Jon Gallego Osorio


Antonio Azul


Era un día muy soleado y hermoso,
lleno de verdes olores y alegres mariposas.
La tierra se expandía generosa ante los ojos de Antonio azul
un niño de corta edad que salió una tarde de su casa a caminar.
Al cabo de un rato de vagar por ahí se topó al alfarero, un sabio,
que según contaban, bajaba de la cima del mundo de cuando en vez; A enseñar sus secretos
a quien los supiera encontrar.
Antonio al verlo, supo de inmediato que esa era su oportunidad y al momento empezó a preguntar.
Alfarero ¿qué debo hacer para vivir a plenitud?
El alfarero mirando fijamente al muchacho y descubriendo con su perspicacia que no existía maldad en él, de este modo le respondió sin vacilar.
Debes tomar lo que se te ha dado y disfrutar del conocimiento. Dijo serenamente el alfarero.
¡Pero cómo! Exclamó Antonio.
Sigue tu instinto y encontrarás la huella.
Y si no la encuentro. Dijo Antonio.
Entonces… toparás la puerta del laberinto eterno. Replicó seriamente el alfarero.
Y todas las fragancias de las flores se esfumaron presurosas, madre tierra sacudió fuertemente su casa, y se escuchó el murmullo del viento cuando velozmente se marchaba.
¿Es tan terrible? preguntó Antonio.
¡Sí! Contestó de forma tajante el alfarero. Tu vida estará perdida en la ignorancia y tu existencia será un fracaso.
Entonces… ¿Qué debo hacer? Preguntó Antonio.
Siembra en tu alma la virtud, dijo el alfarero.
Y ¿qué es virtud?
El sabio dijo así:
La virtud es la esperanza de tus padres, de tus hermanos, de tu prójimo, del mundo mismo.
La virtud es belleza, la virtud es imagen e identidad,
La virtud es conciencia de ti mismo, de tu mundo, de cambio.
La virtud es… inmortalidad.
Y ¿Cómo he de llegar a la virtud? Le preguntó Antonio al alfarero.
Primero busca en tu interior un don, “tu don”.
Luego llena de esperanza todos los bolsillos, el corazón y el horizonte.
Después abre bien los ojos y la mente para que puedas diferenciar tu mundo, y el camino del laberinto eterno. Nunca desfallezcas en tu lucha por conseguir la virtud.
En tu camino hallarás… amigos, libros, hombres que la han encontrado ya.
En el camino hacia la virtud, ponte zapatos de alegría para que saltes de felicidad cada momento de tu vida. Luce ropa hecha con tesón y ternura para que ese valor se te transfiera.
Rompe un nuevo camino y trata siempre de ir más adelante que la adversidad.
Perfuma tus palabras con la verdad, para que muchos que están perdidos te sigan.
Alimenta cada día con perseverancia, amor por ti, por el mundo, y por la vida.
No escuches nunca el susurro del desaliento.
Mira cada mañana el cielo para que tus ojos se iluminen y no pierdas tu camino.
Extiende tus manos al creador, para que él, ponga en ellas su sabiduría.
Cuando la noche nazca: descansa, descansa, para que tengas fuerzas de seguir luchando.
Y cuando un nuevo día te ilumine, ora con ilusión, dando gracias por el gusto de hacer siempre lo que quieres.
Entonces un día sin saber cómo, te darás cuenta que la virtud estuvo siempre contigo.
Porque quien mira en su interior y se llena de esperanza, fecunda la virtud en su vida.
Y si conoce la alegría, el tesón, la ternura, la adversidad, la perseverancia, la verdad, el amor por sí mismo, por los demás y el por el mundo; si además de eso vence el desaliento, y si sus ojos y sus manos llevan la luz del cielo… ha encontrado la virtud.
Que es el camino directo del conocimiento.
Porque el conocimiento es conciencia, y la conciencia es la musa más bella de la vida; porque la conciencia no se marchita con el tiempo, la conciencia embellece por siempre tu identidad y hace que seas imagen y ejemplo.
No hay belleza sobre la tierra que no marchite, que no sea un estado pasajero.
No hay estado que embellezca más el ser humano como la conciencia, que es silencio, escucha, dialogo interior, comunión con el mundo.
Entonces el alfarero tomó a Antonio de la mano y le dijo:
Mira las plantas, los pájaros, los ríos, las mariposas, el lago, la montaña, el viento,
Las especies animales. Todos conjugados en un solo mundo, de respeto, de amor, de armonía.
Antonio maravillado con las palabras del alfarero, sonrió de alegría, alegría de vivir.
El alfarero también sonrió al ver la alegría que se erguía ante sus ojos.
Entonces dijo Antonio: debo encontrar la virtud para vivir con plenitud y luego puedo enseñar a encontrar la virtud
Si, contestó apacible el sabio.
Sí en tu interior germina la virtud, entonces tendrás el poder de polinizar tu prójimo con la virtud.
Antonio sonrió otra vez y el sabio también sonrió.
El alfarero al sentirse complacido con la sabiduría de Antonio dijo así: Sé feliz Antonio azul y se marchó de nuevo a la cima del mundo.
Antonio se fue a casa alegre y envuelto ya en luz de luna.
Extasiado por su suerte al haberse topado al mítico alfarero, no se daba cuenta, que a cada paso que daba…Germinaba una gran esperanza.
El sabio alfarero supo entonces que allí, ese día, había nacido… UN MAESTRO.

(c)Jon Gallego Osorio

Colombia

imagen: Joan Miró, pintura, muestra en la Fundación Proa, Arte del siglo XX, colección museo Rufino Tamayo

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