Mayco - Araceli Otamendi
Mayco
El pequeño animal, casi enano, me seguía como un perro. Su nombre era Mayco – no sabía su significado. En ese momento, tampoco me interesaba.
Semejante a una cebra, su cuerpo tenía rayas de distintos tonos y crines como las de un caballo.
Hacía meses que no se podía salir de
casa más que para lo imprescindible, la
pandemia de Covid 19 me lo impedía. Consideré que lo mejor era pasar las horas
realizando mi arte.
Estaba pintando una tela cuando llegó.
Lo miré, me miró. Tenía ojos de animal y
una expresión casi humana. Seguía pintando y Mayco empezaba a opinar: - ahora
azul, ahora amarillo. Parecía saber de colores y hasta parecía simpático.
Después llegó mamá y me preguntó qué
pasaba.
-
Mayco
se queda en casa, Mayco no se va – afirmé .
Mamá no dijo nada y se alejó. Como siempre estaba en lo suyo, esculpiendo figuras, niños de barro.
Seguía pintando y pintando, durante horas y Mayco seguía aconsejando: un poco más de amarillo allá, indicaba. Rojo, en aquel costado. Con el transcurrir del tiempo me daba cuenta que Mayco no era una cebra o un animal común, sabía de arte, entendía. Además, parecía hablar. O lo escuchaba. Las indicaciones en el arte eran acertadas. Un poco de luz, algo de sombra. En un momento me sorprendí diciendo:
- - No
sé cómo pagarte, estoy pintando mejor gracias a tus consejos.
- - Los
colores no están a la venta – respondió Mayco
Pasaban los días y todo era un secreto:
pintaría el retrato de Mayco con las crines al viento y Mayco me diría los
colores a utilizar. Tenía muy buena vista, se notaba, seguramente por su
estadía en los bosques, en la selva. No era como yo que llevaba años viviendo
en un departamento. La cercanía del cemento sobre mi cabeza, la estructura del
edificio donde vivía, de los edificios cercanos no hacían más que reducir la
luz que entraba por mis ojos y acortaba mi agudeza visual.
El ladrido de los perros interrumpía cada
tanto mi trabajo. Mayco me sugería cambiar el
atril, por uno más grande. Así se fue dando, pintaba y pintaba, logré
terminar varios cuadros de colores más bien estridentes, lo hice de manera
febril.
Pero un día desperté y Mayco no estaba.
Lo buscaba en los jardines de alrededor.
Preguntaba en las casas vecinas, subía a
las terrazas. Quería saber si alguien había visto a Mayco.
Dicen que lo vieron pasar cerca del
río, anduvo por jardines, anduvo por el monte, por las cascadas, por las
montañas y los valles, en aquellos lugares donde las nubes se unen y todas juntas cantan
con el agua. En algún lugar debía estar,
eso decían, Mayco.
Hace poco me escribió una amiga de
Huancavelica, diciéndome que Mayco se le había aparecido en la casa. Por la
descripción, podría ser el mismo Mayco. Está un poco lejos, dije, para ir a
buscarlo.
© Araceli Otamendi
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Octubre 2020
https://revistaarchivosdelsur.blogspot.com/p/araceli-otamendi-escritora-y-periodista.html
ilustración: (c) Araceli Otamendi, collage, técnica mixta,
Comentarios