Poema de dos* - Alejandro Emilio Ramírez Ravelo

Alejandro Emilio Ramírez Ravelo 

 

*El cuento Poema de dos del escritor cubano Alejandro Emilio Ramírez Ravelo resultó finalista en el Tercer concurso de cuento de tema libre "20 años de la Revista Archivos del Sur".

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POEMA DE DOS

 

"El hombre piensa erróneamente que todo sucede, no en espíritu (in animus) sino corporarmente"

Reginon de Prün. Libri duo de synodalibus causis et disciplinis ecclesiastisis II.

 

Punto final. Concluido. Treinta años, poco más o menos, desde su preludio  — no su raíz —  con un título candoroso (luego ese título embrionario ratificó su eventualidad cientos de veces, con cada bisectriz que descartaba un destino) hasta su culminación espacial — no su término: ningún poeta ignora que el poema con su probable final objetivo apenas aletea con mayor o menor trascendencia hacia sus soledades metafísicas, muchas veces no previstas por el autor y siempre corroboradas por los lectores—. Pero ahí estaba la obra, y las inquietudes del autor, siempre lacerantes y alertas, reposaban satisfechas revelándole una sensación de alivio ante la evidencia del logro perdurable: una verdadera obra maestra. Esa era una certeza, una verdad irrefutable demostrada hasta la saciedad gracias a un estudio crítico implacable, feroz, fundamentado con todos los contrastes psicológicos y sociológicos, visibilizadas hasta el aburrimiento las vertientes pretextuales, macerados la totalidad de niveles textuales e intertextuales... ¿El autor de la crítica? Un erudito poseído de fuerzas demoníacas, un censor abusivo, mordaz y cruel, un alucinado implacable: él mismo. Y la fue ejerciendo, sin un mínimo de piedad, en la misma dimensión en la que el otro —¿su verdadero yo?—, el poeta, ejecutaba el acto creativo: verso a verso, vocablo a vocablo, estancia a estancia, acentuación a acentuación, la conveniencia contextual y significante de cada palabra - rima y, finalmente, la contera abarcadora, ceñida, firme, incuestionable cómplice de la belleza. Una sextina petrarquista. Cada minuto de los últimos treinta años estuvo dedicado a ella directa o indirectamente porque la vida no dejó de fluir. No era como en "El milagro secreto", de Borges, donde el tiempo se detuvo fotográficamente y le impuso un paréntesis a la muerte para que el protagonista concluyera su obra; no, acá era verdaderamente más terrible porque la muerte lo ignoraba obligándole a vivir una existencia común, casi miserable, y él debía imponer la creación de su obra a las rutinas y contrariedades diarias, y si por casualidad en una bocacalle se hubiese tropezado con la muerte  pues entonces adiós vida y lo que era peor, adios obra... La muerte, finalmente, no apareció por ningún lado y ya poco importaba porque el poema estaba felizmente hecho.

En la estrecha cocina de su ínfimo apartamento, se sirvió medio vasito de vino y evocó —amalgama de tristeza y complacencia — los peldaños cobrados al diario vivir de una existencia casi monástica mientras sus sentidos estaban siempre alertas para el epíteto correcto, el pulimento necesario, el verso cincelado y limado hasta la saciedad... Cierto que cada vez que requería replantearse una de las seis palabras - rimas, debió transformar la sextina desde el comienzo, pretendiendo y logrando, con el paso del tiempo, condensar la idea exacta, precisa, con sus figuras retóricas apropiadas, sus combinaciones obligadas y definitivas en tanto la idea se ajustaba a la forma como la katana Muramasa a su saya, su métrica perfecta, nunca afectada por dialefas o diéresis desagradables, su ritmo irreprochable porque recurrió a un aliado inmarcesible y le impuso al poema el espíritu beethoveniano de la "Mondscheisonate", imitando sus tres movimientos en las tres primeras estancias y reiterándolos en las tres finales para concluir con el grito de dolor y desesperación, pero esperanzador de la contera. Treinta años, poco más o menos, pero allí estaba... Su obra.

Ahora debía completar la tarea: confrontar la obra con el lector. La idea de autopublicación en alguna plataforma digital la descartó rápidamente porque no lograba deshacerse de la sensación, evidentemente injusta, de que tal opción era el último recurso de los fracasados aunque se vindicaran con probabilidades pecuniarias. Otra variante consistía en enviar el poema a una revista literaria, pero no conocía a nadie que pudiera recomendar su poema en alguna de las revistas de mayor prestigio y él no poseía un currículum literario que le abriera naturalmente las puertas a ellas. Él no era más que un ermitaño ligeramente moderno que había dedicado toda su vida a una única obra, a un único poema. Nadie, salvo él mismo, podía comprender las potencialidades intelectuales que desataría su sextina. Finalmente se decidió por participar en un certamen literario, el más prestigioso que encontrara. El triunfo en un certamen de alta literatura garantizaría la promoción requerida para su obra y su pequeño momento de éxito: minuto nada despreciable luego de tantos años de trabajo ahítos de incertidumbre.

Fue fácil encontrar el certamen apropiado. Envió la obra y esperó el resultado. Cuando estaba próximo el día de la premiación en acto público y al no haber recibido comunicación previa alguna comprendió que no había ganado el certamen. Y era lógico, reflexionó: los jurados, por muchos títulos académicos que exhibieran, por muchas obras publicadas que tuvieran y el general reconocimiento del público lector, no estaban capacitados para juzgar su obra. No había problemas. Esperaría disciplinadamente el acto de premiación y al día siguiente enviaría la obra a otro certamen. Con un poco de suerte algún visionario se colaba entre los jurados y rompía lanzas por la sextina renovadora, su sextina.

