Nuestra casa como un prado - Antonio Costa Gómez
foto: (c) Consuelo de Arco |
Consuelo y yo
confinados damos largos paseos desde la cocina hasta la sala. Nos movemos por
todas las esquinas de la sala. Observamos todos los libros y todas las visiones
de las ventanas. Miramos a un enano que pasea
siempre a las doce, miramos a un monje tranquilo en el balcón de
enfrente. Leemos a Muñoz Molina,
Camoens, Claudio Rodríguez, las sagas
nórdicas. Conversamos con pintores expresionistas, con Mark Rothko, con hojas
arrastradas por otoños. Seguimos series y películas en el ordenador.
Vivimos tanta música.
Recordamos viajes y planeamos intensamente otros. Nos
contamos cosas de nuestra infancia, de momentos intensos, de personas que conocimos.
Tomamos comidas exquisitas que ella prepara. Ella baila desatada por el salón y
yo la veo bailar. Tomamos vinos deliciosos y yo tomo coñac. Paladeamos frases
de los poemas, nos vemos de repente uno
a otro en un gesto, nos quedamos mirándonos con asombro. Dedicamos mucho tiempo
a tomar café intenso y a leer los periódicos en papel. Yo voy a buscarlos muy
temprano todos los días y veo las calles misteriosas y alucinadas.
Nos sentimos incansablemente vivos. Abrimos libros al azar y saboreamos una frase
que nos dice más que nunca. Se nos vienen ocurrencias y las soltamos. Decimos todo lo que haremos después, iremos a
Sicilia, visitaremos a Pasternak en las afueras de Moscú, respiraremos por el
oeste de Irlanda. Admiramos todo lo que
puede admirarse todavía. Nos reímos de tantos bulos y de la gente que se los
cree porque solo tienen redes sociales.
Nos balanceamos como hierba que se levanta y que tiembla. Nos agitamos con vida, temblamos, mostramos
variaciones del verde. Vivimos en el
pequeño vértigo, en la jungla de matices. Somos las hojas de hierba impetuosas
de Walt Whitman.
(c) Antonio Costa Gómez
España
Antonio Costa Gómez
es licenciado en Filología Hispánica y en Historia del Arte. Fue
finalista de los principales premios españoles, apareció en antologías y
colaboró en muchas publicaciones. Ya ha publicado bastantes libros. En “Las
campanas” suenan al mismo tiempo todas las campanas de Compostela para
despertar a la gente. En “El maestro de Compostela” un escultor del siglo XII
busca la vitalidad infinita en los comienzos del gótico. En “La calma
apasionado” el emperador Adriano busca algo que no perezca entre recuerdos y
obras de arte en su villa fantasiosa de Tívoli.
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