Adán de Maríass - El condenado

El condenado Salió de su casa sin mucho apuro. -Tengo todo el tiempo del mundo -se dijo. Dio una media vuelta por la plaza Dos de Mayo, y continuó por la avenida La Colmena. El maletín casi nuevo, la camisa bien planchada, la corbata de colores diversos, el saco y el pantalón a medio camino entre el uso exagerado y el descuido. Venía como pensándose. La noche entraba en él. Recién ayer se enteró de su despido. Para aparentar una realidad que ya no le corresponde, decidió entrar y salir de su casa como lo hacía antes, para que ningún vecino se diera por advertido, siente una comprensible vergüenza. Si bien es cierto queda como un desempleado más en la larga lista de una estadística confiable, eso no le quita el sueño ni lo posterga, tarde o temprano tendrá que pagar los recibos por gastos domésticos, y eso es de carácter inevitable. A no ser que por injustificada necesidad se ponga como asaltante, dato de registro criminalístico que no debe estar en el perfil de s...