Mis primeros cien días - José Respaldiza Rojas


De pronto me aburrí, si pues, cualquiera se aburre,  porque no pasaba nada diferente, todo el día metido en el agua, bucea y bucea, todo me parecía igual, y además encerrado, así que decidí salir, entonces me puse a patear y patear a más no poder, tanto que asusté a todos en casa.
- Que ya viene.
-¿Qué cosa?
- Sí, se mueve demasiado, de arriba para abajo, empuja que te empuja.
- Entonces, no perdamos tiempo y vamos.


Mi madre apareció en la Maternidad de Lima, en un cuarto individual y yo sin poder ver lo que pasa afuera.


¡Quiero salir!


Grité, pero nadie me escuchó, algo está funcionando mal, no puedo saber cómo es lo de afuera y los de afuera no pueden oírme.
Escucho decir o creo estar escuchando que estamos en el mes de mayo, si, ese es el mes en que me decidí aventurarme a conocer lo de afuera, ya pasaron veinticuatro días, no sucede nada, todos los días son iguales, ya se viene la hora de almorzar, si porque es costumbre que toda la familia se junte en torno a una mesa a las doce del día para almorzar, aún falta media hora cuando en eso un fuerte rumor salió de las entrañas de la tierra, guitarra llama a cajón, cajón a la voz primera, ajustarse la pollera, como dijo Nicomedes Santa Cruz y es que a la ciudad de Lima se le antojó bailar una marinera con su fuga más y arrancó un terremoto de padre y señor mío. Me estoy refiriendo al movimiento sísmico que asoló la capital y el primer puerto en 1940. Mi madre se sentó en el borde de la cama, metió sus pies en las chancletas que estaban en el piso, se ajustó la bata y chau maternidad.
Salió a la calle caminando como pato por lo abultado de la barriga, detrás de ella una enfermera trataba de contenerla, nada señor, proseguía caminando rumbo a su casa, señora por favor vuelva, todo se movía a su alrededor y ella camina que camina por el centro de la pista porque por suerte circulaban muy pocos automóviles. Llegó al jirón Ancash, bajó hasta la Plazuela de la Buena Muerte, bordeó la iglesia del mismo nombre y cuando iba a entrar a la casona de cadena, donde hoy funciona el Hospital San Camilo….zasss se vino abajo el balcón situado a la derecha, levantando una gran polvareda. Toda la casa bailaba, alguna de sus paredes se rajaron Nada de eso asustó a mi madre que procedió a subir las escaleras de mármol.
Mi padre laboraba como meritorio en el Museo Nacional de Arqueología, que por entonces funcionaba en la cuadra seis de la Avenida Alfonso Ugarte, donde actualmente funciona el Museo Nacional de la Cultura Peruana. ¿Qué es meritorio? Como el país atravesaba una crisis económica, por el efecto rebote de la II Guerra Mundial, escaseaban los nombramientos, había que hacer méritos para lograrlo, de allí el nombre y hasta entonces se recibía como salario una propina. Por efecto del movimiento telúrico, el lugar donde él se encontraba, la puerta se cerró por fuera, quedándose encerrado, felizmente el portero pasó revista por todo el local, antes de cerrar el museo y debido a esa acción pudo ser  liberado mi padre de su encierro involuntario. De inmediato empezó a correr rumbo a la casa, a donde llegó casi sin aliento, sudoroso y cansado
Armando Villanueva del Campo, que se encontraba preso en El Frontón, relata que vio cómo se venía abajo el acantilado de Magdalena y San Miguel elevándose una nube de polvo, así fue cómo se perdió la playa de los baños del Bertoloto, cuando gran paste del acantilado se desprendió, otro personaje que narra lo acontecido es Julio Ramón Ribeyro y está en su libro La Palabra del mudo.
Bueno, nada de lo narrado pude verlo, como tampoco escuché el yaraví 24 de mayo así como tampoco el vals Terremoto del Perú cuya letra y música se debe a Ernesto Nolli Lira.
Pepe ¿quién te eligió para que escribas tus primeros cien días? Yo fui elegido para ser el primogénito de la familia Respaldiza Rojas,  Creías que los únicos que tienen sus primeros cien días son los presidentes de la república, no señor, yo también los tengo ¿Cómo te quedó el ojo?
Estamos en 1935, un año terrible para quién va a ser mi madre, su prometido, estudiante de la Escuela de Ingeniería, debido a las constantes huelgas, su familia decidió enviarlo a estudiar a Chile. Parece que en tierras mapochas conoció a una chica con quien mantuvo un ligero amorío, al graduarse de ingeniero, corta con ella y regresa a Lima, pero ella decidió seguirlo y al llegar zasss se metió en su casa, ocasionando un lío mayúsculo. El declaró frente a sus padres que tenía un compromiso formal con mi madre y que debía cumplir con la palabra empeñada. La chilena se negó a salir de la casa.
Debemos señalar al lector que mi madre nació en Iquique, cuando aún era tierra peruana ocupada por tropas chilenas y que la familia, por la fuerza, se vieron obligados a abandonar el suelo natal, la pasión y devoción por la patria era una bandera que flameaba al tope.
El incidente que tuvo dicho ingeniero con una chilena bastó para que mi madre rompiera todo compromiso matrimonial, atravesando un período depresivo.
Por entonces para festejar un cumpleaños u otro acontecimiento trascendental se organizaba, la persona agasajada ponía la casa y la fiesta se financiaba vendiendo tarjetas de entrada. La tía Angelina, la segunda de los nueve hermanos, celebraba su cumpleaños y como era estudiante de enfermería, profesión mal vista por la sociedad por lo cual debía esconder su nombre y una amiga, que vivía en La Victoria prestó la casa y fueron a donde mi abuelo Ruperto Rojas Chirinos, hombre poco acostumbrado a las fiestas pese a ser chiclayano, para que concediera el permiso para que mi tía Angelina se trasladara a la casa anfitriona. Mi abuelo se negó de plano, aduciendo que todo aquel con compraba la tarjeta de entrada tenía el derecho de asistir sin que nadie pudiera impedírselo. Tras tiras y aflojes la fiesta se realizó en la casa de la Buena Muerte, porque mi abuelo corrió con todos los gastos. Mis tíos quedaron encantados con ese tipo de reunión y continuaron practicándola a escondidas de mi abuelo, pero con el consentimiento de mi abuela Rosa Amelia Zorrilla Parrilla, que como buena norteña ayabaquina gustaba de las fiestas
Por entonces estaba de moda estudiar piano e inglés y se tenía como de muy buen gusto tener un profesor particular. Para que enseñara inglés contrataron los servicios de quien luego sería mi tío Alfonso y como le daban una sorpresa a la que sería mi madre, por ser su cumpleaños, el profesor de inglés adquirió una tarjeta y le dio otra a quien luego sería mi padre. Así, se conoció María Teresa con José Ricardo.
Tras un largo periodo de enamorados, en 1939 decidieron ser novios, al año siguiente, en el mes de junio, decidí salir de todas maneras. Mi padre y mi tía Georgina salieron en busca de una partera.
El 12 de junio pedí mi desayuno y arranqué a mamar, chupa y chupa, pero nada, pedí un palito para desatorar el pezón y nadie me hacía caso, bueno digamos que no me entendían.
-¿Por qué llora tanto
-¿Tendrá gases en su barriguita?
-No sé – dijo mi madre – ya le saqué su chanchito.
-¿Quizá se ensució?
-No, ya lo revisé y está limpio.
-Tengo hambre – dije.
-Cámbiele de posición.
-Tengo hambre -insití- tengo hambre, tengo hambre.
-¿Le dolerá algo?
-Ya les dije que tengo hambre ¿no me entienden? hambre.
-Dámelo, lo sacaré al patio, pueda que se calme.
Me quedé dormido de tantas vueltas que me dieron y a pesar de mi insistencia mi hambre no se sació. Este problema duró casi una semana cuando el médico que me vino a ver se dio cuenta de mi feroz apetito, ya que bastaba que algo se pusiera a mi alcance para que volteara de inmediato para intentar cogerlo con la boca de manera desesperada.-¿
-Alguien de la familia está dando que lactar? – preguntó el médico.
-Nadie – contestó mi mamá.
-¿No conocen de alguien que lo esté haciendo?
-La esposa de un amigo tuvo una mujercita - acotó mi padre.
- ¿Y tienen confianza?
- Sí, este amigo es mi compañero de colegio.

