Santiago Cabanes Gabarda
La habitación del poeta* Suciedad y miseria, paredes amarillentas, descolchadas, sucias y enmohecidas, donde, pegados como sellos, aparecían algunos coloridos carteles anunciando funciones de teatro y algunos recortes de prensa; la única ventana, siempre entreabierta, ofrecía el espectáculo desazonador de un patio interior de ladrillos rojos, en el que se acumulaban oscuros charcos de agua de lluvia...; olor dulzón y espeso, a humedad y tisis, y una única puerta sin cerradura que comunicaba con el patio superior del edificio, donde se encontraban los baños compartidos. Entre los escasos muebles que se permitía en aquel lugar, destacaba la cama ancha y de patas alargadas, de sábanas descosidas y mantas escasas, que se adueñaba indecentemente de casi un tercio del espacio disponible, y que resaltaba a la vista por su colchón grueso y rasgado. También un carcomido y viejo arcón de madera de roble, de aire señorial y distinguido, con u...