La Apanjoray - José Respaldiza Rojas
Puede que esta historia le cause cierto rechazo, pero
considero que debemos enfrentar nuestra realidad, sin maquillajes y diseñar
alguna solución.
El calendario marcaba 1954 y la hacienda familiar andaba en
mengua, pues como dice el refrán: Do sacan y no pon, presto llegan al hondón.
Debido a eso mi madre le suplicó que le buscara un trabajo al tío Ruperto. Es
así que acompañé a mi madre a Mayocc, uno de los tantos pequeños pueblos
olvidados de nuestra patria, a muchísimos kilómetros de Lima, también conocido
como Lagunoyoc en razón a que un cerro se desmoronó sobre el Mantaro impidiendo
su fluir recorrido y formando una inmensa laguna, que duró muy poco, pero esa
es otra historia, volvamos a lo nuestro, este alejado pueblo es, como dicen, un
lugar Donde el Diablo perdió su poncho. Allí la extrema pobreza moraba en casa
de casi todos sus pobladores. A propósito sus viviendas de un solo piso eran de
adobe, sin ventanas. Salimos de la burbuja limeña, lleno de comodidades y
encontramos un lugar situado en el límite de Huancavelica y Ayacucho que pese a
ser serrano, por estar en una hondonada, se gozaba de calor todo el año. Carecía
de agua potable, ¿desagüé? Pocas casas contaban con un silo y el papel
higiénico era un artículo de lujo, ¿entonces cómo lo hacían? Con una pequeña
piedra lisa o con hojas de algún árbol (aunque de esto nadie habla) No poseía
luz eléctrica, ni ningún otro adelanto, no tenía veredas y la carretera era de
tierra afirmada, el atraso era visible por donde se mirase. Sus habitantes
varones ejercían como choferes o mecánicos, laborando a órdenes del ingeniero
Colmenares, de la Oficina de Caminos, del Ministerio de Transportes, las
mujeres se dedican a las labores caseras.
Hasta la Mejorada la carretera era de doble vía y de allí en
adelante una sola vía, por eso un día esa de bajada y otro de subida, por
supuesto transitábamos por La trampa de los leones, La quebrada de la muerte.
Tenía una escuela primaria unidocente, vale decir que un
solo profesor enseña de primero a quinto, en una sola habitación, para colmo
sólo hablaba español. A veces, trozos de pared de yeso hacían las veces de
tizas, y para continuar con los estudios
secundarios era menester trasladarse a vivir a Huanta, Posta médica ¿de qué hablan? Un radio ¿qué es
eso?
Fuimos a laborar a un grifo amplio, aireado, algo moderno
que hacía contraste con el poblado, era de propiedad del comandante Juan Ferreyra
Minchola, a quien le decían en la ciudad Juan Ferreyra Minchola y mi mula, que
entonces fungía de gobernador en Huamanga, al costado derecho poseíamos una
tienda, a la cual nadie acudía, a la verdad era nuestra expensa que aparentaba
ser un negocio. A la mano derecha había un espacio vacío, era un terral que
hacía las veces de campo de fútbol ya que en sus extremos mostraba dos arcos,
bueno es un decir, pues eran dos palos verticales con otro encima.
