José Chamorro Guerrero



LEYENDAS DE MI PUEBLO   

LOS CAGONES  


Remontándonos a los años 54 del siglo anterior, en un lugar del Municipio de Ipiales, existe un pueblito llamado Contadero, en donde cualquier comentario o noticia llamaba fuertemente la atención, esto implica que no existía la luz eléctrica, factor que llenaba de misterio a las leyendas. En este pueblo existe un cementerio al final superior antiguo camino de herradura de ir a Gualmatán, a la vuelta de dirección una casa baja donde se vende la chicha mascada, lugar favorito para los que gustaban de este embriagante y el dueño por un sacharme de la vida le puso el letrero LA ULTIMA LAGRIMA, bajando al pueblo a unas cuantas cuadras en calle recta al topar la esquina de los Pérez, existía una choza  compuesta por una pieza para dormitorio, otra para  cocina, en donde corrían los cuyes que criaban los dueños de casa, más al fondo una escalera de subir al soberado en donde se guardaban los granos para consumir durante el año, en la parte externa un corral, que le daban el nombre de chanchera para criar el marrano con los desperdicios de la casa y una huerta casera donde se sembraba el maíz y algunas plantas medicinales, hacia la calle un pequeño corredor frente a la puerta y unas gradas con conducían a la calle, en este lugar vivía Maximiliano Jácome.
Apenas comienza el acontecimiento que les voy a contar.  Dicen que a las medias noches, salían de la puerta del cementerio un par de gatos engarzados por las colas, los ojos chispeantes, su color profundamente negro, rodando sobre el piso y en su maullido parecía que decían por voz compadre, por voz comadre o sea eran los cagones o también en el común denominador de la gente sencilla que vive de recuerdos, los compadres que rodaban calle abajo hasta perderse en la lejanía, tratando de purgar su delito.
Según cuentan este acontecimiento sucedía los días martes y viernes en las noches, y las tertulias familiares se comentaban que eran un señor y una señora,  ambos casados, quiénes eran compadres, pero se cree que ellos vivían en concubinato y por eso en castigo de Dios para purgar su pena se convertían en la espeluznante figura ya descrita, pero Maximiliano ya estaba acostumbrado al suceso e inclusive contaba que salía a la calle y con una rama los asustaba, para él ya no era cosa de la otra vida.
Pero un día,  domingo, cuando los señores y los jovencitos se reunirían en corrillo y se comentaba de todo, hasta que uno de ellos, estando Maximiliano, presente, saca a relucir el tema de los cagones, no más darle cuerda a Maximiliano y cuenta lo que es y lo que no es, y con el creer solitario de la gente, todos escuchábamos su relato, asombroso y miedoso a la vez, hace un alto y uno de los concurrentes, le dice que no serán  Mélida y Pedro, nombres ficticios que utilizo para la narración, que son compadres y viven amancebados, otro toma la palabra y dice que ha él le han contado, que si uno es tan valiente y los afrenta con un machete y los separa, dejan de ser cagones, pero si falla el machetazo los mata a los dos, en la mente de Maximiliano se le creó la duda, al final cuando ya el sol moría en el ocaso uno a uno de los concurrentes a la charla se fue levantando y envuelto en su ruana con pasos vacilantes se fue masticando lo increíble del relato, que luego llevaría a la casa, y la trama cada día se hacía cada  vez más extensa.
Maximiliano, no pudo dormir la noche del domingo, se le fue de claro en claro pensado en los dichos, chistes, chanzas que se urdían sobre este acontecimiento tan popular en el pueblo, en fin con la cara pálida de la mala noche, se levantó, tomó su tasa de café humeante con dos tortillas, encaminó sus pasos adonde guardaba su lindo machete y toda la mañana se la pasó sobando el arma sobre la piedra de afilar, mientras pensaba, que tal que no logre separarlos y los mato, no puede ser me convierto en reo, pero por dentro un impulso lo llevaba a tomar la decisión, por eso escondió el machete bien pavonado debajo del colchón de la cama y se durmió apaciblemente.
Había tomado la decisión, de experimentar el machetazo, ya listo escogió un viernes trece, hasta que el momento se llegó, salió a la calle y se metió  en la sangradera mientras sus oídos escuchaban atentos todo ruido hasta que por fin escuchó el esperado, se envolvió la ruana a la cintura y sin temblarle el pulso de su mano derecha esperó a que estuvieran a tiro y descargó tremendo machetazo y los separó, como una guillotina por la mitad, pero vaya el susto, delante de él no había nada, y aseguraba que si les dio el machetazo, no había otra cosa que  esperar hasta el martes o ir a visitar a los compadres para saber la realidad
Maximiliano, esto no lo contó a nadie pero lo cierto fue que el martes ya no pasaron los cagones por la calle, y él para asegurarse de lo cierto inventó pretextos de visitar a Mélida y efectivamente estaba en la cama con una cortadura de machete en la pierna a la altura de la nalga, éste le pregunta a su amiga que le pasó y ella le contesta que cortando con el machete unas ramas, se le pasó y se cortó la pierna, por lo que se sabe que es cierto, el suceso, pero más de uno al leer estos renglones me ha de apuntar con el dedo y le respondo, Maximiliano Jácome era un servidor de la casa y él pasados algunos años, del hecho, nos contó lo sucedido, y con esto los compadres o cagones desaparecieron de mi pueblo y nosotros , mi familia, soltamos la carcajada.       

© José Chamorro Guerrero

José Chamorro Guerrero  (Contadero, Nariño, Colombia) es Licenciado en Filosofía y Letras y Especialista en pedagogía de la creatividad.
Actualmente vive en Cundinamarca, Colombia.


  imagen: Alfredo Volpi, Hombre con un paraguas en el paisaje (de la muestra en el Malba)

 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Gracias.......
Es facil notar que la imaginacion se estimula con el relato a cada letra se crea una conexion fuerte pero invisible con la cultura y tradicion del autor... lo simple de la narrativa da buena cuenta de su ingenio por eso estoy seguro que esto es apenas el inicio de un fecundo camino de leyendas.
JOSE LUIS
(Colombia)
Araceli Otamendi ha dicho que…
Carta de Beatriz Mónica López Osornio:


desde niña amo las leyendas y la de Chamorro me atrapó.
GRACIAS Araceli por enviar el relato.
un gran abrazo.

Beatriz Mónica López Osornio
City Bell
Provincia de Buenos Aires
21-3-2010
Unknown ha dicho que…
Lindo relato digna muestra de nuestra cultura Nariñense espero seguir leyendo sus relatos

Gracias Profesor

CMORA
Unknown ha dicho que…
Lindo relato digna muestra de nuestra cultura nariñense esperoseguir leyendo sus escritos

Gracias Profesor

cmora
DEIVI ADRIAN VELASQUEZ ha dicho que…
Profesor Chamorro, es grato encontrar una publicación tan representativa de nuestra cultura Nariñense, es mas grato todavía tener a un gran amigo que represente a nuestra tierra de una manera tan digna y hermosa.

Espero encontrar mas leyendas suyas. Gracias.

Deivi Velasquez

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