La casa que se tragó el otoño*(fragmento) - Antonio Costa Gómez


Nuestro mito fue  estar en Buenos Aires  y lo vivimos en el vértigo,  en las plazas elegantes,  en las librerías de noche,   en los teatros , en los cines bullentes.  Lo experimentamos en las cafeterías donde se recordaba a Ernesto Sábato,  en los rincones donde se había quejado Alfonsina  Storni,  en los cruces donde se levantaban torres bohemias.  Lo sentimos en el obelisco que señalaba el cruce de las oleadas de la avenida más ancha del mundo,  en los grandes almacenes de un lujo que quién podría comprar,   en las riberas del río de la Plata.  Lo soñamos en los barcos anclados ,  en los anticuarios de San Telmo,  en los desvanes donde se ensayaba tango , en los trasteros donde se daban clases de baile,  en los bancos donde los viejos se acordaban de Italia o de Croacia.
 Lo supimos en los museos donde soltaba sus locuras Xul Solar,  en las encrucijadas donde Castel se había apretado la cabeza,  en  las vidrieras donde se concibieron los héroes o las tumbas , en los espejos donde se vieron los otros o los mismos.  Lo asimilamos en los restaurantes donde llegaron gauchos despistados,  en los figones donde Oliverio Girondo hizo sufrir a las palabras,  en  las mesas donde Cortázar enloqueció con sus inventos, en las ventanas,  en las fotos de Gardel , en las soledades.  Existimos en las solapas de los libros,  en los claveles,  en los pianos,  en los trozos de canciones ,  en las porcelanas. 
Nos amamos en los jardines, nos besamos en los cines solitarios,  nos peleamos en las callejas ahumadas del centro, nos asomamos a los portales con molduras de yeso,  nos entusiasmamos con las violetas en los espejos, pensamos en cafeterías a las que nunca fuimos, soñamos con vivencias que nunca tuvimos pero que de todos modos en esa forma tuvimos, supimos vislumbres, nos convertimos en humo, nos negamos, nos redescubrimos, tiramos recuerdos en Puerto Madero, nos subimos a un buque escuela del siglo XIX como si nosotros también fuésemos pasados.
Queríamos estar en Buenos Aires y sentimos todo lo que dicen las canciones, lo que asoma en los libros,  lo que imaginamos en las fotos,  lo que olemos en los camiones que van al sur,   lo que se sobreentiende en los orgullos de los taxistas,  lo que callan las porteras.  Conseguimos estar en Buenos Aires  y llevamos todo aquello dentro de nosotros,   cruzamos como imágenes las cafeterías,    atravesamos  las plazas transidas,   respiramos en las tiendas llenas de porcelanas,  tomamos  cerveza donde escribió Sabato,   inventamos formas de bailar en  la cafetería Richmond,     paseamos  por el templete del parque Lezama donde Martín   amó a Alejandra misteriosamente. 
(c) Antonio Costa Gómez

España 

* fragmento de la novela La casa que se tragó el otoño  publicada por Ediciones Europa,  enviado por el autor, se publica con la autorización de Antonio Costa Gómez 




Antonio Costa Gómez  es licenciado en Filología Hispánica y en Historia del Arte. Fue finalista de los principales premios españoles, apareció en antologías y colaboró en muchas publicaciones. Ya ha publicado bastantes libros. En “Las campanas” suenan al mismo tiempo todas las campanas de Compostela para despertar a la gente. En “El maestro de Compostela” un escultor del siglo XII busca la vitalidad infinita en los comienzos del gótico. En “La calma apasionado” el emperador Adriano busca algo que no perezca entre recuerdos y obras de arte en su villa fantasiosa de Tívoli. 

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