Ese grifo funcionaba con la ayuda de un generador eléctrico,
los días de subida, los camiones llegaban con el tanque casi vacío, pero en los
días de bajada pasaban con el tanque lleno y nadie acudía a nuestro grifo
Por esa razón, los días de bajada, mis conocimientos rurales
se incrementaban; Aprendí a olvidar el sonido matinal del cornetín del
panadero, aprendí a saber que si bien el día tiene 24 horas, aquí eso no
importa, amanece con los rayos de la aurora, se come cuando se siente hambre y
cuando la tarde se va, es momento de acostarse, como verán las once de la
mañana o cualquier otra hora, no existe, las tres de la tarde no significa
nada, lunes, martes o jueves da lo mismo, el tiempo se usa de otra manera, es
tiempo de cosecha, es tiempo de regar, es tiempo de marcar el ganado, es tiempo
de la trilla, es tiempo de huaycos.. Los paisanos se las ingeniaban para
sobrevivir, como por ejemplo, hacían un hueco en el tronco de la cabuya,
juntando su sabia para alimentar a los chanchos, como era un jugo algo dulce,
aprendí a beber, cada día, un poco de ello. Aprendí a usar una caña, puesto
contra el viento, para sacar tunas, de diversos colores, aprendí a sacarles las
espinas golpeándolas con ramas pequeñas, aprendí como hacer una honda y a
usarla, aprendí a montar en burro ¡a pelo!, aprendí a caminar entre los cerros
y así conocí un lugar que le llamaban zapatoyoc, por los petroglifos que habían
en el piso, aprendí a cazar tortolitas cuya carne servía para variar nuestro
menú gastronómico, aprendí a buscar alguna lectura en las páginas de un diario
aun siendo pasado o roto, aprendí a pescar bagres con la mano en el Mantaro, un
buen día y de pura casualidad atrapé una jarachupa (zarigüeya), la metí en una
jaula y al día siguiente la jaula estaba vacía, mi madre la había soltado.
Aprendí a tomar chicha de molle, luego sus semillas secarlas y molerlas para tener pimienta, aprendí que el río era el lugar para bañarme,
y es así como la vi por primera vez: en cuclillas estaba lavando su ropa. La
observé un largo rato, mojaba la prenda, la jabonaba y la ponía sobre una
piedra grande y lisa para proceder a golpearla con las dos manos, la enjuagaba
y repetía lo mismo unas cuatro veces. Era una manera de lavar muy diferente a
como se efectúa en la capital.
Trabé amistad con dos muchachos con casi mi misma edad y
cuyos nombres yacen en el olvido, empero fueron mis guías y traductores ya que
todos utilizaban el quechua para comunicarse, entendían el español, pero muy
pocas veces lo utilizaban y yo era considerado un misti. Me enseñaron lo poco
que sé del runa simi (quechua), por ejemplo: a contar: juc, iskay, quinsa,
tahua pisja, soqta, incluidas las interjecciones más usuales.
Un buen día me crucé con ella y la saludé:
- Imainalla
cascanqui.
- Alinyacha
niñucha. – me respondió sin mirarme.
Pasaba arreando unas treinta cabras hasta una loma para que pastaran. Era apenas un poco más alta que el común de los pobladores, de cara algo redonda que se mostraba sin ningún adorno o maquillaje, ojos negros, cejas abundantes, con una exuberante cabellera negra que se remata en dos trenzas que pendían sobre sus hombros, trenzas que al final tenían un coqueto lazo negro, un escote que dejaba ver el inicio de turgentes senos. Encima, cubriendo todo, un sobrero, igualmente negro, su cuerpo sin cintura se yergue sobre dos robustas piernas, a pesar de las muchas polleras se dejaba notar unas amplias caderas. De caminar rápido, ágil jala chaqui (calato pie) pues, salvo para ir al trabajo o ir a la ciudad, nadie se ponía zapatos, ¿medias? Jajaja en el medio rural no se usa esa prenda de vestir. Un día atiné a pedirle que me enseñara a ordeñar sus cabras, y me aceptó. Imagínese la satisfacción interior de poder ordeñar una cabra, estoy casi seguro que a mi regreso, en Lima, nadie me creerá que efectué tal hazaña. Buscó una piedra grande lisa, para que me sentara y estar a la altura de las ubres, me indicó que tomara un pezón, lo jalara hacia abajo al mismo tiempo que ajustaba la ubre Sentir el chiss, chiss, chiss de los chorros de leche cayendo en una olla fue un sonido que aún guardo en mi memoria y de puro alegre cometí el error de solicitarle un café con leche, madre mía, ese café tenía un sabor desagradable, parecía contener achicoria. También le solicité me enseñara hacer queso, pero se negó, en cambio pude observar cómo fabricaba la cecina. Una noche de plenilunio me atreví ir a su casa, abrió la puerta, no me permitió pasar y nos quedamos conversando afuera, al rato sacó un rondín y se puso a tocar, la melodía que recuerdo es el huayno Adiós pueblo de Ayacucho, como no sé escribir la melodía musical, pongo sólo la letra:
Adiós pueblo de
Ayacucho Perlaschallay
donde he padecido tanto Perlaschallay
Ya me voy, ya me estoy yendo
Perlasschallasy ciertas malas voluntades
Perlaschalley
hacen que yo me retire
Perlschallay.
