Beatriz Helena Ramos Amaral
Es temprano, pero ya preparo la fiesta, limando los rebordes. Atravieso
el pasillo del departamento y alcanzo la primera puerta. Una más. Otra. Y otra. Son
puertas con grietas que no reconocen límites. Yo sé que, en cualquier momento,
entre los vacíos de un tejido ancestral, Valladolid vendrá, como siempre, como un emblema o cimiento de una resonancia casi legible. Sé que se
extenderá por los patios y monasterios, diciendo
septiembre, septiembre, con su tono de ayer y su timbre extraordinariamente
grave.
Abrigos de colores desvaídos
tejen ilusiones en mapas imprevistos. Navegaré noches abiertas e ibéricas siempre hacia
el noroeste, cruzando los barrios,
Vadillos, Delicias, San Isidro, Victoria, Parque Alameda, Paseo Zorrilla-Campo
Grande.
¿Por qué, Valladolid? ¿Sabré
rehacer contornos de otro continente? ¿Podré fingir que ignoro contrastes y
transparencias? ¿Por qué insistir en el tema de tus calles y tus costumbres?
Hoy: cine al aire libre, cerca de esta luna inmensa y sin presagios. Hay poco
tiempo para los enredos de la tierra y para la memoria de las trenzas. Pueblos de Castilla y León. Vega. Estrellas conocidas. Tohallas
y retazos amarillos que extienden mis recuerdos.
Debo seguir el camino a través de las grietas. Ahora hay hendiduras en
la pared. Pequeñas hendiduras que reabren estas transgresiones casi imperdonables de
otro tiempo. Oigo Stella Splendens y
¿Qué me quereis, caballero? Oigo una guitarra. Una conocida melodía. Voces de los cantantes que me
cercan, cercada, ricercari,
todos-todos reconocen mis pasos. Uno de ellos me presenta una melodía. Que
recuerdo. Sí. Es Dima Robadora del
Cancionero de Upsala. Pero los ojos de la cantante son pájaros sin alas. No
tienen proporción de miedo para el salto. Valladolid ¿quién tiene apuro?
¿Quién domina tus ritmos y caprichos?
Esbozaré pretextos para el uso de las zandalias. Audacias conducen
colores nuevos en las zandalias. ¿Quién sabrá de algún daño? Ninguna oportunidad.
Tres días para desistir, no tardo. Oiré cantigas de Martim Codax. Todo se hace
presente en esta mezcla de imprevistos que me toma.
Espero, diariamente, que alguna hipótesis desvele el temple de la
brecha, quiere decir, que algún sentido emane del improvisado movimiento que me
trae a la provincia. Al noroeste, soy otra. ¿Semejanzas? Digo: aún es pronto.
No sé. Semejanzas de contexto, dirá el intérprete, en su diván, planteando
respuestas. Intervalos que hilvano.
Leeré
los interlineados del subtítulo. Seré retrato. O sombra. Seré volátil, el
hilo-memoria del pasaje. ¿Cuadernos para anotar? Los dejé en el jardín. Glosas.
Cláusulas. Principios. Ironías perdidas. Pero no te pierdo, Valladolid, pues me
agarro a la espiral de tus preceptos. Recogeré todos los datos. Seré de nuevo.
Allá. Seré. Sándalo-zandalias, qué ganas. Haré promesas. Iré.
Soy la noche, la brea de fronteras desechas. Todo es deliciosamente inusitado.
Alguien, de nuevo, baraja las cartas.
Oráculos: semillas inconclusas. El fraseado reincidente. Capas adivinatorias
adelantan calendarios. Repertorio de nieblas. Alguien, sabiendo, fortifica la
adicción.
Al borde del impasse, un maestro mira el cierre de la escena. Todo es devuelto.
Ninguna idea me abandona. Piden que confiese. Exigen. Ordenan. ¿Quién escribe
la certeza del retorno? ¿Quién comienza? Valladolid, si abrieras las palabras,
si las letras escribieran, sabré.
Plural, plural en este engranaje. Conjunciones que se sustituyen,
grafemas mutantes, alternancia de vocales, agua y fuego, Otiot Hahemshech.
Poco tiempo para la pesca.
Todos me interrogan.
Valladolid trae ardores para
el espanto. Antorchas. Y es solamente fuego, ahora.
Llamaradas por las brechas me conocen. De rodillas, ¿qué
palabra se arrepiente?
(c) Beatriz Helena Ramos Amaral
San Pablo
Brasil
Datos de la autora en el
Espacio de autor
traducción al español ©
Araceli Otamendi
versión en español
autorizada por Beatriz Helena Ramos Amaral para publicar enla
revista Archivos del Sur
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