José Respaldiza Rojas
Centenario relato
Discúlpame abuelo Ruperto (Rojas Chirinos), el año pasado se cumplió el centenario de aquel relato que me contaste de pequeño pero es que pese a la edad que hoy tengo, de sólo recordarlo me da escalofríos y se me pone la piel de gallina, me es casi imposible aceptar que exista tanta crueldad dentro de una persona; mas, como decía mi abuela Rosa Amelia, el Diablo penetra en el cuerpo de algunas personas para cometer maldades.
Bueno comencemos indicando que no se sabe por qué de pronto saliste de Chiclayo rumbo a Iquique, viajaste tu con tu esposa Rosa Amelia Zorrilla y con tu hijo mayor Ernesto, chiclayano como tú. Tu otra hija, Angelina, se quedó en Lima estudiando enfermería. Llegaron a comienzos de 1900 más o menos. Hasta allí no hay nada extraño, pero tu hermano Huberto, salió de Chiclayo para arribar a Buenos Aires, él llevó consigo a su mamá María Santitos y a sus hermanas Ofelia, Isabel y Margarita.. Otro Chirinos fue a dar a Omas, un lejano pueblito de la serranía de Lima. Un cuarto familiar recaló en un país centroamericano, creo que a Puerto Rico.. Algo grave debió ocurrir para generar ese terror pánico.
El por qué de esta estampida fue un secreto familiar muy bien guardado ¿murió alguien? Como ya no queda nadie con vida, de esa época, cómo para averiguarlo se hace imposible saberlo. ¿Huían de una epidemia? Hay una antigua marinera muy curiosa, que quizá podría ser una pista a seguir, donde se indica que la gripe llegó a Chepén.
La gripe llegó a Chepén, hay ya llegó,
y está matando mucha gente,
muere mucho pobre,
¿por qué será?
Y de Chepén a Chiclayo no hay más que un paso. Debemos indicar que inicialmente dicha enfermedad era causa de mortalidad. Con la fumigación reiterada, la vacunación masiva y la llegada de los antibióticos, la parca cambió de aspecto mortal.
Al llegar a Iquique, el Comité Patriótico de Damas, clandestino, peruanas visitó tu casa y le pidió a la mama Amelia incorporarse, le explicaron que era en procura de recaudar dinero para la causa, cada casa preparaba un potaje que luego se vendía en toda la colonia de peruanos.
-¿Qué platos están preparando?
-Hay arroz con plato, seco de cabrito, mala rabia, solterito ¿por qué?
-Para hacer algo diferente – fue tu respuesta.
Ingredientes
Un cuarto de guindas.
Un cuarto de huesillos.
Un cuarto de guindones.
Un cuarto de orejones.
Dos paquetes de gelatina china.
Tres latas de leche evaporada.
Dos kilos de azúcar.
Canela y clavo de olor.
Un frasquito de vainilla.
Procedimiento
Se lava la fruta seca y se ponen a hervir hasta que hinchen y adquieran suavidad. Agregar la azúcar, unos cuantos clavos de olor y varias rajas de canela, y dejar hervir hasta que espese y adquieran punto de alambre. Colocar en un recipiente.
Remojar la gelatina china y luego hacerla hervir hasta que desaparezcan los grumos. Téngase cuidado de colar. En caliente la gelatina agregar las frutas almibaradas, echar un chorrito de vainilla y los tarros de leche. Probar si tiene suficiente azúcar. Para darle color agregarle un poquitín de azúcar quemada.
Poner a cuajar dentro de la refrigeradora.
Gracias abuela, de ti aprendí lo poco que sé de cocina, a poner una mecha entre la leña o el carbón para encender fuego, a evitar derramar agua a una fritura, a que no se rebalse la leche al hervirla, a hacer arroz graneado y tantas cosas más.
Más tarde un integrante de la Junta Patriótica visitó al abuelo para que participase y el abuelo aceptó con el mayor gusto.
-Mire usted, cada vez está mas cerca la fecha en que se debe realizar el plebiscito.
-¿Cree usted que se cumpla?
-Depende de nosotros que se cumpla o no.
-Entonces ¿qué debemos hacer?
-Aumentar en lo máximo que su pueda la ayuda que enviamos.
La suerte de riquísimos territorios salitreros pendía de un escrutinio, el gobierno del presidente Pedro Mont, oficialmente era respetuoso de los Tratados vigentes pero alentaba o hacía la vista gorda con un conjunto de acciones tendientes a inclinar la balanza para apropiarse definitivamente de las Provincias Cautivas. La tensión social se acentuaba cada vez mas. Como dirías tu, abuelo, la chicha está fermentando.
Con el tiempo llegaste a poner en el mercado hasta veinte botellas de licor, por algo te consideraban el vendedor estrella, bueno, ya eras un vendedor con éxito cuando trabajabas en la Casa Cuglievan, en Chiclayo, tu tierra natal.
