasa atando nudos y los vuelve a deshacer. Dicen que está esperando un guerrero
poderoso que le regale escudos y una piel de león. Bodowissi la acompaña. Ella
sueña que es una araña que habita en un lejano baobab.
Njongal
Jigeen, Njongal Jigeen...el viento susurra sin cesar, llevando historias de una
aldea a otra. Njongal Jigeen, es la ceremonia
que defiende la pureza y el honor de nosotras las mujeres que tenemos
que dar nuestra carne a cambio de...
Así
es como ha sido siempre en esta espera de nudos atados que nos amarran los
deseos en la noche de la luna oscura, donde sólo escuchas el rugido, allí bien escondido...tal vez en
ese lugar donde quisieras estar.
-
Nuestra estirpe es de mujeres puras. No tenemos mancha alguna y nuestras hijas
son como nosotras: Intocables.
Las
mujeres cuchicheaban entre ellas, mientras las niñas escuchaban con atención,
porque así se aprende rápidamente. De vez en cuando una carcajada.
Aquella
tierra codiciada por todos, llena de
estrías, levantaba su velo polvoriento de reina deshecha. Sobre su cuerpo la
sangre virgen se mezclaba, dejando manchas profundas sobre los diminutos poros
de su enorme extensión de piel mil veces intercambiada por marfil, esclavos,
sal, oro, vasijas, pieles o tambores.
-
¿Dime madre, cuanto cuesta el rugido de
un león?, contéstame. Contéstame madre,
-
¿Cuanto cuesta? ¿Cuantos hilos tengo que darle
a cambio? Contéstame.
-
Un kilo de jabón negro y cinco mil
francos, contestaba ella mecánicamente, mientras teje sin tregua el vestido de
la ceremonia de su hija menor.
El
rugido se iba apagando como el sol tostado cuando se lo traga la noche.
BAMBUDYA
: MIEMBROS DE UNA SOCIEDAD SECRETA. ERAN PARA LOS REYES LUBA LOS CONSERVADORES
Y LOS RECITADORES DEL SABER HISTORICO.
BODOWISSI,
DIOSA DE LA NATURALEZA
*de la Antología Penélope Mujeres que esperan de Tere Marichal Lugo
(c) Tere Marichal Lugo
Ponce
Puerto Rico
Tere Marichal Lugo, Ponce, Puerto
Rico. Dramaturga, titiritera, libretista y productora de televisión. Estudia
escenografía en el Instituto de Teatro de Barcelona y en la Universidad de Puerto
Rico. Cuenta con dos antologías de cuentos "Penélope, mujeres que
esperan" ,"Ojo de sirena". Han representado más de veinte de sus
obras, entre las cuales: "Pista de Circo", "Las horas de los
dioses nocturnos" (Premio René Marquez) "Isla Antillana",
"Rejum", "Cortaron a Elena". Publicó recientemente dos
antologías de cuentos infantiles. Fue productora y libretista del programa de
televisión para niños: "La casa de María Chuzema" que se transmite en
Puerto Rico y EE.UU. Libretista del programa Lexikon. Recibe dos premios EMMY
por dos libretos para documentales. Actualmente trabaja como ilustradora y
escritora de Camera Mundi Inc.
El trabajo de Marichal-Lugo
aparece ampliamente
reseñado en el Gran Diccionario de autores Latinoamericanos de
Literatura Infantil y
Juvenil.
En el año 2006, EPA
(Environmental Protection Agency) le otorgó un premio por su trabajo realizado
en pro del ambiente.
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