Pajaranmi ripurakani Perlaschallay
tuta tuta tutamanta
Perlaschallay kausapayqa kutimusack Perlaschallay
wañuspaqka
mañana cha.
De regreso, en Lima me enteré que circulan distintas
versiones y que, además, nadie sabe quién fue su creador.
Parca en el pueblo y locuaz en la ciudad al ofrecer sus
productos, mujer ejecutiva, con voz de mando.
Ella ordeña sus cabras y elabora quesos artesanales que
luego lleva a comercializar a Huanta, ciudad situada a dos horas en camión,
también logró aprender a curtir el cuero de ellas, pero prefería convertirlo en
pergamino que tenía mayor demanda, igualmente preparaba cecina con su carne.
También visita a otras mujeres que conducen cabras, para comprar alguna de
ellas, mediante un trueque (canje). Es una gran comerciarte, pese a ser
analfabeta y no poseer documentos, sin partida de nacimiento ni de bautizo,
contradicciones de la vida, es una persona de carne y hueso, que todo lo que
posee lo ha logrado a puro esfuerzo sin embargo legalmente no existía, en las
estadísticas no era considerada, era una peruana fantasma. Salió de la extrema
pobreza sin ninguna ayuda, sin necesidad de robar, pero eso no significa nada.
Sus padres la llamaron Emetérida y ese es su nombre, aunque en el pueblo todos
la conocían como Apanjoray, (cangrejo) sustantivo empleado de forma despectiva,
¿Sus apellidos? No me van a creer, pero allí no tiene ninguna importancia el uso
los apellidos, basta saber hijo de quien eres.
Resulta que a ojos de los varones del pueblo ella está en
edad de merecer, pero Emetérida dale que dale, a los negocios, no siente las
miradas que la acosan, no escucha los suspiros que la acompañan, a mí me
permitió ser su amigo puesto que era un misti, un niñucha, una persona ajena,
extraña. Evita cualquier contacto con los hombres, no está muy claro si es que
deseaban el cuerpo de ella o al dinero que poseía. Emetérida mujer con éxito
pese a lo adverso de su entorno y a qué nadie está enterado de ello.
Nuestra estadía en Mayocc fue algo corta, el tiempo pasa
raudo, fue tan sólo un año con algunos meses más, para mí fue una gran
experiencia obtenida a mis catorce años, que guardo entre mis recuerdos, disculpen,
ya casi se me olvidaba, yo no tomo bebidas alcohólicas, pero allí experimenté
la primera borrachera de mi vida, a base de puro cañazo, regresé al grifo
gritando a todo pulmón:
No
hagan bulla carajo, que mi madre no se entere
Pepe tranquilo, eso ocurrió hace mucho tiempo. Bueno me temo
que pase al tiempo transcurrido nada ha mejorado para dichas personas, peruanos
como todos, pero olvidados por el destino y por la discriminación de todos los
gobernantes de turno y después nos asombramos con las protestas colectivas, que
casi siempre se resuelven mediante el uso de una violenta represión.
P.E. Me temo haber cometido un error, debido a no saber
quechua y a que los hechos ocurrieron hace más de medio siglo, pues ocurre que
el cangrejo (apanjoray) es un animal marino que nadie conoce en ese lugar, en
cambio apasunkay (tarántula) es una araña muy grande, del tamaño de la palma de
la mano extendida, que muchas veces se utiliza en la hechicería, ahora si se
entiende el apodo puesto a Emetérida.
José Respaldiza Rojas (Lima, 1940) Decano de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Nacional de Educación (1991) catedrático principal, periodista, se ha especializado en literatura infantil. Es Magister en Ciencia de la Educación. Ha publicado La Maestra, Adivinanza, Las Fabulosas fábulas, Fabulario, Imayllanqui jitanllanqui mil adivinanzas quechuas, Las jitanjáforas en el mundo infantil. El Tangrama, Calcular con fantasía y otros más. Es miembro de APLIJ, CEDELIJ
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