El Callao* - José Respaldiza Rojas



                                               
MI  PADRE CHALACO*


El recuerdo más antiguo que tengo del Callao se le debo a mi padre a raíz de una pregunta que le hice,  Padre  ¿por qué usted nació en el Callao?  Su respuesta me impresionó mucho al punto de tenerla grabada en mi memoria.
Mi padre nació un 9 de junio de 1906, en los altos de la hoy desaparecida Compañía de Cerveza Pilsen Callao.
Era Presidente del Perú José Pardo y Barreda y Alcalde del Callao John J. Impett.
Ese lugar tan inapropiado para el nacimiento de un bebé se debe a los antojos que manifiesta una dama al estar embarazada, y a que estaban emparentados con los Bentín. Lo cierto es que fue causa de un gran alboroto y correrías, no se encontraba partera a la mano y después de mucho ires y venires se asomó un muchacho. Fue un parto normal, claro que pujó un poco por ser primeriza mí abuela.------¿Qué nombre le ponemos?
-Ya se nos ocurrirá.

¿Antonio? ¿Pedro? ¿Juan?  Decidieron resolver lo del nombre al día siguiente cuando estuvieran más tranquilos, ahora hay que celebrar.
-Felicitaciones fue varón, salud pues Pepe.
-Es la voluntad del Señor.
-No te hagas el humilde, es el hombre quien pone los cromosomas.
-Bueno, salud por eso – terció Raúl, Gerente General de la Empresa.

Es que el nacimiento de una criatura, en un lugar donde todos son hombres, había generado la atención general, era algo insólito, nunca jamás visto.
-Pepe salud contigo.
-Tomo y obligo.
-Con usted mi amor se va.
-Correspondido será.

Y comenzaron  los espontáneos.

 En el fondo del mar                                                                                                              
suspiraba una ballena                                                                                                                      
y en el suspiro decía                                                                                                             
el que la seca, la llena.
-Este está loco, aquí no la vamos a secar nunca.
-Ja, ja, ja, ja.

La tarde se diluyó, la noche hacía lo propio, entonces indicaron que fueran a casa de la Pancha para que mañana trajese un seviche de corvina y un aguadito levanta muertos para combatir la resaca. Al otro día saborearon el exquisito seviche, ellos y todos los trabajadores, pues la gerencia contrató ese plato, para festejar el acontecimiento. Un comentario corría de boca en boca:
-Ha nacido un niño.
-¿Qué cosa?
-Que nació un niño.
-¿Dónde?
-Acá pues
-Oye, no soy tonto, estamos en junio y el Niño Dios nació en diciembre.
-No hombre, es un niño como tu hijo o como el mío.
-Jesús también fue niño.
-Pero esto es otra cosa.
-Estás loco, acá hay puros hombres y los hombres no paren.
-Es que vino una señora.
-Pero si esto es una fábrica, no es una maternidad.
-Para que vea pues, por eso estamos celebrando. 
-Si es así, que vengan más señoras.
-Ja, ja, ja, ja.

La mayoría de los obreros no entendían lo que sucedía, a otros sólo les interesaba que le sirvieran más seviche, aunque para ellos fue hecho con bonito. 

-¿Quién quiere cerveza? La casa invita – habló el Gerente General, que aún seguía alegrón.
Al volver al tema del nombre, por fin le pusieron José Ricardo, a pesar que su padre era José Domingo.  Pesaba cerca de dos kilos, piel cobriza algo clara, ojos negros, abundante cabello negro. Llorón como él solo.
-Mujer, ya nació. Ahora debemos ir a la Clínica, te reservé un cuarto. Además, la ropa del bebé, los pañales, todo está allá – dijo mi abuelo.

Al salir les obsequiaron varias cajas con botellas de cerveza negra, dicen que hace producir harta leche. 
Debemos indicar que mis abuelos vivían en Barranco y más precisamente en la Avenida Bolognesi número 815.
Mi abuelo, José Domingo Respaldiza Coco, bajo, más grueso que delgado, con cejas pobladas y ceño siempre adusto, tenía el apodo de Caifás, vaya usted a saber porque, con modales correctos y de fino vestir,  heredó la fortuna acrecentada por mi bisabuela Josefa Coco, negociante, dueña de grandes piaras de mulas arrieras, quien acumuló sus piezas de oro y plata mediante el comercio de mercadería por provincias. Masón grado 33, militó en las filas del civilismo clásico, me parece que llegó a Comandante de la Compañía de Bomberos Italia número 5, lucía orgulloso un tajo en la ceja izquierda, herida que se produjo cuando combatía un incendio en el muelle del Callao, él se salvó de morir achicharrado al caer en unos toneles de aceite, gracias al oportuno socorro que le brindaron sus compañeros. Poseía una pajarera llena de canarios albinos.
Mi abuela, María Esther Martínez Arias, iqueña, con menor edad que mi abuelo, era lo que se conoce como una señora de su casa, educada a la antigua, es decir para atender los quehaceres hogareños y punto. De altura más bien baja, su contextura se identificaba con el criterio estético imperante que exigía ser barco grande, aunque no ande. Lucía un elegante vestir. Creyente religiosa y practicante asidua, profesó la Regla tercera de la Orden franciscana. Devota de la Virgen del Carmen tuvo una concepción del mundo que antagonizó con la de mi abuelo, sobre todo en lo referente a la educación que debían recibir sus hijos. Militante activa del feminismo peruano, contribuyó decididamente en la conquista de los derechos de la mujer. A más de coser y bordar, se había especializado en la preparación de dulces. Tuvo en el fondo de la huerta de su casa barranquina, una verdadera colección de gallos y gallinas, contándose una gran variedad de razas.
Mi padre todos los años, en víspera de su cumpleaños, acudía a la fábrica para rezar un Padre Nuestro y de paso recoger su regalo. Esto lo hizo hasta hacer su primera comunión.
Cerrando este capítulo diré que mi tío bisabuelo Enrique Martínez Arias Schereiber, trotamundos consumado (se dice que murió en algún lugar de Australia)  jaranero como él solo, miembro honorario de ´´ La Palizada ´´ agrupación creada en 1890, reunía a jóvenes limeños de familia distinguida, formando un grupo bohemio que Alejandro Ayarza de Morales Karamanduca encabezaba.  Volviendo a mi tío bisabuelo era guitarrista y liero de marca mayor. Según decir de mi padre le enseñó a ser un buen chalaco: a hacerse el nudo de la corbata estilo Wilson, a trompearse tirando chalacas y a gustar las comidas del mar. 

(c) José Respaldiza Rojas
Lima
Perú

*Mi padre chalaco forma parte del libro El Callao,  de José Respaldiza Rojas 

José Respaldiza Rojas (Lima, 1940) Decano de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Nacional de Educación (1991) catedrático principal, periodista, se ha especializado en literatura infantil. Es Magister en Ciencia de la Educación. Ha publicado La Maestra, Adivinanza, Las Fabulosas fábulas, Fabulario, Imayllanqui jitanllanqui mil adivinanzas quechuas, Las jitanjáforas en el mundo infantil. El Tangrama, Calcular con fantasía y otros más. Es miembro de APLIJ, CEDELIJ
Ganó el Premio Nacional de Promoción a la Lectura, en el nivel universitario. En 1997 la Biblioteca Nacional del Perú lo galardonó por su creatividad.

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