Sala de reposo - Kim Bertran Canut
Durante
una larga temporada estuve recluido en una casa de reposo, allí en la “Sala
número seis” de Antón P. Chéjov. Compartí celda, comedor y patio con Iván
Dmítrich Gromov…No es muy agradable cerciorarse de que afuera, han quedado los
orates. Esos personajillos que van a un puesto de trabajo a que les exploten.
Que baten su honor en duelo por jóvenes
damiselas y delinquen por tierras, propiedades y dinero, ese vil metal que corroe la substancia y paraliza la evolución
del fruto del espíritu benigno.
Viví
con calma en el hospital mental. Pude pensar y escribir algunas tesis sobre la
enajenada sociedad capitalista.
Cuando
por fin salí, una tarde lluviosa y gris, anduve por las calles sucias y
macilentas del viejo barrio portuario de Barcelona. Esas callejuelas con resonancias
de las últimas guerras que padecen el frío de las victimas engañadas. De los
golpes y tropiezos, contradicciones y descubrimientos de crudezas veladas.
Entre
todas, elegí una pensión regida y alternada por
meretrices, era muy barata y humilde, con una habitación austera y
miserable. Era sin embargo, todo lo que necesitaba: un pequeño camastro y una
mesita de madera, llena de quemaduras de cigarrillo. Una lamparita con una
bombilla fundida y baldosas de cerámica catalana, algunas rotas, muchas sueltas
sin yeso y al pisar sobre ellas bailaban al compás del hambre y los
retortijones en el estómago. Solía comprar una barrita de pan con cornezuelo
espiritual, una porción de queso y vino
tinto…y así pasaban los días y las noches y no dejaba de lloviznar a este lado
de la ciudad.
(c) Kim Bertran Canut
Barcelona
Kim Bertran Canut. (Pont de Suert, Lleida, 1960)
Colabora en varias revistas literarias.
Proyecta exposiciones de fotografía.
Inscripto en la RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL: REMES
Comentarios