Disculpa, estoy evitando ir al grano, como te dije, siento temor. Bueno, que sea lo que Dios quiera. Más o menos el diez de diciembre de 1907 empezaron a llegar a Iquique, trabajadores de las salitreras. Se había decretado una huelga en procura de mejores salarios y mejores condiciones de vida y poco a poco la extracción del salitre se detuvo. Los huelguista se alojaban en la Escuela Domingo Santa María situada en la Plaza Mont. Al centro de esa plaza se encontraba en pleno funcionamiento el Circo Zoborán, y en su carpa también se alojaban los huelguista. Fueron concentrándose hasta llegar a la cantidad de treinta mil y entonces se te ocurrió en ir a ofrecer tu mercadería. Magnífica idea, todo lo que llevaste te lo compraron.
-¿Ruperto, a dónde vas todos los días que siempre llegas contento? – te preguntó mi abuela.
-Mira, hay miles de potenciales compradores y vendo todo.
-¿Estarás dando crédito?
-No mujer, allí vendo al contado.
-¿Qué haces con el dinero?
-Se lo entrego a nuestro Cónsul, don José María Forero.
-Te recuerdo que nuestra hija va a cumplir dos años.
-Ése es un dinero extra, el sueldo que gano no lo toco.
Todo iba viento en popa. En la rada estaban acoderados barcos de distintas nacionalidades, ingleses, franceses, de muchas partes, no habían podido cargar el salitre por motivo de la huelga. Era un espectáculo pocas veces visto, barcos veleros, marineros de muchas nacionalidades, esos también eran tus potenciales clientes, no en vano fuiste a vender tu mercadería y se acabó tu arsenal de botellas de licor. El 20 de diciembre llegó a todo vapor el buque de guerra Esmeralda. Hay una tensa calma chicha, presagio de tormenta.
Al día siguiente era un ir y venir, algo estaba pasando o estaba por pasar. El vuelo de una paca-paca con su grito característico era premonitorio, como bien dicen en el norte:
Cuando la paca-paca canta,
alguien muere;
no será verdad,
pero sucede.
De pronto, comenzando la tarde viste que estaban rodeando la plaza, como ya no tenías nada que vender, te retiraste, pero desde lejos observabas lo que ocurría. Rodearon también toda la manzana de la Escuela Santa María. El Cónsul peruano, a un lado de la plaza, hablaba con los obreros peruanos para que abandonaran el lugar, incluso les ofreció pagarle el pasaje de regreso a la patria, él había visto cavar grandes zanjas y tenía conocimiento de que se iba a desatar una gran represión para desbaratar esa huelga, considerada rebelión. Evitar lo que sucedería después, le era imposible, solo le concedieron el sacar a sus paisanos de allí. De improviso se oyó con claridad una voz:
-Juntos bajamos de la pampa, juntos luchamos por un pedazo más de pan y si vamos a caer, caeremos también juntos.
-Me asustas abuelo.
-Santíguate y aprende a distinguir a tu enemigo
-Tararí, tararí, tararí.
-Tararí, tararí, tararí.
Los granaderos de a caballo persiguen con sus lanzas a los que corren huyendo en procura de salvarse, caen ensartados como si fueran anticuchos. La infantería del regimiento Rancagua y la del regimiento militar Carampangue entran en acción. Se a desatado una violencia mortal por todos lados, incluso, en la parte de atrás, como para evitar fugas, está el regimiento militar de Ferrocarrileros. Quejidos constantes piden el cese del fuego pero es respondido con mas balas. La masacre duró como una hora. Sesenta minutos de odio mortal. Nueva orden y suena el corneta:
-Tararí.
Ves sombreros por el suelo con restos de sesos, hay zapatos con su pie adentro, fueron separados de su cuerpo a la mala. Se respira un olor a muerte que se acentúa conforme cae la noche, sangre regada por todas partes, restos de partes humanas yacen desparramadas. Aparecen carretas cargando cadáveres que van derecho a las zanjas cavadas con antelación, se entrecruzan camilleros con heridos que, no habiendo hospital cercano, se acumulan a un lado a la espera de qué hacer con ellos.
Apenas puedes te retiras a tu casa y al entrar te peguntan:
-Ruperto ¿qué te pasa? Tiembla todo tu cuerpo y estás pálido.
-Agua, dame agua por favor – es lo único que dices.
-El Espíritu Santo llena tu cuerpo.
Bueno abuelo, ya cumplí contigo, ya narré lo que me contaste para que las nuevas generaciones sepan de esa cruel matanza, estimada en más de siete mil personas, ocurrido en territorio peruano cautivo, ahora te pido de todo corazón que me ayudes a borrar de mi memoria ese espantoso recuerdo.
- Así sea.
-Amén, gracias abuelo.
© José Respaldiza Rojas
Lima, Perú
imagen:
Ernesto Deira, Desde Adán y Eva, Colección particular (de la muestra Antonio Berni y sus contemporáneos, en el Malba)
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