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Araceli Otamendi - Guten Tag*

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Guten Tag* Guten Tag  fue lo que me dijo la mujer sentándose frente a mí, en el barco al que subí aquella tarde gris de un domingo de octubre en el puerto de Hamburgo. La neblina empañaba los vidrios de las ventanas sumándose a ella el aliento de casi quinientos pasajeros. Me embarqué sin saber el rumbo que seguiría porque lo que me importaba esa tarde era acortar las horas que me separaban de Martín. Sentada frente a mí la mujer anciana me miraba, le sostuve la mirada. Le calculé la edad, tenía la piel muy arrugada, estaría cerca de los ochenta años. Observé su pelo blanco bien peinado cubierto por un sombrero marrón, hacía juego con su impermeable de buen diseño, no le restaba atención al aire serio, casi severo de la mujer. Las manos juntas como los dedos entrelazados ofrecían una imagen caprichosa tal vez imaginada por un escultor. Me distraje mirando al hombre que vendía los boletos y luego los reclamaba, con su uniforme azul y esa cara de piedra cuyos músculos se mo...

Gil Segundo Castro Torres

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Cápsula A Doña Jesús Cortegana & Daniel Ramírez Cortegana De niños y en la pradera, caminaban juntos Javier* y GILSECATO, felices y ensimismados en sus  mayores artes y propósitos, por tratar de ser los mejores alumnos en cuanto a mataperradas se refiere; ambos niños de La Pre Vocacional de Varones, hoy PONAZAPA(... https://www.facebook.com/ponazapa?fref=ts  ), allá por los inolvidables años 60, específicamente del año 1965 al 1971. Entonces Javier propone en plena clase de lenguaje con la profe. Modesta Díaz de Candamo; que hoy nos iríamos  al medio día a nuestro mar de alegrías el rio  Uquihua, a bañarnos  una ricura  mientras pasa el intermedio entre el almuerzo y el reinicio de las clases del día. Rioja y su celaje siempre  soleado y radiante en cada jueves de deporte o pistoladas en el chillical, se mostraba displicente y amorosa, quedando todo listo, acuerdo cerrado con un chócala cumpita. A la hora indicada y como de costumb...

Marcos Rodrigo Ramos - Castillos de arena

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Castillos de arena Todo ocurrió en diciembre del 99 en Valeria del mar. Era miércoles. Estaba solo en la playa dedicándome a mi hobby favorito, construir castillos de arena. Los expertos como yo sabemos que es necesario hacer un pozo de treinta centímetros y usar esa arena que está mezclada con agua salada, al ser blanda permite que uno le de la forma que quiera y en menos de un minuto se endurece. Mis amigos siempre me criticaron este hábito, decían que teniendo tanto talento debería usar otro tipo de materiales. Algo de razón tenían pues el destino inevitable de mis obras de arte era el ser destruidas en un día por el agua y el viento.               Fue en uno de esos pozos que reconocí al tacto algo duro enterrado, horrorizado descubrí que se trataba de una mano. Miré mejor y noté que se movía, comencé a escarbar desesperado. Al ver todo el brazo comprendí que el cuerpo estaba en posición horizontal. Quité la arena buscando la cabeza, era una ...

Alberto Bellido García - Microrrelato de la calabaza ardiente

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Alberto Bellido García  Medianoche en el pueblo. Alberto, un niño de ocho años, no podía conciliar el sueño. Escuchó, procedente de la Iglesia, las doce campanadas y se sobresaltó. La puerta de la habitación chirrió y se movió casi imperceptiblemente. Aquella tarde había ido al cementerio con sus padres para visitar a los familiares difuntos. A la salida, varios chicos, con calabazas en las cabezas, rodearon a Alberto, riéndose y asustándole. Su padre le dijo: -Oye, Alberto, ¿Por qué no les dices que te dejen una calabaza?-. Pero el niño, lejos de tranquilizarse, salió corriendo hacia su casa. Era demasiado miedoso. Esa noche de difuntos, Alberto estaba solo en casa. Bueno, en realidad, sus padres no se hallaban muy lejos. Estaban tomando el fresco con los vecinos pues, extrañamente para esas fechas, la noche era apacible y carente de frío. La puerta siguió abriéndose hasta que Alberto pudo contemplar con nitidez la oscuridad del pasillo. Comenzó a temblar de forma ...

Araceli Otamendi -Una conversación cerca de Navidad

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Una conversación cerca de Navidad El agua seguía saliendo a cántaros ¿sería por eso que llamaba? Siempre tuvo intuición. Sonó el teléfono y atendí. La voz se oía lejana, era una voz diáfana, y a la vez parecía que contenía una risa. Hola, dijo. Hola ¿sos vos? ¿tanto tiempo? Sí, soy yo y estoy en París. Hace frío ¿no? Sí, hace mucho frío pero tengo encendida la calefacción. ¿Y vos cómo estás? En el balcón, pintando, digo, entre las plantas. ¿Por qué no me avisaste? ¿Por qué? ¿Ibas a venir? Estoy en París, pronto viajo a Buenos Aires, voy a estar en esa fiesta junto a vos, vos también vas a ir.  ¿De qué fiesta habla? Ah, ¿no sabías nada? lo dejo hablar, tal vez me entere de algo, tal vez haya alguna verdad en todo lo que me está contando. Mañana es Navidad, digo, ¿con quién lo pasás? No digas a nadie, dice casi en voz baja. Me quedo en casa solo pero ya armé el árbol. Ajá, digo. ¿Y cómo es ese árbol? Lleno de luces, con adornos plata y rojos como flores. Lo imagino con su soled...

La mujer que está sola y espera*- Marcos Rodrigo Ramos

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El tren llegó puntual como nunca. Amalia miró su rostro en el reflejo de la ventanilla antes de descender y por un momento le costó reconocerse. Siempre le ocurría lo mismo cuando de un día para otro cambiaba su peinado. Es sólo cuestión de acostumbrarme, ¿un nuevo color, otra forma, alcanzan para ser otra? Era ingenuo creerlo pero cada cuarenta y cinco días exactos lo volvía a intentar. El cielo estaba a tono con su mirada, caían algunas gotas sobre el asfalto y ella sin paraguas. Logró subir al ómnibus antes que la lluvia cayera con todo su poder sobre la ciudad. Lloró por un momento breve sin entender muy bien porqué. Bien abrigada, su problema era el calzado; otro día trabajando con los pies mojados y a la noche resfrío seguro. Entró a la oficina, todavía no había llegado nadie. Dejó el sobretodo y se secó un poco en el baño, volvió a no reconocerse frente al espejo, le habían cortado demasiado el pelo. Sin embargo  se notó un aire distinguido, como de artista de ...

Armageddon - José Abelardo Franchini

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                                                  Armageddon El sol desde el poniente, todavía inclemente, el paisaje desértico rodeándonos… Habíamos caminado desde hacía dos horas y estábamos llegando a la colina donde nos apostaríamos; Alfa, desde un promontorio cercano, nos observaba… Con sus vestiduras blancas y su aura, daba voces como “Mantengan el orden”, “no desfallezcan hijos míos, pronto arribaremos”, “Denle pienso a los camellos”. Momentos antes de llegar,  pudimos ver la ciudad celeste, las puertas se abrían y descendía un grupo de ángeles. Ya escuchábamos los cuernos de batalla, como en los tiempos de Ur y Lagash, las fuerzas militares se desplegaban para batallar. Estábamos a unos 100 kilómetros de Trípoli, aqui las fuerzas británicas por un lado y la Divisiones Folgore y Ariete junto al Afrika Korp, habían combatido en 1942. Los vigía...