Viejecito (1996) Kim Bertran Canut
Brillaba la noche en el camposanto. Tierra de
pasados enterrados. Nacían los recuerdos donde no había más cielo que el suelo
que pisaban los pensamientos, a la busca de la inmortal ausencia. Huesos y
crisantemos, oraciones y depresiones, ¡qué lugar tan eterno! Daba miedo caminar
por la espesura y la Luna bañaba la negrura.
Corría la lágrima sincera por la mejilla de mármol,
de la escultura.
La Dama lloraba tanto, leyendo arrodillada la
pequeña esquela inscrita en la sepultura.
Sombras, claroscuros, el vagabundo come el aire,
sentado, sobre una fresca losa, al cobijo del tiempo, de la inmensa soledad y
del silencio espacial. Espera tranquilo mirando los edificios ficticios de los
duendes invisibles, que respiran en sus tumbas cerradas.
Duerme al amparo de unos brazos ancestrales,
fantasmales pero queridos, amigos conocidos. Ángeles de los vagones de trenes
que compartieron largos recorridos de aliento y peligro.
Sueña en lluvias de ayeres, en nieves y atardeceres,
en aquellos horizontes que jamás llegó a alcanzar, fuera de su luminosa
imaginación. Se retiró del mundo, huyó de su olvido y tembló emocionado,
comenzando a andar, excitado, por el influjo de una senda que le llevaría hacia
un viaje sin lastres, y a un entendimiento universal del conocimiento.
Se fusionó con los dioses del mar, formó parte de la
naturaleza. Anduvo por ecos que le transmitieron sus propias palabras. Aprendió
del cansancio. de las plantas inmóviles.
Al final dejó la carretera y refugió su pobreza,
perdida en alguna alcantarilla, cerró con llaves de acero, las puertas de la
calle.
Sus pasos callaron y le sedujo el llanto del
cementerio.
Por la mañana no despertó, el frío le mató, su alma
se fue con el viento.
Nadie lloró por el indigente, una leve plegaria bastó,
para volver a la realidad cotidiana de la que el anciano, escapaba satisfecho.
La hierba y las flores de nuevo crecieron, las
estaciones siguieron su curso.
¿Y a quién le importa la historia sin nombre, de un
desconocido parásito de la sociedad, fría como la losa de una tumba cerrada?
©
Kim Bertran Canut
Barcelona
Kim Bertran Canut, nace en 1960 en Pont De Suert
(Lleida)
Actualmente reside en Barcelona.
Dirigió (1996 a 2003) junto a tres compañeros “la
asociación cultural
CATÁRSIS” Con sede en Barcelona..
Se aficionó a la literatura y a la fotografía siendo
adolescente.
En 1993 publicó la novela “Imaginación Atrapada” y
en 2002”El Reflejo
de los sueños en lunas rotas (perdido en la eterna
oportunidad)
Durante años ha colaborado con Webs y revistas literarias:
Catársis,
Caminos, Factum, EspacioUlises, Archivos del Sur,
Barbante, Versos y
Archipiélagos, Almiar, Nagari...
Texto y foto: © Kim Bertran Canut
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