-Bueno les aconsejo que lleven a su bebé a donde esa señora para que le dé de mamar.
-Gracias doctor, eso haremos
Y fui a dar a casa del doctor Roberto Gallesi Manzanares. Pasé de una teta blanca a una de color negro, Pepe se dice seno, que seno ni que coseno, los bebés decimos teta y yo digo teta y teta será. Bueno, por esos avatares del destino, pasé de tener una madre biológica a tener una madre de leche. La institución de las madres de leche desapareció, creo ser el último que gozó con tener dos juegos de teta.
Todo eso sucedió en mis primeros 100 días. Casi se me olvida, por fin sacié mi hambre, mamé de lo más bien de esa teta y la mengua en la producción de lácteos de mi madre se arregló con una pezonera. Yujuyujo tú no tienes dos madres que llenan la pancita, y cuatro tetas que te ponen virolo, yupiiiii.



(c) José Respaldiza Rojas
Lima
Perú

José Respaldiza Rojas (Lima 1940) Decano de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Nacional de Educación (1991) catedrático principal, periodista, se ha especializado en literatura infantil. Es Magister en Ciencia de la Educación. Ha publicado La Maestra, Adivinanza, Las Fabulosas fábulas, Fabulario, Imayllanqui jitanllanqui mil adivinanzas quechuas, Las jitanjáforas en el mundo infantil. El Tangrama, Calcular con fantasía y otros más. Es miembro de APLIJ, CEDELIJ
Ganó el Premio Nacional de Promoción a la Lectura, en el nivel universitario. En 1997 la Biblioteca Nacional del Perú lo galardonó por su creatividad.



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