Stella Maris Taboro
Un mundo distinto
Un ángel malo pretendió cerrar todas las puertas de los sueños de Luis. Él era pequeño, muy pequeño en todos los sentidos.Anduvo por las calles como un alondra escapando del peligro, despertaba cuando el sol le arañaba los párpados, allí debajo del puente.
Siempre se enredaba con la soledad. No recordaba ,desde cuándo la calle era su casa, sólo estaba convencido que había nacido un día en que las cascadas dejaron de fluir y el cielo dejó de ser celeste. Fue en el preciso momento que su llanto primero cayó como rayo partiendo todas las horas .Desde entonces fue rodar y rodar,hasta el día que se prendió al vientre de una paloma y aprendió el lenguaje de las aves. Ya no tenía angustia y hasta podía sentir el suspiro de los ángeles en la boca de las generosas auroras . La serenidad del espacio se le había impregnado como alga milenaria. En el fondo de lo infinito fue agrupando las perlas, nacidas de las lágrimas evaporadas desde los ojos del mundo y construyó un castillo de muros azules y torres plateadas. Acudieron buscando refugios ,los aullidos de los arroyos descongelados amenazando los valles sembrados,los gorriones que huían de la ciudad contaminada y todos los seres desamparados. La brisa sideral , traía perfumes de violetas invadiendo desde el atalaya a todo el castillo. Luis aprendió todas las plegarias escritas, con el vapor de los poemas que se acercaron al sol, inventó juegos con bordes de dulzura. Millones de almas angustiadas buscaban los senderos que llevaban al castillo de Luis. Había creado un mundo distinto, el que había soñado allá muy abajo ,donde quedaron sus pasos sin calzado, su cuna de calle y su despertador de sol.
(c) Stella Maris Taboro
San Jorge, Provincia de Santa Fe
Argentina
imagen: Cándido Portinari, Menino e Carnavial, (de la muestra en la Fundación Proa)
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