La ceremonia de premiación pudo verse en un video que la entidad convocante del certamen literario publicó en las principales redes sociales. Un sobresalto inconsciente, entrelazado con una novedosa alegría fue inevitable cuando escuchó su nombre como ganador del certamen por unanimidad del jurado y un júbilo vertiginoso lo atrapó en un instante al darse a conocer el título de la obra: su obra... Pero todo se embarulló de repente cuando se vio a sí mismo encaminarse al estrado (imágenes que su mente procesaba en cámara lenta, en un viscoso sopor) para dar lectura al poema. No había error en aquella duplicación abominable... Ese hombre era él, era su cara, su cuerpo, su casi imperceptible cojera —recuerdo de un juvenil accidente de motocicleta —, usaba hasta su misma ropa, la casi única muda decente que ambos simultaneaban en esos precisos momentos. Sin embargo, pese a la inicial estupefacción, comprendió rápidamente que no había necesidad de alarmarse. Los poetas, filósofos, teólogos y muchos otros trastornados entienden... Aquel engendro que se encaminaba a la gloria, al éxito y a la eternidad era  su otro "yo", pero no el conocido crítico literario de su subconciencia o cualquier otro espécimen de las probables neurosis que lo habitaban y convivían con su "yo" principal o dominante, sino el estudiado y ya nada extraño "doble", el externo que todo el mundo posee y sólo los iluminados descubren gracias a convergencias inexplicables de indigentes mundos reales —o tal vez ficticios donde, según Vargas Llosa, "lo intelectual devora y deshace siempre lo físico"—. Real o imaginado, si el advenedizo doppelgänger había escrito la misma obra que él  ( y así había sucedido porque en esos momentos la estaba recitando de memoria, con su propia voz, y era la Obra), lógicamente las acciones de aquel estaban comprometidas con sus propias acciones. La respuesta o solución a la inesperada circunstancia era simple y elemental como un razonamiento vulgar de Sherlock Holmes. Cuatro horas después de finalizada la ceremonia — donde el usurpador se pavoneó ridículamente  sin dejar  de sonreír ni un instante —, sentado a la estrecha mesita de la salita comedor, luego de comer un sándwich, beber un vasito de su perenne  botella de vino, fregar el vasito, colocarlo en el portavasos y guardar la botella en la alacena; observó cómo se abría la puerta del apartamento y su ominosa réplica irrumpía con absoluta desenvoltura, dirigióse a la alacena donde estaba su vino, se sirvió empleando su vasito  —aún húmedo del reciente fregado — y comenzó a prepararse un sándwich —por supuesto, con idénticos ingredientes al que él acababa de ingerir—. El otro, ignorándolo, con el sándwich en una mano, sentóse a comer frente a él mientras bebía pequeños sorbos de vino. Los ojos que lo observaban desvergonzadamente eran sus ojos y no dejó de pensar que bien podría haber sido su propio rostro visto en un espejo en aquellos precisos instantes si no exhibiera aquella desagradable expresión de complacencia producto —¿quién podría negarlo?— a la favorable acogida de la obra en su primera lectura al mundo exterior, al éxito prometedor de su inicial y discreta presentación. No intentó dialogar, ¿para qué?, nunca las palabras fueron tan innecesarias. No padeció el menor remordimiento, por el contrario, disfrutó de un inesperado placer mientras apretaba el gatillo y le pegaba a su execrable "doble", alter ego o lo que fuera, un tiro en la sien con un viejo revólver, regalo de un tío lejano ya casi olvidado.

El universo extendido de la cultura quedó asombrado y consternado por el inexplicable suicidio del escritor que esa misma tarde había conquistado uno de los más prestigiosos certámenes literarios del mundo.

©Alejandro Emilio Ramírez Ravelo

Cuba

Acerca del autor

Alejandro Emilio Ramírez Ravelo (Jobabo, Las Tunas, Cuba,1967) es  poeta y narrador. Ingeniero Mecánico. La mayor parte de su vida laboral se desarrolló en empresas mineras. Ocasionalmente ha desarrollado labores de profesor universitario adjunto de Ciencias Técnicas y Filosofía. No fue hasta mediados del 2022 que decidió dar a conocer parte de su obra participando en algunos certámenes literarios. Nunca antes había publicado. Ganador del 3er Premio en la modalidad de «Sonetos» del 1er Certamen Internacional de Poesía, Sonetos, Microrrelatos y Haikus "Homenaje a Juan M. Fangio", convocado por el Centro Cultural Kemkem. Provincia de Buenos Aires. Argentina. 2022. Mención en la modalidad de Poesía del II Concurso Internacional de Cuento y Poesía "Julio Cortázar", convocado por la SADE, filial Lomas de Zamora, Buenos Aires. Argentina. 2022. Dos sonetos de su autoría fueron seleccionados para integrar la Antología Internacional "Camino de Palabras" 2023 del Instituto Cultural Latinoamericano de Junín. Provincia B. Aires, Argentina. Seleccionado entre los cincuenta finalistas del IV Certamen Internacional de Poesía de Aliar para integrar Antología de Poesía resultante del certamen. Aliar Ediciones, España.

 

 

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