Crónica de una lectura - Araceli Otamendi

 

imagen diseñada por IA 


Estaba por la página 25 de la nueva novela de un autor que me gustaba y venía leyendo desde hace años.

Todavía no había ocurrido nada, es decir no había ninguna acción que hiciera progresar el relato. El personaje aún no había salido de la cocina y así fue como empezó el libro.

Dejé el libro sobre la mesa y fuí hasta la cocina a buscar una manzana. La cáscara era roja, brillante.Con la manzana en la mano caminé hacia la ventana, en la calle se habían reunido los motoqueros que traen pedidos y envíos para repartir, algo habitual. No sé qué hacen , por qué se reúnen, de que hablan. Se deben aburrir bastante, a lo mejor. Ojalá lean libros.

Alguien envió un mensaje por whatsapp, no lo leí, había varios mensajes. Los leería después.

La tarde de un día nublado y frío. Una ola de frío polar atraviesa la región.

Comí la manzana, el sabor era agradable y fresco.

Empecé a pensar en el libro que había dejado sobre la mesa.

Por qué el personaje no salía de la cocina, cuáles eran los motivos  para esa inmovilidad, todo era conjeturar.

¿Y si tal vez el autor no sabía cómo seguir la historia?

Me estaba aburriendo ya y me sentía tentada a abandonar ese libro y buscar otro.

La noche anterior me había quedado mirando una serie por streaming.

Un policial, al principio entretenido, mientras miraba la pantalla tejía, cada tanto detenía la proyección y caminaba.

Vi un capítulo detrás del otro, siempre ocurría algo, había que encontrar a un asesino serial que iba dejando huellas.

Era un crimen detrás del otro,  una locura detrás de la otra.

Creo que ví seis capitulos, al principio me había enganchado, no parecía terminar nunca.

La maldad y la locura en grado superlativo. La trama era rebuscada. La historia parecía no tener fin.

Apagué el televisor y me fuí a dormir.

Otro día, otro amanecer, nublado otra vez. Seguía la ola polar.

Retomé la lectura de un libro de ensayos, un filósofo actual analiza la compleja realidad.

Acierta bastante, me entretiene la lectura, me obliga a pensar.

Por unos días abandoné la lectura de ficciones y seguí con los ensayos. Volví a Séneca, una vez más. Cuando habla de la ira, el peor de los pecados, de los vicios. Las Furias en la mitología, ellas salidas de otro mundo para provocar guerras, avivar conflictos entre naciones, y destruir la paz. La ira, un ser tan nocivo como odioso. La ira vence incluso a la avaricia dice Séneca.

De noche, ocasionalmente veo alguna serie por streaming. Ahora veo una donde el personaje es nefasto, malvado, no cambia para bien sino que empeora. La trama se parece en cada capítulo, es desesperante la mediocridad.

El personaje es un sinvergüenza, maldito como el muñeco maldito que aparecía en el ciclo de terror de Narciso Ibáñez Menta y entraba en las casas por la pantalla del televisor cuando era chica.
Ante semejante cosa, decido por unos días abandonar el streaming y volver a la novela que había dejado de leer.
Al menos el autor escribe bien, describe al personaje y a medida que avanza la lectura se van descubriendo aspectos de su personalidad, lo que piensa, lo que siente, aunque en la página 26 todavía no se haya movido de la cocina y tal vez no lo haga hasta el final del libro.

(c) Araceli Otamendi 

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

https://revistaarchivosdelsur.blogspot.com/p/araceli-otamendi-escritora-y-periodista.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lamento por Manuel Araya* - Reinaldo Edmundo Marchant

El conjurado - Araceli Otamendi

La vida es un milagro* - Fabián Ramella